
¿Hacia dónde va México?
Oaxaca, Oax. 30 de junio de 2013 (Quadratín).- Siempre se ha creído que es sano que el gobernador cuente con el amor del pueblo, sin embargo, para Rousseau, es un amor precario y condicional, con el que los príncipes no se contentarían nunca. (Rousseau, El Contrato Social. Editorial Porrúa México, 1979, pp. 38-39)
Lo que realmente quiere el gobernante que el pueblo sea débil, miserable y que no pueda jamás resistirles. (Rousseau, Ob. Cit. p.39)
Esta tesis sobre el verdadero interés del gobernante sobre el pueblo, nos hace recordar de Rousseau a Maquiavelo: lo que importa es ejercer plenamente el poder; es más fácil ejercerlo sobre un pueblo débil y sumiso que sobre un pueblo que es capaz de sentir un sentimiento propio hacia el gobernante, aunque sea este de amor.
En los gobiernos de uno solo, sea monárquico o no se comenten grandes errores en la designación de los colaboradores. La ventaja del régimen republicano es evidente, por ello, Rousseau es acertado en decir que un efecto esencial e inevitable que hará siempre inferior el gobierno monárquico al gobierno republicano, es que en éste el voto popular casi siempre lleva a los primeros puestos a hombres esclarecidos y capaces, que hacen honor a sus cargos, en tanto que los que surgen en las monarquías, no son a menudo sino chismosos, bribonzuelos e intrigantes, talentos mediocres que una vez elevados a las altas dignidades de la corte, no sirven sino para demostrar al público su ineptitud (Rousseau, Ob. Cit. p.39).
Siempre habrá que evitar la discrecionalidad de los gobernantes para el nombramiento de sus colaboradores, el establecimiento de requisitos es indispensable.
Un buen gobernante es aquel que sabe del arte de la obediencia. El arte de gobernar, es una ciencia que se posee menos cuanto más se aprende que se adquiere mejor obedeciendo que mandando. (Rousseau, Ob. Cit. p.40). La unidad, el enlace y la conexión entre las partes del gobierno es un principio de buen gobierno, sin este, regularmente los gobiernos son malos.
Lo primero es que el Ejecutivo dependa más del Legislativo, segundo, que haya una relación mayor entre príncipe y el pueblo.
La distancia entre el pueblo y el gobierno es más cerca en la democracia y más lejos en la monarquía, por tanto, las contribuciones son menos en aquella que en éste.
Para Rousseau en cada clima existen causas naturales que pueden servir de norma para el establecimiento de formas de gobierno adecuada. Se hace la pregunta cuál es el mejor gobierno, no puede haber respuesta absoluta sino muy relativa, sin embargo, nos dice Rousseau, si se preguntara, porqué signo puede reconocerse si un pueblo, en específico, está bien o mal gobernado, cabría la posibilidad de una respuesta, si cada quien lo quiere resolver a su manera, el problema no tendría solución.
Para Rousseau hay un signo muy sencillo para identificar un buen gobierno o un mal gobierno. Parte de la pregunta: ¿Cuál es el fin de la asociación política? La conservación y la prosperidad de sus miembros y ¿Cuál es el signo más seguro de que se conservan y prosperan? El número y la población. No vayáis, pues a buscar en otra parte tan disputado signo. El gobierno bajo el cual, sin extraños medios, sin colonias, los ciudadanos se multiplicarían es infaliblemente el mejor. Aquél bajo el cual un pueblo disminuye y decae, es el peor. (Rousseau, Ob. Cit. p.45)
En todo régimen político existen dos procesos que son evidentes, la voluntad particular obra sin cesar en contra de la voluntad general. A pesar de que, en su origen, la voluntad popular ayudó a formular a la voluntad general. Habría que recordar que el simple hecho de la asociación deriva en voluntad general.
