
Día mundial de la justicia social
+ Es inútil, con estos partidos no se puede
+ Las reformas, rehenes de las elecciones
México, DF. 07 de julio de 2013 (Quadratín).- Si la firma del Pacto por México fue la primera oportunidad en años de establecer una agenda legislativa pactada de reformas estructurales, la disputa por la gubernatura de Baja California y un par de municipios ha convertido las posibilidades –y necesidades– del cambio político en un rehén de mezquindades.
Lo que el PAN y el PRD parecieron olvidar fue el hecho de que el Pacto se originó en la oposición, cuando los primeros enviados del presidente Peña Nieto buscaron acercamientos para hablar de las reformas necesarias. El PRD fue el pivote porque propuso algo más que contactos: la creación de un mecanismo institucional para planchar las reformas.
Pero el corto plazo ahogó las posibilidades del largo plazo: elecciones locales en trece estados, con la gubernatura no estratégica de Baja California. Agobiados por el factor Peña Nieto de la popularidad, el bono electoral del 2012 y el espacio amplio del Pacto, el PAN y el PRD decidieron bajar sus expectativas y condicionar el Pacto a supuestas o reales acciones electorales tradicionales del PRI.
El PAN y el PRD es la hora en que no han entendido la lógica de los procesos electorales: ante la imposibilidad de tobarse urnas, de manipular el padrón o de sobretirar credenciales electorales, la disputa por el voto se da en los regalos pero sobre todo en las expectativas. Y ahí el PAN ha salido perdiendo porque sigue en el espacio del votante ideal que ejerce su poder por actos de fe, cuando la sociedad que vota, la masa ciudadana, quiere llevar al gobierno a quienes le garanticen mejores programas asistencialistas. Y ahí el PRI y el PRD tienen toda la experiencia para conseguir votos a cambio de programas sociales.
Las posibilidades de reformas estructurales económicas y políticas se han estancado en la estridencia de las denuncias electorales. Pero las agendas de corto plazo movilizaron al PAN para detener su caída electoral que ha venido dándose desde las elecciones de 2006 y que en el 2012 lo colocaron en el tercer lugar de las preferencias electorales.
Lo malo para el país es que el Pacto, con todo y sus insuficiencias y sus fracturas hacia el interior de los tres partidos, se aparecía como el único camino para realmente avanzar en la redefinición del modelo de desarrollo. Y si a ello se agrega la forma en que el PRD ha manipulado los indicios de la reforma energética que tiene pensado el priísmo del presidente Peña Nieto, entonces se tienen todos los indicios para suponer que el Pacto ya se desinfló y sus reformas quedarán en una especie de miscelánea legislativa.
Los partidos hasta ahora no han entendido la dimensión de la crisis de México: a pesar de la inflación controlada y un crecimiento de 3% promedio, las necesidades del país requieren de una reorganización total del sistema productivo y de las reglas de inversión para conseguir un despegue del desarrollo. Se ha repetido hasta el cansancio la experiencia española de 1977: los Pactos de la Moncloa firmados por todas las fuerzas políticas y sociales construyeron el modelo de desarrollo que colocó a España en la dimensión de potencia económica; y en el mismo sentido, el fin del consenso por la transición tiene hundida a España en el umbral de su ingreso al tercer mundo.
El desvío del Pacto hacia senderos electorales no estratégicos también redujo los efectos de las reformas posibles. Los partidos no han entendido hasta ahora que el México del siglo XXI requiere de nuevas ideas políticas.
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