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Oaxaca, Oax. 23 de octubre de 2012 (Quadratín).-Es te martes es el día del Seños del Rayo, enraizado en el corazón devoto de los Oaxaqueños, el Señor del Rayo ha acumulado a lo largo de los siglos, miles de ojos, manos orantes, rodillas, lágrimas, suspiros, melancolías, mal de amores, enfermedades, infancias, adolescencias y vejeces, pero sobre todo, esperanza.
Ahí en la Catedral de nuestra señora de la Asunción de Antequera Oaxaca, este Cristo que venció al mal y a la muerte, sigue obrando milagros, sobre todo a partir del primero en el que se manifestó como invencible.
El incendio que destruyó a partir de la caída de un rayo, su primer casa edificada en el corazón de la ciudad de Antequera. El templo de San Juan de Dios, lugar donde se oficia la primera misa y se convierte de facto en la primera Catedral. Ahí llegó este Cristo después de su venturosa venida de la España del rey Carlos V.
Nos hemos mantenido fieles al Señor Jesucristo en su imagen del Señor del Rayo, me dijo una señora que el próximo diciembre va a cumplir 78 años. Desde antes de nacer mis papás me traían, yo en la panza de mi mamá que ponía su mano y encomendaba mi salud al Señor. Y así cuando nací, cada semana no hemos faltado para agradecerle y pedirle, para orarle, acompañarlo y compartir nuestro dolor, nuestras alegrías y logros en la vida. Ahora los hijos no faltan, les enseñé a amar a Dios porque es nuestro padre y nunca dejar pasar un día sin oración ni una semana sin ver a Cristo, Señor del Rayo. Tengo 8 nietos y dos bisnietos y todos llevan en ellos el amor a Cristo, como si fuera parte de su cuerpo…
Así se manifiesta parte del incalculable amor por Cristo; la fe es el alimento diario de los verdaderos vivientes. Y así, se pueden ver jóvenes que alimentan sus estudios con la oración diaria, madres que ponen el destino de sus hijos en manos de Dios, hombres que bendicen su trabajo diario, hambrientos que piden y hambrientos que agradecen.
Desde que se abren las puertas de la Catedral, el paso diario de las personas hacia la Capilla del Señor del Rayo es constante a lo largo del día, procesión de esperanza, almacén de milagros que se obran en la vida de los creyentes, los que viven la fe, siguen a Cristo y se iluminan con su palabra que da vida.
Hoy es su fiesta y Nuestra Catedral, huele a flores, a incienso, al amor interminable que va de generación en generación; hoy el Señor del Rayo, imponente con los brazos abiertos está en el Altar Mayor, mostrando su pasión, recibiendo el canto incesante de la esperanza nuestra. Esta es la fe de la iglesia extendida por toda la tierra, Madre iglesia, que en los brazos tuyos alojas a tus hijos. Está Cristo en su día obrando el milagro habitual de la unión de esta gente del sur, sur del sur, mariposa acariciada. ¡ Viva Cristo Rey Señor del Rayo! ¡ Viva!, se escucha, se murmura, se comparte y se convierte el grito en una sola voz, la voz de la reconciliación, la de la conversión de este día, la de la esperanza que se acomoda en la manos, en los ojos o en el suspiro de quien tiene fe.
!Viva El Señor del Rayo¡ grita un hombre en su silla de ruedas; me mira y dice: mi descuido me quitó el caminar pero su amor me hizo hombre. ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la Virgen!… ¡ Viva! responde con lágrimas la señora que detrás del paralitico y pone sus manos en él y un beso en la mejilla…
Me quedé muy sorprendido, la señora me dijo: es mi hijo, revivió, estaba muerto en vida, pero cada día desde muy temprano yo venía a ver al Señor del Rayo, le rezaba y le rezaba, y creo que él me quiso decir: Levante y levántalo. Y así fue, no deje un día de venir a ver al Cristo, ni un día de salvar a mi hijo, lo bañaba como bebé, le hacía sus ejercicios, lo saqué del mal y lo puse en manos de Dios…acá está…ya por lo menos se levanta un poco, come por su propia mano y tiene sonrisa en su boca…es mi hijo. El Señor me dijo como curarlo…
Levántame, Señor, que estoy caído, sin amor, sin temor, sin fe, sin miedo; quiérame levantar y estoy me quedo; yo propio lo deseo y yo lo impido.
Aquí mora el amor, en cada iglesia que se ha levantado por el dedo de Dios, en cada capilla donde se advoca y venera. En cada parte de nuestros sacerdotes, en cada madre que se amarra a la esperanza y se encarna a Cristo, verbo vivo, palabra que es testimonio de la verdad, la letra que acomodada en el libro que nos marca como hijos de Dios.
Hoy pues, la Catedral florida, es un Rosario enorme para el Dios que se hizo hombre y habita entre nosotros. Lumen Comunicación Arquidiócesis de Antequera Oaxaca.