Diferencias entre un estúpido y un idiota
El próximo 5 de junio del 2022 se renovarán los gobiernos estatales de seis entidades del país: Aguascalientes, Durango, Hidalgo, Oaxaca, Quintana Roo y Tamaulipas.
Se trata de la primera prueba electoral de la segunda mitad del gobierno de López Obrador y, según no pocos “expertos”, significará una primera aproximación a la presidencial del 2024.
Lo cierto, sin embargo, es que será “más de lo mismo”: elecciones de Estado en las que ya resulta evidente la traición y la “narco-elección”.
En otras palabras, veremos la reaparición no sólo de “la mano negra” de los gobiernos estatales y del poder federal –para la cocción y compra de votos–, sino la presencia estelar de esas “gemelas bastardas” que se han impuesto desde Palacio en todos los procesos electorales de la gestión de López.
Nos referimos al predominio, por un lado, de la traición al partido de origen por parte de los mandatarios estatales salientes y, por el otro lado, a la recurrencia de las llamadas “narco-elecciones”.
Sí, igual que ocurrió en junio del 2021, cuando mandatarios estatales del PRI y del PAN traicionarán a sus respectivos partidos y “entregaron la plaza al presidente” y a Morena, “para salvar su pellejo”.
En efecto, hoy volveremos a ver la “feria de las traiciones” en por lo menos tres de las gubernaturas en juego.
A su vez, está a la vista de todos que en otras dos entidades el fraude a favor del partido oficial, Morena, lo realizan los tentáculos de los grupos criminales hegemónicos, los cuales compraron conciencias, compraron candidatos y comprarán votos hasta de los muertos.
Pero vamos por partes.
Seguramente la única victoria con la que se alzará la alianza PRI, PAN y PRD será en Aguascalientes, en donde la candidata aliancista, Teresa Jiménez Esquivel, se mantiene como puntera indiscutible, sobre Martha Márquez, de Morena.
Sin embargo en otra entidad, en Durango el ganador podría ser el crimen organizado, ya que de manera inesperada –y sin ninguna lógica político electoral–, la candidata de Morena, Marina Vitela se disparó en las encuestas y alcanzó al candidato aliancista del PRI, PAN y PRD, Esteban Villegas, quien había arrancado la contienda prácticamente sin oposición.
La única explicación al explosivo crecimiento de la aspirante de Morena es la participación del crimen organizado en pueblos, rancherías y colonias populares, en donde se prometieron beneficios económicos a cambio de votos.
Y si en Durango se mantiene la oferta de compra de votos como hasta hoy, en esa entidad veremos un nuevo “narco-gobierno”, que se sumará a los de Michoacán, Sinaloa, Sonora, San Luis Potosí, Baja California y Nuevo León, entre otros.
Por su parte, en el siempre priísta estado de Hidalgo la plaza estaba perdida desde antes de arrancar la contienda. Y es que el gobernador saliente, Omar Fayat, no sólo traicionó a su partido y movió todo el peso del Estado a favor de Morena, sino que trabajó en el debilitamiento de la candidata de la alianza PRI, PAN y PRD, Carolina Viggiano.
En efecto, en Hidalgo veremos una elección de Estado en donde el gobernador del PRI ya hizo el trabajo sucio y operará el fraude a favor de Morena, a cambio de una embajada que le cuidará las espaldas.
Pero en Hidalgo también existen evidencias de la participación del crimen organizado, impulsor del candidato Julio Menchaca –de Morena–, quien se sumará al exclusivo club de los “narco-gobernadores”.
Es decir, asistimos a “una película idéntica” a la que vimos en Sinaloa y Sonora, en junio del 2021, en donde los gobernadores salientes entregaron la plaza al presidente Obrador y a su partido, a cambio de un cargo diplomático.
Y tampoco existe duda de que se trata del mismo guion que veremos en Oaxaca, en donde el priísta y otrora “peñista”, Alejandro Murat, “entregó la plaza” a Palacio a cambio de no ser perseguido por una montaña de presuntas corruptelas denunciadas “recio y quedito” entre la clase política estatal.
En el otro extremo del país, en el disputado estado de Quintana Roo, las fuerzas dominantes del crimen organizado mantendrán la hegemonía que han conseguido por décadas.
Resulta que durante muchos años el municipio de Benito Juárez –centro económico del estado–, fue cooptado por grupos políticos y alcaldes amigos de López Obrador y ligados al crimen organizado.
En efecto, Benito Juárez no sólo es un paraíso turístico de fama mundial sino que se trata de “la joya de la corona” para el crimen organizado; poder fáctico que mangonea gobernadores y alcaldes.
Y no será la excepción en la contienda electoral del próximo 5 de junio, en donde la militante del PVEM, Mara Lezama, no solo se puso la camiseta del partido oficial, Morena, sino que fue arropada por los grupos criminales que regentean al partido del presidente en esa exclusiva región turística.
Pero además, en Quintana Roo se juntaron “el hambre y las ganas de comer”, ya que el PRI local se negó a una alianza con PAN y PRD lo que favoreció la inminente victoria de Morena y sus aliados políticos y criminales.
Por último, en donde el cinismo es la tónica electoral, es en Tamaulipas, en donde el candidato de Morena, Américo Villarreal, encabeza todas las encuestas, pero también tiene todos los apoyos del crimen organizado.
Incluso, el escándalo del financiamiento de la campaña de Villareal por parte de los grupos criminales tamaulipecos está detrás de una rigurosa investigación que llevan a cabo la DEA y el FBI en Estados Unidos y que pronto se podría convertir en todo un escándalo.
Sin embargo, Tamaulipas tampoco está exenta de traiciones. Resulta que el gobernador saliente, el panista Francisco García Cabeza de Vaca, prefirió voltear para otro lado –y dejó hacer y pasar una “narco-elección” –, en espera del perdón presidencial.
Y es que Cabeza de Vaca se convirtió en perseguido político del poder central y autoritario de Palacio y frente a una eventual persecución mejor no metió las manos en la contienda prevista para el 5 de junio en donde Morena sumará otro “narco-gobierno”.
Al final, en todas las elecciones estatales del próximo 5 de junio la constante es el oportunismo perverso de la rémora electoral llamada Movimiento Ciudadano (MC), que en la mayoría de los casos se negó a una alianza con PRI, PAN y PRD y, con ello, favoreció a victoria de Morena y sus aliados.
Aún así, Morena no ganaría ni uno solo de los gobiernos estatales en disputa el 5 de junio próximo, si no fuera gracias a la traición, la impunidad, la elección de Estado y la “narco-elección”.
Al tiempo.