
México y la semana aquimichú
+ PAN: las luchas, grillas y tribus
+ De la presidencia a la debacle
México, DF. 04 de agosto de 2013 (Quadratín).- Orientado sólo al mantenimiento de su posición como presidente del comité ejecutivo nacional del Partido Acción Nacional, Gustavo Madero ha ido tomando decisiones autoritarias que lo han aislado de la comunidad política plural de la organización y le han reducido sus márgenes de maniobra. Si el PAN se desgastó en el ejercicio del poder por los beneficios económicos y de posiciones políticas, ahora de nuevo en la oposición requiere de una reorganización integral si no quiere auto condenarse a un papel cada vez menos en la vida política nacional.
Los peligros están a la vista. Apenas derrotado luego de tener la presidencia de la república por dos sexenios, Madero llevó al PAN a la reducción política con su decisión de reafiliación, bajando el padrón panista de casi dos millones a menos de medio millón. Buena parte de esos militantes y afiliados tuvieron que ver justamente con la ocupación de posiciones de poder en el gobierno, pero su lealtad se debió de medir justamente en las horas de la derrota; la desafiliación fue el camino más fácil para que esos panistas de coyuntura pasaran a servicio civil de carrera para quedarse en algunas posiciones burocráticas.
A cambio, el PAN se achicó. Y ahí Madero tomó otra decisión con efectos estratégicos negativos: la alianza electoral con el PAN en la lógica de que la reducción de su militancia y el reconocimiento virtual de que difícilmente regresaría a la presidencia hacían prácticamente imposible obtener posiciones electorales; y así ocurrió: sólo la sumatoria de votos del PAN con los del PRD permitieron que la derrota fuera mucho mayor. Pero el mensaje negativo no se puede ocultar: por sí solo, el PAN no tiene las condiciones de fuerza militante para competir con el PRI, algo que lo tuvo en la oposición simbólica durante cuarenta años, hasta que la apertura a la nueva militancia reactivó su avance electoral.
En este contexto, el problema más serio del PAN no tiene que ver con los estatutos o con la reelección de Madero, sino con su redefinición como partido en los tres puntos fundamentales: la ideología, la democracia interna y la apertura a la sociedad. Madero podrá o no reelegirse, pero el PAN quedó lastimado con la decisión de Vicente Fox –el primer presidente de la república salido del PAN– de no refrendar su militancia o la persecución lanzada por Madero contra Felipe Calderón, el segundo presidente de la república que ganó con el escudo del PAN. Lo de menos –aunque importante– es el ajuste de cuentas y la conformación de un bloque autoritario maderista; lo importante es que el PAN tomó el peor camino después de la derrota presidencial en el 2012: la fragmentación o, para decirlo en conceptualización de Luis Felipe Bravo Mena, ex presidente nacional del PAN y aspirante de nueva cuenta a la presidencia del partido, en tribus salvajes.
A ello se ha agregado el conflicto de autoridad que planteó Madero en su relación con la bancada panista en el Senado por la representación calderonista de Ernesto Cordero: la confrontación vía el cese fulminante de Cordero como coordinador de la bancada, con el antecedente negativo de que Madero llegó en el 2008 por decisión autoritaria del entonces presidente Calderón a la coordinación de la bancada senatorial, luego del cese fulminante de Santiago Creel. Cada manotazo autoritario del PAN conduce al debilitamiento institucional del partido y a la pérdida de autoridad moral del panismo.
Ahora el PAN se está mirando, con temor, en el espejo perredista: la fragmentación de grupos en verdaderas tribus, tomando en cuenta que la organización tribal antecesora de la socialización de los grupos sociales se decidía por guerras internas en las comunidades. Los comportamientos autoritarios de Madero después de la derrota presidencial sumieron al PAN en una fragmentación de grupos confrontados unos con otros a tal grado que se ve casi imposible un acuerdo o negociación. De ahí la percepción de que Madero ha debilitado más al PAN en función sólo de principios de autoridades –tan condenados por el PAN como vicios del PRI– y no en torno a algún replanteamiento ideológico o a un programa político.
El PAN enfrenta ahora el desafío de su reorganización, pero no en términos de estatutos o de refrendo de la autoridad superior del presidente del CEN sino en función a la necesidad de nuevas y mejores formas de prácticas democráticas internas, tomando en cuenta que la militancia panista es menos obediente verticalmente hablando que la del PRI. Cuando menos el PAN enfrente cinco desafíos de organización:
1.- De consolidación de grupos dominantes. Más que una organización vertical, el PAN debe reconocer la existencia de grupos casi autónomos en estructuras de poder, lo que lleva al reto de crear una dirección basada en el modelo de la coalición dominante, es decir, grupos diversos con acuerdos de negociación.
2.- El PAN tiene prácticas internas democráticas, no tanto como las entiende el PRI sino en función de autonomía de intereses y de origen laboral. Asimismo, el PAN se ha conformado de un panismo con raigambre local, regional y hasta municipal, todos estos grupos con autonomía relativa del centro. De ahí la imposibilidad del sometimiento ciego.
3.- La toma de decisiones tampoco ha sido vertical y ahora el PAN sufre las consecuencias del valor autónomo de militantes y grupos. Madero ya fracturó la organización comunitaria del PAN al imponer alianzas municipales y estatales con el PRD en función de intereses del panismo central pero ajeno al panismo local; ahí ha habido una caída a plomo de la militancia regional. El nuevo PAN tendrá que regresar justamente a esa forma de organización.
4.- El ejercicio del poder de manera creciente, desde 1989, ha creado en el PAN grupos vinculados directamente con el poder y cada vez menos identificados con los valores morales o éticos del PAN original. A ello ha contribuido la contaminación del PAN con priístas como candidatos panistas que llevaron al partido los vicios y mañas priístas. Y ahora el PAN también se ha contaminado de la estridencia perredista.
5.- El desafío mayor del PAN se localiza en la necesidad de reconstruir la imagen del PAN como partido de valores y no del PAN tipo Fox de pragmatismos sin ideología o compromisos. Hoy el PAN es visto, como ocurre en el PRI y en el PRD, como una franquicia o una agencia de colocaciones para acceder sin compromisos de ideas y prácticas al ejercicio personal del poder.
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