Día 23. Por oportunismo, crisis en Ciencias Políticas de la UNAM
Oaxaca, Oax. 12 de febrero de 2013 (Quadratín).- Aunque los despachos de prensa señalaban ayer la sorpresiva renuncia de Benedicto XVI al papado, en realidad era tema central en las conversaciones desde mediados de abril del 2011: el Papa había dejado entrever en el 2011 que podría renunciar al cumplir los 85 años de edad en abril del 2012.
En todo caso, lo que ha llevado al análisis más de fondo es el contexto de la renuncia: la crisis en la seguridad papal el año pasado cuando el mayordomo papal filtró cartas privadas del Papa donde se revelaron luchas por el poder en la Curia romana, amenazas de muerte contra Benedetto, deseos de abandonar la silla gestatoria y corrupción asociada a lavado de dinero.
Si como prefecto de Congregación para la Doctrina de la Fe había sido uno de los más duros cancerberos del Papa Juan Pablo II y su designación como Papa en el 2005 garantizaba la continuidad de la agenda del Vaticano, en los hechos la edad fue minando la fuerza no tanto para viajar o redactar él mismo sus discursos sino para moverse en las intrigas del poder que domina la vida cotidiana en el medio kilómetro cuadrado de Ciudad del vaticano y sobre todo en las bóvedas de la Basílica de San Pedro.
El régimen de gobierno del Vaticano es bastante complejo: su sistema de monarquía absoluta, electa y teocrática gobierna sobre más de mil millones de personas en todo el mundo que profesan la fe católica romana, pero con una influencia que le permite meterse en otras naciones porque como congregación religiosa tiene representantes religiosos en los sacerdotes en otros países que son designados desde Roma y por ello esos sacerdotes responden a un príncipe extranjero. Así, además de una estructura de fe, el Vaticano constituye una red internacional de poder terrenal.
Más que el contenido escandaloso de las revelaciones filtradas por el mayordomo del Papa, el llamado Vatileaks exhibió las intrigas dentro de Ciudad del Vaticano y arrolló el prestigio de importantes figuras. Una vez que el mayordomo Paolo Gabriele fue encarcelado, Benedetto XVI se entrevistó en privado con él y luego promovió su libertad. Algunas fuentes revelaron que había mucho más de la vida interna en el Vaticano que podría salir a la luz y que el costo del silencio había sido la liberación.
La versión de la renuncia del Papa que había sido difundida en 2011 por el periodista Antonio Socci fue desmentida en septiembre de 2011 por el entonces y aún hoy vocero del Vaticano, el jesuita Federico Lombardi; aunque dijo que los rumores eran infundados, Socci se había basado en una entrevista a Peter Seewald, para el libro Luz del mundo, en la que Benedetto XVI afirmó:
Cuando un Papa se da cuenta claramente que no tiene capacidad física, mental o sicológica para llevar adelante la tarea que se le encomendó, entonces tiene derecho, y en algunos casos el deber, de renunciar.
La edad es ya una situación de hecho en algunas decisiones: Juan Pablo II excluyó de voto para elegir Papa a cardenales mayores a 80 años y los obispos deben de pasar a retiro a los 75 años como jubilación obligatoria. Benedetto XVI asumió el papado a los 78 años de edad.
Por la secrecía, por el escándalo de los papeles del Vaticano revelados y por la agenda de la crisis en la fe religiosa católica ante el avance del islamismo, la renuncia de Benedetto XVII significa una fase de crisis en la dirección política y religiosa del Vaticano. Los sucesores enlistados –casi una veintena– carecen de trabajo previo, no disfrutan de redes de poder político y se encuentran aislados en los ánimos de los 124 cardenales que pueden votar, de los 212 existentes.
La agenda terrenal del Vaticano se había distendido por el fin de la guerra fría y por el papel activo de Juan Pablo II en el desmoronamiento del régimen comunista de Polonia y de la Unión Soviética. La revelación de documentos privados había sido un escándalo mediático por el tono de algunas revelaciones, pero en realidad no había cimbrado las estructuras religiosas y de poder de la Curia romana. El carisma de Juan Pablo II y la fuerza inicial de Benedetto XVI habían permitido una continuidad de tareas políticas y religiosas. Los escándalos del Banco Vaticano y sus fraudes y la muerte de Juan Pablo I a treinta y tres días de su ascenso habían sido descontados por la fuerza del poder religioso de Roma.
La sucesión de Benedetto XVI se moverá en tres coordenadas: la edad, los planes de reorganización de la estructura de poder de la Curia romana y el país de origen del próximo Papa. Juan Pablo II fue polaco y Benedetto XVI nació en Alemania y durante siglos el Papa salía de Italia. Por lo pronto, en el entorno de Benedetto XVI pululan cardenales con orígenes diversos: Canadá, Nueva Guinea, Honduras, Estados Unidos e Italia.
En la lista de una veintena de cardenales que han aparecido en algunos despachos de prensa no destaca ninguna figura destacada porque Benedetto XVI atenuó las luchas políticas. En este sentido, el próximo Papa saldrá de los acuerdos de última hora que comiencen a hacerse entre los 1254 cardenales votantes, de nueva cuenta ya sin la influencia decisiva de los italianos.
Las designaciones de los Papas obedecen a acuerdos por objetivos: Juan XXIII promovió la apertura de la iglesia, Paulo VI quedó atrapado en la guerra fría, Juan Pablo I murió a los treinta y tres días de electo, Juan Pablo II fue el papa que llegó del frío comunista y su tarea fue contribuir a la derrota de la URSS y Benedetto XVI trató de continuar la tarea de control interno de la iglesia y se consideró siempre como un Papa del interregno.
La designación de su sucesor permitirá saber si realmente su papado fue bisagra para un nuevo ciclo, si se cumpliría la profecía del fin de la iglesia católica o si Roma tratará de reconstruir su fuerza moral y religiosa que salió lastimada por los nuevos derechos sexuales en el mundo occidental. Todo dependerá del perfil y la edad del nuevo Papa.
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