
México y la semana aquimichú
Oaxaca, Oax. 04 de agosto de 2013 (Quadratín).- Es un lugar común, entre los científicos sociales, hablar y escribir indistintamente entre Estado y Gobierno, este hecho ha originado falta de claridad y comprensión de los fenómenos, políticos. El Estado, dicho en forma sencilla, es la asociación política de los hombres para su conservación y bienestar común; el gobierno es el motor y vehículo que mueve al Estado en una determinada dirección.
Cuando la asociación política no nace de la voluntad general, será todo menos un Estado. Cuando el gobierno conduce a la asociación en una dirección particular, que no corresponde al interés general, estamos hablando de un gobierno particular de clase o de grupo.
El fundamento del Estado está en el tipo de propiedad. Si esta es particular, derivará en una determinada forma de Estado y si lo es colectiva, entonces el tipo de Estado será otro. En cambio, el gobierno, puede adoptar distintas formas en ambos tipos de fundamento.
Dicho esto, simplemente como preámbulo, para señalar el hecho fundamental del nacimiento del Estado, de acuerdo a Rousseau, el primero que, habiendo cercado un terreno, descubrió la manera de decir: Esto me pertenece, y halló gentes bastantes sencillas para creerle, fue el verdadero fundador de la sociedad civil (Rousseau. Discurso sobre el origen de la desigualdad. Edit. Porrúa. México 1979, p.129).
A partir de la institucionalización de la propiedad privada de los medios de producción para la subsistencia humana, la humanidad ha tenido una historia sangrienta por la lucha de la posesión de la propiedad y de su control. Por esta razón la historia humana se define como una lucha de los contrarios: entre propietarios y los no propietarios; entre explotadores y explotados; entre privilegiados y no privilegiados, en fin, entre ricos y pobres. El origen de la desigualdad está en la apropiación de los medios de producción por unos cuantos. En este mundo sólo se puede ser rico explotando a los demás, robando o teniendo suerte en Melate. Un trabajador, aunque labore 18 horas diarias, con su salario, nunca será rico. Los pobres no son pobres por falta de los servicios que debe brindar el gobierno, en su caso, el gobierno es el pobre, son pobres porque no tienen los medios para hacer producir sus propiedades o porque carecen de esa propiedad de los medios de producción. Por ejemplo en Oaxaca, su población es pobre porque el gobierno es pobre, ineficiente y corrupto.
Queda claro que la desigualdad social entre los hombres nace de la apropiación particular de los medios de producción, reproducidas por la sociedad y conservada, protegida y legitimada por los gobernantes. El Estado, la asociación política, tiene su fundamento en que los propietarios y no propietarios, acordaron y contrataron preservar la paz y el interés común, salvaguardando los intereses privados y evitando la destrucción de la asociación. Por esta razón, la impotencia es la característica fundamental del Estado para erradicar la desigualdad social.
La apropiación de los medios de producción es un hecho social, necesita del reconocimiento de los demás, de esta manera el propietario se fue diferenciando de los demás pero a la vez necesitando de los mismos. La moral del propietario se hace presente, así, de acuerdo con Locke no puede haber mejoría donde hay propiedad.
Las relaciones de intercambio se generalizan con la institucionalización de la propiedad; el rico necesita del pobre y el pobre del rico. Se crea toda una ideología de la mutua dependencia, incluso se llega a sostener que el trabajador de una organización, que no es suya, se siente propietario de esa organización.
Sin embargo, el afán de riqueza del propietario, más que ideología, es una realidad: En fin, la ambición devoradora, el deseo ardiente de aumentar su relativa fortuna, no tanto por verdadera necesidad cuanto por colocarse encima de los otros, inspira a todos una perversa inclinación a perjudicarse mutuamente, una secreta envidia tanto más domina, cuanto que para herir con mayor seguridad, disfrazarse a menudo con las máscaras de la benevolencia. En una palabra; competencia y rivalidad de un lado, oposición de intereses del otro, y siempre el oculto deseo de aprovecharse a costa de los demás; he allí los primeros efectos de la propiedad y el cortejo de los males inseparables de la desigualdad naciente (Rousseau. Ob. Cit. p.137).
