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México no se arrodilla ante EU, ya está postrado ante el narco
+ Los graves dilemas de Obama
+ Desmantelar/fortalecer imperio
Washington, D.C., 09 de noviembre de 2012 (Quadratín).- A la distancia, las elecciones presidenciales del martes 6 fueron una aduana política para el presidente Barack Obama rumbo a un segundo periodo en la Casa Blanca. Pero los escenarios de su segunda presidencia son de redefiniciones fundamentales.
1.- Delimitar la agenda política de los Estados Unidos como reflejo de los nuevos equilibrios políticos y geopolíticos.
2.- Establecer la agenda política del propio Obama en función de los compromisos adquiridos en la campaña con las minorías.
Es decir, Obama tendrá que optar entre la consolidación del sistema imperial o transitar a los Estados Unidos a objetivos sociales que ya no pasan por las consideraciones del viejo imperio. Como Gorbachov en 1989, Obama enfrentará el dilema de abandonar el capitalismo depredador para completar la transición de los imperios hacia un sistema económico estadunidense más local, más justo y ajeno a los sueños de grandeza.
El discurso político de Obama en el 2008 fue de cambio; basado en la teoría de los derechos de Harvard –sustento ideológico de la izquierda estadunidense con tentaciones socialistas–, el proyecto de Obama se orientó a consolidar una política de desarrollo para las mayorías marginadas del capitalismo, sólo que la crisis heredada de Bush y su propia novatez en el ejercicio del poder en Washington impidieron avanzar. El voto de las minorías marginadas de todos los sectores no fue por la restauración del capitalismo depredador y codicioso sino por un Estado de bienestar definido, impulsado y garantizado por el Estado.
Sólo que ese Estado de bienestar va a implicar un cambio estructural en el sistema capitalista y en el pensamiento norteamericano; por lo pronto, el alejamiento de los Estados Unidos de su papel imperial del pasado de zonas de conflicto –América Latina, Europa, Medio Oriente, Asia y Europa del Este– ha permitido atisbar en los alcances de los objetivos de Obama, pero a costa de tener que abandonar hegemonías que afectan el papel imperial.
La segunda presidencia de Obama será definitiva para saber si conducirá una transición ordenada del viejo imperio a una nación sin intereses geopolíticos o si la ausencia de los EU generará nuevos equilibrios de dominación militar, económica y territorial que sin duda retardarán la recuperación económica y social de la crisis.
El cambio de enfoque geopolítico de los EU implicará costos graves; por ejemplo, el repliegue militar deberá conducir a una reducción del gasto en las fuerzas armadas y una rebaja en el número de efectivos, pero sin lograr un cambio en el posicionamiento estadunidense en los conflictos. Ahí está la crisis con Irán por el avance nuclear árabe que ha obligado al stablishment de seguridad nacional de los EU a involucrarse en advertencias contra Teherán.
El punto central del modelo de Obama radica en la definición aún no explícita de que se terminó el imperio estadunidense; por lo pronto, Washington dejó suelta a América Latina sin importar su inclinación al socialismo, luego del golpe de Estado operado por Washington contra el gobierno socialista chileno de Allende en 1973. Hoy el interés estadunidense radica en convenios comerciales y no en la imposición de un determinado sistema político. Sin embargo, los gobiernos latinoamericanos siguen dependiendo de su subordinación a la Casa Blanca.
El segundo periodo de Obama será muy corto para redefinir el rumbo del imperio, estará acotado por la crisis económica por las erradas políticas anticrisis y no será suficiente para convencer a los estadunidenses de que el viejo modelo imperial ya se terminó y que los EU abandonan el intervencionismo que era decisivo para el mantenimiento del american way of life o modo de visa estadunidense. A ello se agrega el hecho de que una disminución del modelo imperial implicará una rebaja en el nivel de vida del ciudadano medio porque habrá que redistribuir la riqueza. El debate en torno a las estrategias de reactivación son apenas un indicio: sacrificar el capitalismo estadunidense para apelar a un sistema más justo, pero con controles de la especulación financiera que ha sido un complemento en los ingresos del estadunidense medio.
Gorbachov logró el cambio en la Unión Soviética, pero a costa de liquidar no sólo el imperio soviético sino a la propia Unión Soviética. Los EU no son repúblicas asociadas por un origen histórico más unido, pero con estados suficientemente fuertes como para optar por el independentismo si acaso se diluye el Estado imperial. Al final de cuentas, el cambio en el objetivo de nación de los EU de un imperio a una nación con compromisos sociales con los marginados que ya suman casi la mitad y que –tuvo razón Mitt Romney– viven sólo del subsidio estatal no será terso porque implicará sacrificar el alto nivel de vida de la otra mitad.
En medio de un limitado espacio, sin posibilidades de extender su mandato un tercer periodo y sin un sucesor que encarne el objetivo de reconfiguración del imperio estadunidense, Obama podría quedare atascado en el pantano de los grupos de poder de Washington, profundizar la crisis y el descontento de clases y abrir un hueco por donde los republicanos podrían regresar a la Casa Blanca.
En un corto espacio de tiempo, Obama estará atrapado entre la crisis económica que requiere de salidas ortodoxas y la agenda social comprometida en las elecciones. Pero su gran decisión estará en ver si va hasta el fondo para una salida Gorbachov para los Estados Unidos o si la red de intereses del sistema político estadunidense lo obligará a consolidar el imperio. Obama tendrá que determinar el peso de sus compromisos con las minorías que lo asentaron por segunda ocasión en la Casa Blanca.
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