
Con Trump: no es campañita; entre la CIA y Boinas Verdes
Oaxaca, Oax. 23 de junio de 2013 (Quadratín).- Una debilidad del gobierno consiste estar integrado por una gran cantidad de administradores, pues el poder estatal se desgasta mucho tratando de resolver los problemas que le ocasiona una gran burocracia y que no atiende al pueblo.
Los administradores, de acuerdo a Rousseau tienen tres tipos de voluntades que se pueden transformar en acciones. En primer lugar, la voluntad propia del individuo, que atiende solamente a su interés particular. En el mundo moderno, esta voluntad es ya predominante; la gran mayoría de los administradores sólo observan su interés particular, de aquí la gran corrupción.
En segundo lugar, la voluntad común de los administradores, que regularmente gira en torno al gobernante, Rousseau le llama voluntad de corporación, se le puede llamar voluntad de equipo o voluntad de clase política o clase gobernante. Esta voluntad será siempre general respecto al gobierno y particular respecto al Estado. En tercer lugar, la voluntad del pueblo o voluntad soberana, que es general tanto con relación al Estado considerado como el todo, como con respecto al gobierno considerado como parte del todo.
Es lógico suponer que todas las leyes no deben considerar la voluntad particular o individual. La voluntad del cuerpo, propia del gobierno debe estar subordinada, en cambio la voluntad general o soberana siempre debe ser dominante y pauta única de todas las demás nos dice Rousseau.
En nuestro tiempo, las burocracias municipales, estatales y federales, son una gran rémora que el pueblo ya no puede soportar; siempre velan por sus intereses particulares y de grupo, son incompetentes, corruptas, pesadas, lentas, perversas, sin virtudes cívicas y además, sin consistencia ideológica alguna.
En el orden natural predomina la voluntad particular, luego la voluntad del cuerpo y por último, la voluntad general que es la más débil nos dice Rousseau; de suerte que, en el gobierno, cada miembro se considera primeramente en sí mismo, luego como magistrado y por último como ciudadano, graduación directamente opuesta a lo que rige el orden social(Rousseau. El Contrato Social. Edit. Porrúa, México, 1979, p. 34).
Es importante destacar que el tema de las voluntades, en el orden social se destaca las voluntad general, sin embargo, predomina primero la voluntad particular, las personas primero, se consideran como individuos, antes que como ciudadanos.
A los ciudadanos en general nos interesa que el gobierno sea eficaz, sea eficiente (lo mejor), resuelva los problemas sociales con prontitud y bajo costo, se necesita que la voluntad individual y la voluntad general estén fusionados, sucederá entonces, que el gobierno estará en uno solo. La voluntad general alcanza por ello, el mayor grado de intensidad posible.
Interesante esta tesis roussuniana , sobre la intensidad de la voluntad general, que se alcanza cuando se fusiona en un jefe de gobierno único. Si la voluntad general es la expresión ciudadana, estaríamos hablando de la eficiencia de la democracia como gobierno. Muchos no estarán de acuerdo en esta tesis, por eso, la considero interesante. Claro está cuando el gobierno no está fusionado en la voluntad general estamos hablando de una tiranía y no de una democracia.
Si el uso de la fuerza es una condición para alcanzar la posibilidad de la realización de la voluntad, la voluntad general que es una potencia, se puede sostener nos dice Rousseau, que el más activo de los gobiernos es el de uno solo( Rousseau. Ob. Cit. p.34.).
Aquí podemos hacer surgir la figura del líder, al ser el único en el gobierno y tener la potencia de la voluntad general. Es lógico suponer que contará con la voluntad del cuerpo administrativo.
Por el contrario, si hacemos que el cuerpo legislativo gobierne o el mayor número de ciudadanos tomen en sus manos el cuerpo administrativo, se confunde la voluntad del cuerpo con la voluntad general, se tendrá que el gobierno es una relación con la voluntad general. Tendrá una mínima fuerza relativa o de actividad. El gobierno sólo contará con su propia fuerza sin más.
El gobierno del legislativo es una contradicción, es la manera más natural de hacer del gobierno una nulidad. El Poder Legislativo debe ser un órgano de control del Poder Ejecutivo y no más. Los gobiernos congresionales son los más ineficaces de la historia gubernamental.
Aquí es importante destacar una tesis de Rousseau, de que las instituciones, como el gobierno, tienen siempre una fuerza por el sólo hecho de existir, sin embargo, se pueden potenciar o aumentar esas fuerzas a condición de su relación con las otras instituciones, en su caso, con la voluntad general. Pero si el gobierno no es uno solo y se conforma de varios, la debilidad del gobierno se hace constar.
Cuando el soberano confía a la mayoría del pueblo el gobierno se le llama democracia a este tipo de gobierno. En este tipo de gobierno hay más ciudadanos magistrados que simples particulares. Cuando se deposita el gobierno en manos de los menos se le llama aristocracia. Cuando se concentra el gobierno en uno solo se le llama monarquía. La división de los gobierno por el número de sus gobernantes es una tradición que nace con los griegos, en este caso Rousseau, sigue la tradición.
Rousseau parte de la tesis que en su división de las formas de gobierno, no existen mejores formas en lo absoluto sin considerar que cada una de ellas es la mejor en ciertos casos y la peor en otros, cabe la pregunta, ¿En qué casos la democracia es la mejor o peor forma de gobierno? Cabe hacer mención entonces, que la democracia es la mejor forma de gobierno en ciertos casos y no en todos los casos. Por ejemplo, en un momento de crisis social, es pertinente el gobierno de uno solo.
El autor de la ley sabe mejor que nadie cómo debe ser ejecutada e interpretada (Rousseau. Ob. Cit. p.35), pero no es conveniente ni saludable que el legislativo y el ejecutivo sea uno solo: porque debe de haber distinción entre ambos poderes; al confundirlos no existiría el gobierno. El legislativo no puede distraer su atención hacia objetos particulares, sino debe hacerlos en miras siempre generales. Al entrar en los negocios públicos el legislador se corrompe fácilmente.
El gobierno de la mayoría no ha existido nunca nos dice Rousseau, es contra el orden natural que el mayor número gobierne y los menos sean gobernados(Rousseau. Ob. Cit. p.36). Es más natural que sea en sentido contrario, que una minoría siempre gobierne a la mayoría.
Si es una ley inexorable de la historia que una minoría siempre gobernará a la mayoría, lo mínimo que se le puede exigir a la minoría es que sea legítima, es decir, que sea electa en procesos auténticos, además que esté capacitada, que goce de virtudes morales, pero además, que sea eficiente. ¿Es mucho pedir?