
Brilla Marimba infantil de Huayápan en festival Primavera Rodolfo Morales
Oaxaca, Oax. 12 de abril de 2013 (Quadratín).- Cereza rosa. Cara de Foca al micrófono. Tres danzones y un mambo. La trompeta suena y el ritmo a medianoche lleva tu cintura a la palma de mi mano derecha. La izquierda arriba, como jurando sobre la biblia, entre los dedos de tu manos izquierda.
Mano derecha que guía tu cintura breve en aquel vestido blanco con flores rojas que se agitan a tus pasos, vibraciones concéntricas como ondas de la desmesura por el impacto del cuerpo firme de mujer que se avienta en salto triple desde el trampolín de diez metros en la alberca.
Las piernas conducidas desde la punta de los pies. De puntitas así, como quien entra a una habitación ebrio y se sabe en falta. Y procura no despertar a nadie en su santa ebriedad, No importunar a nadie. Bailar mambo es como andar descalzo sobre cristales rotos, esparcidos.
Como un ritual santero, andar sobre la lumbre. Bailar mambo es convertir a la mujer en loca y hembra. Pechos arriba, muy arriba. Aire retenido en los pulmones. Sonrisa de difunta, congelada. Vientre plano, panza sumida que invita al sexo. Y ya la axila blanca se muestra poderosa. La axila blanca de la mujer que baila mambo es la extensión de la navaja que rasura, que se lleva lo sucio del día, que afeita el aire que toca a su paso.
Bailar mambo es coger delante de todos los invitados en la noche de fiesta de cumpleaños. Cara de Foca bien lo sabe. Cubano cubanísimo de todas las islas. Con su inglés champurrado delante del micrófono. Y su mano de flaco que conduce ganado, que arrea las bestias con pasos de baile. Ni hablar. Y tu pecho en mi pecho. Y tu aliento en mi aliento. Y tu persona toda en mi caja de versadas. Y tu rostro en mi mano derecha y tu aliento entre mis labios. Y tus cabellos en mis párpados. Sólo basta un mambo para que todo ocurra entre nosotros.
Foto: Internet