La Constitución de 1854 y la crisis de México
Oaxaca, Oax. 21 de octubre de 2012 (Quadratín).- ¿Por qué la gran mayoría de los ciudadanos mexicanos sentimos la ausencia de gobierno?. Esta ausencia se manifiesta por el temor que sentimos por nuestras vidas, propiedades y la falta de seguridad para todas nuestras familias, amigos y de la propia sociedad. Ya no tenemos esperanza sobre el futuro, vivimos al día y el momento. La respuesta a todo este fenómeno de la falta de esperanza es que en nuestra tabla de valores, predomina como vía de escape el entretenimiento, que consiste en escapar del aburrimiento y de la cotidianidad que trae la desesperanza. Escapar del aburrimiento trae como consecuencia la banalización de nuestras relaciones, nada es firme, nada dura, todo es frágil. Hay una globalización de lo frívolo y los medios de comunicación, desde los más tradicionales hasta las redes sociales confirman esta tesis.
En nuestro días el consumo masivo de mariguana, cocaína, éxtasis, crack, heroína, etcétera, responde a un entorno cultural que empuja a hombres y mujeres a la busca de placeres fáciles y rápidos, que los inmunicen contra las preocupaciones y responsabilidad, en lugar del encuentro consigo mismo a través de la reflexión y la introspección, actividades eminentemente intelectuales que a la cultura veleidosa y lúdica le resultan aburridas (Vargas llosa, Mario. La Civilización del Espectáculo. Editorial Alfaguara, México, 2012, P.41).
Esta situación de la llamada civilización influye en la política de manera perniciosa. Las ideologías, las ideas, las doctrinas y los programas civilizatorios han sido sustituidos en nuestros días por los lugares comunes, la frivolidad y el mensaje que quiere decir todo sin decir nada es lo prevaleciente. Como el mismo Vargas llosa recalca, la frivolidad política se manifiesta desde cuidar las arrugas, la calvicie, las canas, el tamaño de la nariz y el brillo de la dentadura, así como del atuendo, vale tanto, y a veces más, que explicar lo que el político se propone a hacer y deshacer a la hora de gobernar. Qué diferencia con lo que sucedía en el siglo XVI que en todas las plazas, barberías, lugares de reunión, la gente común y corriente discutían sobre ¡la Razón de Estado!.
La lucha en contra el aburrimiento nos aleja de la política, ni duda cabe. La pregunta que nos podemos hacer es: ¿por qué de la degeneración de los gobiernos, de la política, de los regímenes políticos y de los Estado? ¿De verdad habrá un proceso circular de degeneración de los mismos?, Desde Platón y Aristóteles ya se planteaba esta problemática a partir del señalamiento de la existencia de formas buenas de gobierno y de las formas malas.
Para entender este proceso de deterioro de los gobiernos, Maquiavelo en su libro Discursos Sobre la Primera Década de Tito Livio nos señala algunos indicadores que nos pueden explicar este deterioro. Lo primero que nos señala el famoso florentino es que debemos otorgarle importancia a los ejemplos históricos; debemos nos dice, acudir a la experiencia de nuestros antepasados. Aquí radica el problema de nuestros actuales gobiernos: no acuden a la historia para abrevar de ella, así la falta de gobierno y de su deterioro, es la falta de conocimiento de la historia. En segundo lugar, Maquiavelo nos señala que para la buena salud de la República necesitamos de buenas leyes, por ende, de buenos legisladores. Es triste nuestra realidad, pues de acuerdo a diversas encuestas, nuestros legisladores en su mayoría, son pésimos, ignorantes, iletrados, barbajanes, sobre todo, sin moral pública. Para ilustrar la diferencia entre un buen legislador y otro malo, Maquiavelo pone como ejemplo a Licurgo, quien organizó de tal suerte la Constitución de Esparta, que distribuyendo la autoridad entre el rey, los grandes y el pueblo, fundó un régimen de más de ochocientos años de duración, con gran gloria suya y perfecta tranquilidad del Estado. Lo contrario sucedió a Solón, legislador de Atenas, cuya Constitución puramente democrática duró tan poco, que antes de morir su autor vio nacer la tiranía de Pisístrato (Discursos. II, P, 66).
En tercer lugar, nos dice Maquiavelo, para evitar el deterioro de los gobiernos, se necesita de gobernantes inteligentes si no es que sabios. La inteligencia política es indispensable para mantener el rumbo de los gobiernos, para mantener el orden político, para impulsar el desarrollo económico, social, político y moral de los pueblos puede llamarse feliz una República donde aparece un hombre tan sabio que le da un conjunto de leyes, bajo las cuales cabe vivir seguramente sin necesidad de corregirlas (Discursos. II. P. 64).
En cuarto lugar, nos señala nuestro autor, no es pertinente cambiar las leyes por cambiarlas, pues implica desorientar a la población, asimismo, las nuevas leyes tardan en institucionalizarse entre los ciudadanos. La ruina de la República es el cambio constante de las leyes sin que haya verdadera necesidad de ello.
En quinto lugar, hay que evitar la personalización del poder y en su lugar institucionalizar un gobierno de las leyes, es decir, la nomocracia. En gobiernos personalizados, siempre se discutirá sobre lo bueno, honrado, malo, vicioso, odioso, bondadoso, ingrato que puede ser un gobernante y eso es bueno solamente para las discusiones de café. Como estos adjetivos podrían repetirse y a fin de evitar dicho mal, es necesario acudir a la elaboración de buenas leyes y ordenar castigos para quienes las infrinjan, de esta manera nace el conocimiento de la justicia y así en lugar de elegir al más popular o al mejor bien visto, sea mejor elegir al más justo o al más sensato, nos recomienda Maquiavelo.
Estas son acciones iniciales para corregir el deterioro de los gobiernos y que valen la pena atender so pena de seguir viviendo en la civilización del espectáculo.