
De la misma manada
Oaxaca, Oax. 28 de octubre de 2012 (Quadratín).- Oaxaca es una entidad federativa con un gran número de migrantes. Habitantes de las diferentes regiones llegan a vivir a la Ciudad de Oaxaca en busca de mejores oportunidades de vida. Existe un constante flujo migratorio dentro del mismo Estado y hacia los Estados Unidos. Ésto provoca, en algunos casos, fenómenos sociales tales como pérdida de identidad, fusión cultural, discriminación, incremento de la violencia, delincuencia, más familias monoparentales (integradas generalmente por madres de familia), además de conflictos agrarios entre pueblos por límites de tierras, cuando la migración es en la Entidad.
Pérdida de identidad, cuando el grupo social que emigra a la ciudad de Oaxaca, a otro Municipio importante del Estado, a los Estados Unidos u otro Continente tiende a no conservar su lengua materna, tradiciones y costumbres, su gastronomía, indumentaria, los festejos en día de muertos y fiestas patronales, y más bien pasan asumir otros roles culturales o modismos occidentales en la forma de hablar, vestir, comer y de sus preferencias musicales, eso que se denomina transculturación (transculturación).
No en todos los casos ocurre, porque también hay comunidades que a pesar de emigrar fuera del país preservan sus tradiciones culturales, festejan a sus muertos, conservan el gusto de portar en determinadas ocasiones ropa típica, sembrar sus chiles serrranos o de agua, consumir tortilllas elaborar el tradicional quesillo, oír y organizarse para interpretar la música de la banda mixe u otros géneros autóctonos y realizan incluso la tradicional Guelaguetza. En síntesis ,se convierten en verdaderos promotores y difusores de su idioma y de la cultura oaxaqueña, independientemente de que hablen inglés, francés, etcétera.
Actualmente, debido a la globalización y comercialización internacional, los productos oaxaqueños han entrado en los mercados del mundo. Tal es el caso del mezcal, chocolate, mole, barro negro, los alebrijes y tapetes de Teotitlán del Valle. En la Unión Americana, en ciudades como los Ángeles, Dallas y San Antonio, viven y trabajan una gran cantidad de migrantes mexicanos de todas las edades, especialmente oaxaqueños, que se han organizado para formar sus comunidades hispanas con el objeto de preservar su cultura y defender sus derechos.
Muchos oaxaqueños que emigran a las ciudades fronterizas y a los Estados Unidos y que trabajan en los campos de naranja, tomate, viñedos, centros comerciales, fábricas, maquilas, estadios y en la construcción, no cuentan con seguridad social, son objeto de explotación laboral, abuso, violencia constante y hasta muerte por parte de las autoridades fronterizas por estar radicando en el vecino país con una situación migratoria irregular.
El aumento de la violencia y delincuencia también se produce porque algunos paisanos que regresan a sus comunidades de origen han ingresado al submundo del alcohol o la droga e incluso han sido infectados por el VIH. Cuando retornan a sus lugares de origen se dedican a robar y al narcomenudeo para poder sufragar su adicciones, llegan a organizarse en bandas y a generar un clima de descomposición social en sus núcleos de población.
Para evitar estos fenómenos es importante que en los municipios del Estado se logre la autonomía alimentaria y se fortalezca el desarrollo regional sustentable. Ello es esencial para que la gente no emigre a otras ciudades y países buscando desde luego, mejorar sus índices de desarrollo humano, aunque en el camino sean víctimas del crimen organizado al intentar cruzar la frontera ilegalmente.
La industria de los biocombustibles, los productos orgánicos, artesanías y otros bienes culturales que se producen en estas comunidades indígenas deben convertirse en un motor importante para su desarrollo y empoderamiento. Las oportunidades de progreso deben ser generadas por el mismo Estado con el apoyo de la sociedad civil organizada y la participación de las comunidades indígenas autónomas.