El episcopado ante el segundo piso de la 4T
OAXACA, Oax. 26 de abril de 2016.- ¿De dónde viene la violencia y la inseguridad desatada en los últimos meses en Juchitán de Zaragoza, Oaxaca? Viene de la pobreza, del desempleo, de los bajos salarios, de la falta de justicia en los tribunales judiciales, de la falta de castigo a los funcionarios y líderes políticos corruptos.
¿Y quién tiene la culpa de esta violencia e inseguridad? La culpa es de quienes implementan desde el gobierno federal políticas públicas equivocadas, que empobrecen y discriminan a la mayoría de los mexicanos, y sólo favorecen y protegen a los ricos empresarios y financistas. Es decir, la culpa es del PRI y del PAN, partidos que han gobernado a México desde que tenemos memoria.
Vivimos en un México organizado por los ricos y controlado por los políticos del PRI y del PAN para producir dinero y más dinero en beneficio de ellos y no de la gente. Este sistema de negocios y ganancias se llama capitalismo, y domina a la población y a los trabajadores por dos vías: por la fuerza (a través de las leyes, cárceles, jueces, Ejército, policías) y por el control y manipulación de nuestras cabezas o cerebros (a través de las iglesias, televisoras, escuelas, partidos políticos, etcétera).
Este sistema de vida, llamado capitalismo o neoliberalismo, impuesto con más rigor a nuestro país desde Salinas de Gortari y que Enrique Peña Nieto endureció con sus “reformas estructurales” ha hecho que: el petróleo ya no sea de los mexicanos, que más de la mitad de la población mexicana viva en la pobreza, que vivamos en una terrorífica y creciente violencia e inseguridad, que más de 3 millones de mexicanos se queden sin empleos, que 64% de la población económicamente activa se dedique a trabajos informales, que los salarios sean insuficientes, que sólo 3 de cada 10 jóvenes en edad de ir a la universidad puedan hacerlo, y los jóvenes que terminan sus estudios no encuentren trabajo.
La avalancha última de reformas en materia energética, educativa, política, financiera, fiscal y laboral, evidencia que el gobierno de Peña Nieto ha dejado de representar a la nación mexicana y procura negocios para los grupos de poder privado. Con estas reformas ya ni siquiera se garantiza al mexicano el derecho al trabajo y a la vida, y México va directo a la desaparición como un país soberano y autónomo.
La reforma laboral por ejemplo, cumple el sueño de las empresas de convertir a millones de trabajadores asalariados en peones de subcontratistas, sin derechos ni prestaciones. Esta nefasta reforma facilita los despidos masivos y arbitrarios, y legaliza el trabajo a destajo, llamado outsourcing, donde predomina la sobrexplotación, el pago por horas, condiciones insalubres, contratos de corto plazo y la amenaza constante de ser despedidos.
Otro ejemplo es la reforma educativa, que busca correr a más de la mitad de los trabajadores de la educación por falta de presupuesto, quitarles su contrato de base por uno temporal, arrebatarles sus conquistas laborales como el derecho a la jubilación, dejar los gastos de administración de las escuelas a los padres de familia y entregar la educación pública a los empresarios.
No, no es Juchitán el único espacio geográfico donde la violencia ha arreciado, el país entero vive en un estado de violencia e inseguridad permanente y sin fin: 43 estudiantes desaparecidos en Ayotzinapa, la masacre de Tlatlaya Estado de México, 3 mil asesinatos en Guerrero en los últimos dos años, los feminicidios o asesinatos contra mujeres en Ciudad Juárez y Estado de México, 120 periodistas y 25 defensores de derechos humanos asesinados en los últimos años, el año pasado según cifras del Sistema Nacional de Seguridad Pública: hubieron 13 mil 155 homicidios dolosos, 907 secuestros, 4 mil 869 extorsiones y 32 mil 462 denuncias de autos robados.
Y la perversidad del gobierno priista es tan grande, que cuando las elecciones municipales, estatales, o federales no favorecen a su partido o cuando los trabajadores se preparan para luchar por sus intereses mediante paros de labores, incita a los delincuentes, que son sus protegidos, para arreciar la violencia y la inseguridad a fin de amedrentar la participación de la ciudadanía en las urnas electorales o para que la población se obligue a demandar mayor protección policiaca. Esta política canallesca es lo que ha acrecentado últimamente la delincuencia y la criminalidad en Juchitán y en todo el estado.
La pobreza, la falta de oportunidades de trabajo y estudio, los malos salarios y la falta de justicia, son resultados de la mala política económica que nos impone el gobierno federal que preside Peña Nieto y su partido.
¿Cómo es que seguimos creyendo que el PRI y el PAN van a reducir o detener la violencia y la inseguridad en México, si ellos son los culpables de esta situación criminal y de abandono en la que vivimos con su política de negocios y ganancias?
¿Y cómo creerle a este gobierno priista que está preocupado por la inseguridad y la violencia si sus “reformas estructurales” arrojarán dentro de poco al desempleo a miles de maestros, trabajadores petroleros y trabajadores de la salud?
Si en verdad queremos paz, democracia, justicia y progreso para Juchitán, para Oaxaca y México, necesitamos dejar de votar por el PRI y apoyar la esperanza del cambio verdadero que propone Andrés Manuel López Obrador y el partido Morena.
Que no nos engañen, donde no hay trabajo y existe pobreza, no habrá paz, porque la paz viene de la justicia.
Víctor Terán, beeu bidapa,
iza 2016