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México no se arrodilla ante EU, ya está postrado ante el narco
Oaxaca, Oax. 18 de marzo de 2013 (Quadratín).- El silencio atraviesa la calle mientras los hombres de la policía municipal beben cerveza en la esquina. Media naranja. Desde los senos que empujan al aire de domingo la adolescente toma la orden de los hombres de uniforme. En la calle florea la jacaranda en medio de los calores de la Cuaresma. La lumbre lame, lúbrica, el ojo de la cal. Huevos fritos al comal, mondongo, caldo de pollo, empanadas y memelas. Los hombres armados recién desmontaron turno. 24 x 24. La adolescente que los atiende lo sabe. Reconoce la furia ciega contra su cuerpo en el reflejo translúcido del mezcal. La niña desde sus senos altos atiende con diligencia a la clientela. Barre, riega el patio de tierra antes que el calor reviente sobre los cuerpos y miradas. Los gritos de la patrona la vigilan andar con sus nalgas apretadas a la vista de los hombres que anticipan la ebriedad en la sombra de la enramada. La paz de pertenencias y cuerpos, la vida, está asegurada por el color azul de los uniformes. La adolescente levanta su figura, senos y nalgas firmes, cintura breve, cabellera cortada casi a rape sobre el reflejo de unos dientes blancos como imagen inalcanzable en las páginas de una revista de otro país. Entran al negocio jóvenes cholos. Los policías se remueven en sus asientos mientras pasa veloz el demonio de una indirecta, montado en potro fino. Rompen la certeza del almuerzo dominical las detonaciones, el ulular de las sirenas de patrullas y ambulancias.
Foto: Ambientación