
México y Canadá, realidades distintas
Oaxaca, Oax. 10 de febrero de 2013 (Quadratín).- Platón en su libro las Leyes, afirma categóricamente que todos los sucesos de la vida de los hombres y de las comunidades son producto del azar o de la fortuna. Esta sujeción a los factores externos del hombre tiene todavía importancia para el hombre y de sus sociedades de hoy en día. Sin embargo, existe la otra tesis de que el azar o la fortuna es una construcción o constructo humano, en que por ende, dependerá de la voluntad del ser humano, de tal manera que la suerte o el azar es para quien la construye y la busca.
Estas dos tesis adquieren una importancia fundamental cuando se relacionan con la acción política o con la función de gobierno. Muchos gobernantes le atribuyen a la buena o a la mala suerte del éxito o fracaso de su gestión gubernamental, de aquí de la importancia de abordar el tema. Podemos derivar la pregunta: ¿Qué tanto influye el azar, la suerte o la fortuna en los actos de gobierno? ¿Vale más tener a un gobernante con buena fortuna que a un gobernante preparado?
Si Platón argumentaba que todo se debe al azar, los sofistas griegos sostenían que una cuidadosa planificación y preparación ante las circunstancias cambiantes, pueden reducir considerablemente el papel de la fortuna en los asuntos de gobierno y de los hombres en particular. Se sostiene que el mexicano es más dado a otorgarle valor al azar que a la racionalidad y que esta cultura repercute en su gobierno.
Si a la fortuna le agregamos la importancia de Dios en los actos del hombre estamos ante la providencia, luego entonces, la providencia y la conexión entre Dios y el azar en los actos humanos. Los gobiernos conservadores son más proclives a estar sujetos a los mandamientos de la providencia que los gobiernos de izquierda, con esto sostenemos que existe una teoría providencial de la política.
Esta idea conservadora de atribuirle a la buena fortuna el éxito de la gestión gubernamental, supone entonces que tal éxito o fracaso no es posible atribuírselo al pueblo, por lo que estaríamos ante una concepción antidemocrática.
Por lo anterior, el providencialismo político va más de la mano con un orden jerárquico, con un despotismo y con un orden político mucho más rígido; se trata de evitar con ello todo conflicto y desorden social. De esta manera surge la dicotomía entre providencia y racionalidad, en el entendido de que la racionalidad es más propia de gobiernos democráticos. Por ello, no es de extrañar que se pueda hacer la pregunta de que la fortuna se puede dominar por la virtud, la prudencia y la inteligencia, nuestra tesis es que si es posible reducir al máximo la contingencia (la fortuna) con estos atributos.
Una primera afirmación de Maquiavelo en su Libro El Príncipe es el siguiente: a fin de que no se desvanezca nuestro libre albedrío, acepto por cierto que la fortuna sea juez de la mitad de nuestras acciones pero que no deja gobernar la otra mitad, o poco menos (Maquiavelo, N. El Príncipe. Editores Unidos. México, 2002. p. 141). A pesar de esta afirmación de Maquiavelo que parece invitarnos que para los gobernantes no hay remedio del impacto de la fortuna, sin embargo, en el mismo libro citado afirma que la fortuna se manifiesta con todo su poder allí donde no hay virtud preparada para resistirle y dirige sus ímpetus allí donde sabe que no se han hecho diques ni reparos para contenerla (Maquiavelo. op. cit. p. 141). Luego entonces, se es posible limitar el poder de la fortuna mediante la virtud y la acción racional humana.
Es importante destacar que para Maquiavelo la fortuna es un fenómeno netamente humano, no tiene nada que ver con Dios, por tanto, no es providencia, sin embargo, existe en cuanto tal. Son las acciones humanas las que pueden derivar de tener buena o mala fortuna, por ejemplo: si un gobernante no se adapta a las nuevas circunstancias de los tiempos y sigue con sus maneras tradicionales de proceder, puede ocurrirle tener mala fortuna en sus decisiones, por eso Maquiavelo afirma que en verdad si alguien fuera tan sabio de conocer los tiempos y los órdenes de las cosas, y pudiera acomodarse a ellos, tendría siempre buena suerte o siempre evitaría la mala suerte y llegaría a ser verdad que el sabio manda a las estrellas y al destino. Pero como no existen los sabios, porque los hombres no tiene la visión de futuro, y porque no pueden mandar a su naturaleza, se sigue que la fortuna cambia y manda a los hombres y los tiene subyugados (Vatter, Miguel. La Política del gran azar: providencia divina y legislación en Platón y en el Renacimiento. En: Vatter, Miguel y Miguel Ruiz Stull. Política y acontecimiento. F.C.E. México. 2011, p. 50).
Con esto se quiere decir de que como el hombre tiene un límite en el conocimiento de la verdad y por su naturaleza constituida por costumbres y hábitos, no le es posible el dominio pleno del impacto de la fortuna, sin embargo, existe la posibilidad de que pueden cambiar de costumbre y de hábitos y adaptarse a las nuevas circunstancias. Aquí es donde interviene la acción política en cuanto praxis para cambiar y estar menos sujetos a la fortuna.
Por eso Maquiavelo puede concluir que como la fortuna varía y los hombres se obstinan en proceder de un mismo modo, serán infelices mientras vayan de acuerdo con la suerte e infelices cuando estén en desacuerdo con ella. Sin embargo, considero que es preferible ser impetuoso y no cauto porque la fortuna es mujer y se hace preciso, si se le quiere tener sumisa, golpearla y zaherirla. Y se ve que se deja dominar por éstos antes que por los que actúan con tibieza. (Maquiavelo, N. El Príncipe. Editores Unidos. México. 2002. p. 143).
Los gobernantes tibios y poco audaces siempre estarán sujetos a la fortuna y más aún a la providencia, porque cuando los gobernantes tienen poca virtud, la fortuna mostrará de manera implacable su poder.