La pasión original del hombre de la naturaleza se ve potenciada por la propiedad y lo conduce a la necesidad irrefrenable de aumentar su fortuna, no por necesidad, como lo dice Rousseau, sino por prestigio, por moral, por motivos incluso sicológicos. Los ricos son diferentes, viven, actúan, piensan, se relajan, vacacionan diferente. Los pobres también son diferentes, pero a diferencia de los primeros, viven encadenados a sus necesidades primarias, sus cadenas los refuerzan al repetir y reproducir su situación. Las cadenas sólo se pueden romper por un grito de rebeldía y decir: ¡Ya No!.
Por eso tiene razón Rousseau cuando afirma: Los ricos, de su parte, apenas conocieron el placer de la dominación, desdeñaron los demás, y, sirviéndose de sus antiguos esclavos. Para someter otros nuevos, no pensaron más que en subyugar y envilecer a sus vecinos, a semejanza de esos lobos hambrientos que, habiendo probado una vez carne humana, rehúsan toda otra clase de comida, no queriendo más que devorar a los hombres (Rousseau. Ob. Cit. p. 137).
Ante esta situación de estado de guerra entre ricos y pobres, entre propietarios y no propietarios, la asociación humana, a punto de devorarse ella misma, al borde de su propia ruina, convinieron crear la institución que fuese capaz de evitar la destrucción humana y mantenerla en los márgenes de la convivencia civilizada, sin hacer desaparecer la causa de la lucha y de la desigualdad, así nace el Estado, por convención y no por un proceso natural. Habría que aclarar que la necesidad de esta creación, nació de los ricos para garantizar sus privilegios y otorgarles a los pobres, por lo menos, la seguridad de su existencia.
El rico convocó a los pobres, arguyendo razones especiosas: Unámonos, les dijo, para garantizar contra la opresión a los débiles, contener las ambiciones y asegurar a cada uno la posición de lo que le pertenece. Instituyamos reglamentos de justicia y de paz a los cuales todos estemos obligados a conformarnos, sin excepción de persona y que reparen de alguna manera los caprichos de la fortuna, sometiendo igualmente al poderoso y al débil a mutuos deberes. En una palabra, en vez de emplear nuestras fuerzas contra nosotros mismos, unámosla en un poder supremo que nos gobierne mediante sabias leyes, que protejan y defiendan a todos los miembros de la asociación, rechace los enemigos comunes y nos mantenga en una eterna concordia (Rousseau. Ob.cit.p.138).
Perdón por la larga cita, pero vale la pena para aclarar que con el Estado de propietarios privados, del régimen de las leyes y del derecho, limitaron la lucha de los débiles y construyeron nuevos elementos e instituciones de garantías a los ricos. Se estableció la ley de la protección a la propiedad privada de los medios de producción y por ende, la legalización de la desigualdad humana, con esto, la miseria de los muchos y la riqueza de los pocos se aseguró, mientras que los pobres no digan lo contrario.
Miles de millones de pobres en el mundo y de los millones en México y en Oaxaca habla que la desigualdad no es económica, como lo afirman muchos, si no que es eminentemente político. Surge de la apropiación privada de los medios de producción, que es un acto de fuerza, un acto de poder, cuya institucionalización se hizo por las leyes, la moral y la religión. La propiedad no es algo natural, fue un robo en su principio. Los humanos estamos condenados a la miseria de los muchos, mientras no modifiquemos el régimen de propiedad, así nos lo señala la historia. ¿Somos capaces de entender algo tan claro? Mientras tanto habrá que conformarse por aliviar los extremos de la pobreza.