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Reforma de maíz transgénico: ¿camino a soberanía alimentaria de México?
Oaxaca, Oax. 11 de noviembre de 2012 (Quadratín).- En Estados con deficiente desarrollo institucional como Oaxaca, adquiere suma importancia el modo de gobernar. Cualquier mexicano medianamente instruido puede diferenciar los modos de gobernar de Ernesto Zedillo, de Carlos Salinas o de Vicente Fox. Será capaz de diferenciar cada modo y las consecuencias de las acciones políticas que se derivan de esos modos. En Estados en donde hay una madura vida institucional de gobierno, el poder se vuelve visible, pero donde su dominación se vuelve invisible, más allá de sus efectos, como son los casos de gobiernos con poco desarrollo institucional. Los modos de gobernar son más evidentes en gobiernos con poco desarrollo de sus instituciones políticas.
Es indudable que en un régimen político con instituciones maduras y estables, lo hombres las observan y las respetan, en este sentido, a mayor desarrollo institucional hay menos necesidad de una relación personal con el gobernante y en caso contrario, el gobernante se convierte en el eje central del régimen político. Por esta circunstancia histórica da lugar la importancia del modo de gobernar.
La madurez de un régimen político se observa bien cuando la política se comienza a estudiar e interpretar a partir de sus instituciones. . A la debilidad institucional encontramos que la politicidad de la acción la encontramos en sus modos. Luego entonces, será explicable que la acción a la vez sea explicable políticamente, es menester buscar y analizar la modalidad que adopte. Si la acción política es explicable por el modo de proceder, luego entonces, la fenomenología del modo es el camino para explicar la esencia de la acción que se llame así misma política.
Es importante que el modo de gobernar busque la concordia con las circunstancias y los tiempos; nunca buscar que los tiempos y las circunstancias se adaptaran al modo, pues esto hablaría de un ejercicio autoritario y despótico del poder. . Ser plano en el modo es una expresión que los hábitos y las pasiones dominan a las razones y a la razón. Por eso, para Maquiavelo el político puede sujetar su acción a un determinado modo; por ejemplo: la crueldad bien usada. Pero el mismo político se sujeta a determinados modos de proceder, para lograr un determinado objetivo político.
Si bien es cierto que el modo debe de ubicarse en las circunstancias y los tiempos, también deberá tomar en cuenta y buscar sujetarse a las leyes; el político debe de aprender tanto por los hábitos y modos de actuación como por la vía preceptiva y normativa de las leyes (Sánchez-Parga José: Poder y Política en Maquiavelo. Homo Sapiens, Editores, 2005). Los modos de actuación de los gobernantes deberán ser correspondientes a la eficacia política. Es en sus modos en que se puede evaluar la calidad de los gobiernos. Mismas prácticas gubernamentales se aprecia más por sus modos de implementación, es una realidad.
Un modo personal de gobernar, común en muchos políticos y gobernantes, que a primera vista parece una buena manera, es gobernar con la ley en la mano; esto tiene sus asegunes porque se gobierna con el arte de la política y no con el arte de las leyes. Además de que se entiende que la eficacia de una ley depende de la eficacia de la política y no al revés, es decir, de que la eficacia de la política dependa de la eficacia de la ley. Maquiavelo lo expresa muy bien cuando sostiene qué: no puede haber buenas leyes, donde no hay buenas armas y donde hay buenas armas, conviene que haya buenas leyes (Sánchez-Parga José: 2005, p.476).
En pocas palabras, Maquiavelo nos dice que no se puede asegurar la eficacia de las leyes sin la fuerza de la política, que obligue su cumplimiento y sancione sus infracciones.
En la dialéctica entre legalidad y legitimidad se demuestra la supremacía de la política. Así, un gobierno legalmente constituido puede volverse ilegítimo en sus usos o ejecuciones y resultados; también un poder constituido ilegalmente, en cuanto a su constitución y producción, puede adquirir legitimidad en su práctica y sus obras, .además de que habría que evitar siempre recurrir a las leyes para compensar la falta de legitimidad de gobierno, como tampoco se vale investir de legalidad un gobierno que mediante sus actuaciones ejerza un poder ilegitimo y arbitrario.
Un gobierno que gobierna por decreto es un gobierno débil y poco eficaz, pues que siendo incapaz para legitimarse políticamente se ve en la necesidad de recurrir a la ley. Maquiavelo es muy claro al respecto, pues piensa que un Estado que se judicializa y se vuelve hiperlegislativo, tratando de fortalecerse por medio de las leyes, es un Estado o gobierno políticamente débil y que a su vez se debilita. Toda excesiva legalización del poder es un proceso de despolitización que conduce a gobiernos incompetentes, lentos, torpes, inseguros, corruptos y poco eficaces para el buen gobierno de la sociedad. Que con esto no se quiera entender la importancia de las leyes, de ninguna manera, pues sin ellas, en principio no es posible el hecho de vivir juntos; lo que se está recalcando es que las leyes son instrumentos de la política para lograr la buena convivencia entre los hombres que viven en sociedad. Por otro lado, es bien cierto de que las condiciones de seguridad y libertad humanas no son garantizadas por la existencia de la ley por sí misma, sino por las condiciones políticas de su producción y de su ejercicio. También se debe cuestionar la legitimidad de la producción de la ley para que sea eficaz.
En resumen, siguiendo a Maquiavelo se puede sostener que la ley: comporta una abolición de la violencia sin dejar de ejercerla; requiere observancia y obediencia al mismo tiempo que libera de otras posibles obediencias y sometimientos; presupone la lucha, pero sin eliminarla la ordena; legaliza y en cierto modo legitima la acción política, sin dejar de ser independiente de ella; es parte del poder, pero actúa como un contrapoder (Sánchez-Parga José: 2005).