Y el premio es para…
INDICADOR POLITICO
WASHINGTON, D.C. 23 de enero de 2025- La estrategia mexicana para encarar el arranque espectacular del Gobierno de Trump con decisiones ejecutivas que afectaron los tres temas básicos de la relación bilateral –narcotráfico, migración, tratado comercial– se basó en el viejo modelo de una no-estrategia, porque definir una estrategia hubiera implicado una política de Estado del Gobierno actual sin preocuparse por atropellar todos los errores en las relaciones bilaterales que han ocurrido de 2016 al 2025.
El argumento de la cabeza fría no es más que el reconocimiento de que no hay una estrategia, porque el Gobierno de Trump ha ido atropellando prácticas, tradiciones, entendimientos, acuerdos y negociaciones. El cálculo que prevaleció en Palacio Nacional fue que Trump no se iba a dar un balazo en el pie porque el costo en los tres temas vitales podría ser más alto para EU que para México.
El error de origen estuvo en la falta de razonamiento sobre la personalidad política, burocrática, personal y de poder de Donald Trump, presidente que llegó a la Casa Blanca para hacer lo que se puede resumir en el criterio de su santa voluntad, a sabiendas de que el aparato político y burocrático tendría que bailar al son de la Oficina Oval. Y desde que irrumpió en política en 2015, Trump ha demostrado tres cosas: detesta al Estado y a los estados, no es un político tradicional de negociaciones y su visión unidireccional es muy parecida a la de López Obrador.
El otro problema que atañe a México es más grave: la capacidad económica, política, social, laboral y diplomática de México es menor a lo que se ha señalado en las conferencias mañaneras. El primer cálculo de deportaciones en México que han hecho los funcionarios que tienen capacidad de razonamiento es grave: alrededor de 600,000 personas van a ser deportadas a México en los primeros meses, y a ello hay que agregar a los migrantes que siguen llegando a territorio mexicano para acercarse a la frontera estadounidense a sabiendas de que ya no van a cruzar y se tendrán que quedar en México.
Trump siempre dijo que iba a combatir la política de puertas abiertas del presidente Biden porque había aceptado en irrupciones ilegales y no controladas a personas sobre las cuales no se sabía origen, representaciones y compromisos y buena parte de ellas efectivamente venían marcadas por problemas de delincuencia, con la circunstancia agravante de que el tráfico de personas que metió a EU a entre cinco y siete millones en los últimos años estuvo operado de principio a fin por los cárteles del narcotráfico, sobre todo porque el contrabando humano demostró ser más fácil, menos costoso y con mayor rendimiento que es la producción e introducción ilegal de droga.
La primera apuesta equivocada de México fue suponer que Trump no iba a ser el candidato republicano para la reelección en 2024, la segunda desdeñó las evidencias de que Trump ya había construido una base política-empresarial y se había apoderado de las estructuras de poder republicanas, la tercera ignoró las evidencias de que las frustradas candidaturas de Joseph Biden y Kamala Harris eran desde el de comienzo perdedoras y en todo ese tiempo de 2021-2024 Palacio Nacional no diseñó una estrategia para prever el arribo de Trump, no se preparó para las deportaciones y agresiones y no creó grupos de enfoque interno que sacaran a la presidenta y a su gabinete de sus posiciones equivocadas.
Si el problema de seguridad nacional número uno de México es Estados Unidos y si Estados Unidos tiene a México como su problema de seguridad nacional número uno, entonces sabrá qué revisar la falta de sensibilidad política y de Estado en la presidencia mexicana para crear instancias oficiales de gestión de las relaciones bilaterales. Estados Unidos tiene al consejero de seguridad nacional y al director nacional de inteligencia abocados al tema México, en tanto que México carece de un cuerpo institucional de Estado para la seguridad nacional con Estados Unidos y las oficinas de inteligencia locales se dedican a temas muy precisos ajenos a la globalidad.
Y el punto más importante que avanza en contra del Gobierno mexicano es la negativa lopezobradorista –antes y ahora– a construir diálogos, negociaciones y acuerdos con la oposición, por muy precaria que sea, porque ya se ha visto que la ultraderecha panista ya se alineó con Trump y causará desequilibrios internos. Ante EU, todos los presidentes mexicanos anteriores han pactado acuerdos con concesiones a la oposición.
El discurso nacionalista vende imagen, pero no enfrenta el problema real de EU: decisiones de Estado y que al final van a obtener sus objetivos, por la buena o por la mala.
Política para dummies: la política es instrumento de poder, no una maldición ni una desidia.
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