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Almuzara Libros México, presente en la FIL de Palacio de Minería
Oaxaca, Oax. 02 de noviembre de 2012 (Quadratín).-Gracias a José Emilio Pacheco lo popular empezó a formar parte de lo literario. Fue él quien utilizó por primera vez en la literatura mexicana los nombres Bugs Bunny, tae kwon do y quien descubrió quién era El Santo, señaló el narrador Juan Villoro durante el homenaje que se rindió anoche en la ciudad de Oaxaca al autor de Las batallas en el desierto.
La aportación del poeta, novelista, ensayista y traductor nacido en la ciudad de México en 1939, ha sido ilustrarnos con la cultura que contienen sus relatos. Pero no sólo eso, agregó, ha sido también la conciencia cívica de toda una generación y la voz de alerta ante la debacle ecológica, signo de nuestros tiempos.
El escenario del teatro Macedonio Alcalá se convirtió en una cómoda sala donde sus amigos se refirieron al homenajeado, tocando desde detalles de su vida personal, hasta sus aportaciones literarias, como, traductor, pensador y humanista.
Guillermo Quijas, coordinador general de la Feria del Libro, dedicada este año a José Emilio Pacheco, resalto sus cualidades como un autor de pluma sencilla que habla nuestro idioma y toca los conflictos que nos atañen a todos.
Margo Glantz, experta en Sor Juana Inés de la Cruz, amiga de José Emilio, lo recordó como un precioso niño catedrático que a sus 23 años era delgado y tímido, con una memoria y cultura deslumbrantes. Yo no recuerdo ni dos versos de Sor Juana y eso que soy su experta, reconoció.
Sergio Pitol a su vez, habló de la tradición humanista el estilo clásico que construyó Pacheco, a quien conoció a través de la lectura de sus primeros cuentos donde presumía ya un dominio del idioma y una arquitectura estética firme aunque poco visible.
El homenajeado, al centro de la sala, escuchaba con atención a sus amigos recargando a veces la barbilla sobre su bastón. La periodista Cristina Pacheco, su esposa, le acompañó todo el tiempo.
Cuando llegó el momento de su intervención, José Emilio Pacheco dijo sentirse anonadado por el homenaje que le tributaron sus amigos de toda la vida Margo Glantz, Sergio Pitol y Juan Villoro, al que conoce desde que tenía cuatro años.
Mencionó que no conoce el sentimiento de la envidia, pero que, de hacerlo, sentiría envidia por Juan Villoro, porque él habla alemán, y yo que viví cerca del Colegió Alemán, no.
También agradeció a Marcelo Uribe, su editor, y recordó cómo fue que escribió el guión de la película El castillo de la pureza dirigida por Arturo Ripstein.
Por último, agradeció a todos por la cálida recepción y comentó que Oaxaca es una ciudad donde perdió el miedo a hablar en público, lo cual hizo con desenfado ante un público que colmó con sus aplausos al autor de los poemarios Fin de siglo, Los elementos de la noche, Los trabajos del mar y La arena errante.