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Los aranceles que vienen
Oaxaca, Oax. 20 de enero de 2013 (Quadratín).- En este ordenamiento político, en los tiempos del Partido Revolucionario Institucional, el gobernador ocupaba un lugar preponderante, era el eje en que giraban los demás actores de la política; los gobernadores oaxaqueños eran los únicos responsables de la conducción del gobierno, las demás instancias eran de acompañamiento de toda gestión del titular del Poder Ejecutivo. La concentración del poder político en una sola persona le confería fortaleza pero a la vez lo hacía el principal objetivo de toda desestabilización, su fortaleza era su debilidad. Todo gobierno personalizado es en sí mismo un gobierno débil porque le falta la profundidad de las raíces de la institucionalización. Más cercano al abuso que al apego a la ley; los humores del gobernante repercutían en la conducción gubernamental; adquiría preponderancia el estilo personal de gobernar: los ha habido populistas, tecnócratas y providencialistas. Su clasificación en cuanto régimen trae consigo problemas teóricos. Lo más fácil era clasificar al régimen oaxaqueño dentro de los autoritarios; se está de acuerdo de que no era un régimen democrático, por el modo en el ejercicio gubernamental, sin embargo, su especificidad es motivo de un análisis mucho más profundo.
Si todo poder político es producto de la correlación de la lucha entre las clases sociales y si esta correlación está constituida en una determinada manera, que ocupa un tiempo considerable, vale la pena tratar de ubicarlo como una forma especial del ejercicio del poder público, por ello, le hemos llamado bonapartista a esta forma especial.
Al ser un árbitro imparcial en la lucha de las clases y tener como base a los pueblos indígenas, al bonapartismo oaxaqueño le es propia una acepción específica de la política: como remedio de los males sociales, como medicina que habría que aplicar para sanar al cuerpo social. De aquí se deriva la concepción de la sociedad como un cuerpo social sujeto a los vaivenes de la naturaleza y de la posible influencia de procesos de descomposición. Las enfermedades sociales habría que combatirlas a través de la política para devolverle el cuerpo sano. Sobre esta concepción de la sociedad como cuerpo, Foucault sostiene: Por el contrario, es el cuerpo de la sociedad el que se convierte, a lo largo del siglo XIX, en el nuevo principio. A este cuerpo se le protegerá de una manera casi médica: en lugar de rituales mediante los que se restauraba la integridad del cuerpo del monarca, se van a aplicar recetas, terapéuticas tales como la eliminación de los enfermos, el control de los contagiosos, la exclusión de los delincuentes. La eliminación por medio del suplicio es así reemplazada por los métodos de asepsia: la criminología, el eugenismo, la exclusión de los degenerados (Foucault, Michel: Microfísica del Poder. Editorial La Piqueta. 1980, p.103).
Al no haber la competencia por el poder, el bonapartista se permite a sí mismo de aparecer como el gran médico del cuerpo social que tiene por objetivo mantenerlo en buen estado. Las clases más menesterosas serán su principal objeto de acción política y administrativa.
La extirpación de los males sociales y la conservación del cuerpo social a través de la acción administrativa será la medida de la legitimidad gubernamental. La contabilidad de los beneficiados será considerado como referencias del éxito gubernamental. Nadie puede dudar que de estas acciones nazcan los afectos positivos de la población hacia el gobernador. Algunos podrán afirmar que esta característica de la acción política es propiamente nacional, sin embargo, se puede afirmar que en Oaxaca se acentuaba mucho más esta forma que adquiere la acción política.
Claro está, esta concepción de la acción política está lejos de la concepción liberal de que es la propia sociedad constituida por individuos libres, responsables, se dice, del progreso social. La sociedad obedece a una lógica de competencia derivada del mercado. El escaso desarrollo de las relaciones mercantiles y de la no constitución de una fuerte presencia empresarial, en Oaxaca, es un factor que permite la preservación y prevalencia de la acción política como cura de la enfermedad o concepción médica.
Por otro lado, los excluidos, los desposeídos, o los enfermos están tan débiles y faltos de organización que necesitan de la acción médica del Estado para su propia preservación. Los hijos predilectos del régimen son los pueblos originarios, pues son motivo preferente de la acción gubernamental, no para emanciparlos de su conducción sino para seguirlos manteniendo en sus condiciones miserables, pues así son útiles al Estado.
En el ámbito de las clases, el bonapartismo oaxaqueño, se afirma como el régimen más idóneo para la dominación y en su caso para el gobierno. Por esta razón, como lo hemos afirmado, el gobierno como providencia domina en este régimen político. Ahora no es el médico el que está presente sino el cura, el párroco, el padre, que por medio del discurso de la esperanza reafirma su dominio sobre la población.
Hacia el año 600 a.c. el gobernante griego Solón fue uno de los primeros gobernantes que logra situarse por encima de la lucha de las clases, en este caso entre los oligarcas y los agricultores. Como árbitro imparcial, Solón logra establecer una serie de principios de gobierno que lograron la estabilidad política, luego entonces, se puede sostener que la existencia de gobernantes que no responden directamente a un interés de clase es posible.
El régimen personalizado, como lo es el bonapartismo, le es propia la fragilidad, la falta de continuidad, los cambios bruscos de estrategia y concepción de gobierno, los objetivos administrativos son cambiantes, porque dependen, en gran parte, a los humores, estilos y modos del gobernante bonapartista; ya hemos hablado de la escasa institucionalización de este tipo de régimen.
Se puede sostener, sin temor a equivocarnos, que el gobernante bonapartista es un pragmático de la política por excelencia, esto quiere decir que en su acción política es muy concreto, determinado. Es concreto en los hechos, es un ser actuante en búsqueda constante del ejercicio del poder. Se aleja de la racionalidad y se guía más por el instinto. En el pensamiento no es dogmático, es empirista. Ningún resultado en particular, pues, sería sólo una actitud para orientarse, en eso consiste el método pragmático. La actitud de apartarse de las realidades, los principios, las categorías y las supuestas necesidades, y de dirigir las miras a lo que suceda más adelante, los frutos, las consecuencias, los hechos. (James, William. Pragmatismo. Alianza Editorial, 2000, p.85).
Al bonapartista le interesan los hechos, los resultados, las consecuencias de la acción de gobierno para actuar en forma inmediata. El conocimiento, en este sentido, es manejo, no abstracción.