Llora, el país amado…
OAXACA, Oax. 11 de noviembre de 2013 (Quadratín).- El güiro, ese calabazo que junta ritmos, música. Cuando se encuentra en la calle con el sax tenor roba el alma de quien lo escucha. Un saxofón pendenciero es el instrumento que se requiere para robar el alma de los que caminan en la calle a la siguiente hora del mediodía.
Saxo perro con sarna, callejero. A mitad de la calle la música juega con el aire que refresca el rostro del que anda, mujer y hombre. La música fresca y tropical juga con el aire cargado de olores a comida. Música hembra que ampara. Ritmo callejero, mil amores. La música cargada del olor del guiso que hacía nuestra madre en la infancia que llega por sorpresa al que anda en la calle. Y el hombre enloquece su camino en su cansancio del mediodía. Y abordados por el deseo de alimentar el cuerpo repleto de cansancio. Y ser otra vez niño.
Antes de la hora de la comida la gente sale del negocio, de la oficina. Hombre y mujer.
Los niños regresan de la escuela tomados de la mano de una abuela paciente. El hombre del güiro recoge el dinero sencillo. Perro viejo. El músico callejero lleva el güiro como si portara un sombrero en la mano derecha. Altivo y digno. El hombre del güiro entra a la farmacia, la óptica. No está enfermo, pasa a recoger monedas sueltas que le entregan con un saludo y una sonrisa. Terminada la música de otro siglo, la calle de todas las horas recupera su estruendo de motor de camión urbano que pasa cargado de mujeres y hombres que cabecean el sueño.