Por otro lado, el gobierno adquiere el carácter de voluntad particular, por tanto, también podrá estar en contra de la voluntad general o de la soberanía. Sobre el carácter particular del gobierno, es un gran descubrimiento de Rousseau. Por esta razón en el marco de un Estado, visto como asociación voluntaria, podrán existir diversos tipos de gobierno.
La asociación voluntaria puede crear una gran consecuencia de asociación cívica que determinará el tipo de régimen y de gobierno. En este sentido, estaríamos hablando de un hecho netamente político. La asociación voluntaria determina el régimen y lo hace netamente político. Por el contrario, cuando no existe la fuerza de la asociación, que debe ser netamente cívica, los hombres se someten a una organización del poder y no a una asociación política. La organización del poder a diferencia de la asociación política, busca sólo los intereses de los grupos en el poder, en lugar del interés en común. El predominio del dominio a través de la organización del poder significa la muerte de la política y el florecimiento del poder, sin más.
Cuando el gobierno deviene de una asociación política, regularmente es un gobierno que se pliega al interés común, en caso contrario, se subordina a los intereses de un grupo o una clase. El dominio por organización de poder siempre será oligárquico y regularmente antidemocrático.
Reflexionando sobre el caso oaxaqueño, podemos decir, sin temor a equívocos, que estamos ante una organización del poder y no ante una asociación política, el gobierno de la coalición simplemente se montó en esta organización. Cuando se vive en una organización política es evidente que hay una fortaleza del Estado y de su gobierno, por eso, Rousseau citando a Maquiavelo nos dice: que en medio de los asesinatos, de las proscripciones y de las guerras civiles, nuestra República adquiría mayor poderío: la virtud de sus ciudadanos, sus costumbres, su independencia, tomarían más efecto para fortalecerla que todas sus dimensiones para debilitarla las vicisitudes fortifican las almas. La especie prospera más a la sombra de la libertad que el abrigo de la paz. (Rousseau, Ob. Cit. p. 46)
Cuando el gobierno triunfa sobre la soberanía se transforma en una organización del poder. Toma como ejemplo lo que sucedió en la antigua Roma: La declinante transcendencia de la participación popular, la derrota en la lucha por mantener las instituciones republicanas, el empleo ingenioso de una fachada constitucional para ocultar el surgimiento de la monarquía y la creciente importancia de la burocracia eran pruebas de que los hombres estaban gobernados por una organización de poder en lugar de una asociación política. (Wolin Sheldon S. Política y Perspectiva. Editorial F.C.E. México 2012, p. 118)
La lucha constante del gobierno en contra de la voluntad general, llega al caso, incluso, del rompimiento del contrato social. La organización del poder es el ejemplo más evidente del rompimiento del contrato social. En los regímenes que se rompe este contrato, no hay gobierno, hay domino, esa es la consecuencia.
El gobierno, como toda obra humana, puede perfeccionarse o degenerarse, esta es una ley inexorable. Para Rousseau un gobierno se degenera cuando se concentra o cuando el Estado se disuelve.
Hay un proceso natural de los gobiernos, pasar de un gobierno democrático a uno monárquico, cuando se pasa del monárquico al democrático, más que en un cambio de gobierno tenemos un relajamiento, en los términos de Rousseau.
En esta tesitura, el gobierno bonapartista mexicano, es decir, el presidencialismo, al pasar a un gobierno de la alternancia, que no democrático, pero si competitivo en lo electoral, lo que tenemos es un gobierno relajado en sus resortes. Lo mismo se puede sostener en relación al gobierno oaxaqueño, por eso nos dice Rousseau: en efecto, el gobierno no cambia jamás de forma sino cuando, gastados todos sus resortes, queda demasiado débil para conservar lo que tiene. (Rousseau, Ob. Cit. p. 47)
Es evidente, que los últimos gobiernos priistas en el estado oaxaqueño, no relajaron los resortes del poder, en cambio, se puede sostener, sin temor a equívocos, que el gobierno llamado del cambio ha relajado demasiado los resortes del poder.