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Oaxaca, Oax., 10 de enero de 2012 (Quadratín).- Los libros, decía Andrés Henestrosa, son el otro pan que alimenta. A cuatro años de ausencia, el pensamiento y la palabra del escritor originario de San Francisco Ixhuatán, Oaxaca (30 de noviembre e 1906), resultan vigentes, oportunos y lo que es más necesario, para fortalecer el hábito de la lectura en un país en el que según cifras oficiales del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), el promedio de lectura de un mexicano es de un libro y medio al año.
Yo soy los libros que he leído. Estoy hecho de palabras y libros, el otro pan que alimenta. Los libros que son la cima y corona de la inteligencia humana. La obra más perfecta del hombre. El libro no sólo agranda el mundo, lo embellece. Puede uno vivir con los que vivieron hace siglos; desde un rincón se puede estar en todas partes. Los libros nos llevan a convertirnos en un ser del que no teníamos noticias, ni habíamos soñado ser, sostuvo en entrevista antes de su partida.
Por eso, siempre aconsejo a quien quiera y pueda escucharme, que lea. A pesar de mis años, leo en la mañana, en la siesta y durante la noche. Así me hice escritor, porque quien lee muchos libros, acaba por escribirlos, comentó previo a la donación del acervo de más de 30 mil libros que formaban parte de su biblioteca personal, y que ahora se encuentran en la Biblioteca Andrés Henestrosa, en la Casa de la Ciudad de la Ciudad de Oaxaca.
Sobre aquellos libros, entre los que figuran ejemplares firmados con dedicatorias para Henestrosa, de autores como Pablo Neruda y Octavio Paz, el narrador oaxaqueño señaló que los adquirió en medio de mis grandes pobrezas. Un peso lo gastaba así: cincuenta centavos para pan y cincuenta para libros. Me atrevo a aconsejar que así se gaste el dinero, porque es reducido el mundo de quien no lee.
El autor del libro de leyendas Los hombres que dispersó la danza, platicaba que los primeros libros de autores clásicos llegaron a sus manos gracias a José Vasconcelos, quien desde la Secretaría de Educación, allá por 1920, ordenó la edición de millones de libros de Homero, Tolstoi, Plutarco, para redimir al pueblo una vez finalizada la Revolución.
Los leí, y recuerdo bastante esos libros. No me enseñaron nada pero sé que me enseñaron esta lección: nada de lo que no entiendes hoy se pierde por completo, con la ignorancia se hace la sabiduría; un día, lo que no entendiste te sirve para entender, relataba entre risas a sus amigos.
Gracias a los libros, reconocía el escritor fallecido el 10 de enero de 2008, a los 101 años, de ser un campesino que venía del monte de ordeñar ganado y capar toros, hablante únicamente de la lengua zapoteca, aprendió español, escribió libros y artículos periodísticos, fue Senador de la república y miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.
Foto:Web