Cuando suenen las 12 campanadas
Oaxaca, Oax. 19 de mayo 2012 (Quadratín).-Ha pasado de soslayo, casi desapercibido el hecho contundente de que el gran escritor Carlos Fuentes, haya decidido irse para siempre de México, su país que le ha rendido culto y pleitesía.
Sería estúpido regatear los méritos literarios a este gran escritor que recibió en vida todo tipo de reconocimientos, homenajes y premios.
Pero hay un hecho cuyo significado no podemos dejar pasar: su voluntad de que sus restos, sus cenizas, estén por toda la eternidad, en París, Francia, cultura a la que se mantuvo vinculado siempre y con la que, quizás se identificó más que con ninguna otra.
Los mexicanos que saben de la existencia e importancia de Fuentes Macías, son conscientes de que fue un ciudadano del mundo que siempre mantuvo y cultivó una sana actitud y trabajo crítico hacia México, el país de sus padres y de él mismo.
En esa condición cosmopolita es comprensible haya decidido permanecer para la eternidad en la capital francesa, París, precisamente en uno de los cementerios de mayor antigüedad y tradición parisina y al lado de grandes personajes franceses, aunque acompañado del ex presidente mexicano con fama de dictador, Porfirio Díaz, quien debió ir a Francia por la expulsión que sufrió al inicio de la Revolución Mexicana.
Otra posibilidad es que el gran Carlos Fuentes no considerara propicio o digno de su fama el que sus restos, sus cenizas, permanecieran en México, ni siquiera en un lugar tan histórico o emblemático, como la iglesia de Santo Domingo, en el centro de la ciudad, en donde fueron resguardadas las cenizas de dos de sus hijos fallecidos, pero que ahora también se trasladarán a Montparnasse, a la tumba familiar.
El mensaje de Fuentes, su última voluntad de permanecer en Francia, debiera remover la reflexión de las autoridades de gobierno, de los intelectuales que podrían dar distintas y variadas interpretaciones a este hecho, tan importante, relevante, significativo.
¿Fueron su identificación, veneración o amor por Francia y su cultura, las motivaciones del gran escritor?; ¿fue el glamour que significa tener tumba en Montparnasse?; ¿fue desprecio por México y su cultura?; ¿fue un mensaje a la clase gobernante de que hay igualdad, pero no todos son tan iguales?
Es mas allá de un asunto de presunción, tiene que ver más con el mundo ideal que cada quien se construye y de las fantasías que produce la propia muerte. Carlos Fuentes, en este aspecto, no improvisó nada. Tenía proyectos y tareas concretas para vivir más allá del siglo, pero como casi todos, fue sorprendido por la muerte en su país, en México. Él, ya había programado su residencia fuera y lejos de aquí.
Los textos de opinión periodísticos, sus ensayos y opiniones fueron críticos para el país. Recientemente no tuvo empacho o recato en opinar que a ninguno de los tres principales candidatos a la Presidencia de la República, les concedía capacidad para el cargo.
Fue un crítico ácido, mordaz, consistente y también congruente, no se resignó a la ya famosa frase de Cristina Pacheco de aquí nos tocó vivir. El escritor nació en Panamá en 1928 por la condición diplomática de su padre, por lo que llegó a México hasta la adolescencia, vivió en el país hasta 1965 y de entonces a la fecha fincó su residencia en diversas ciudades, por lo que siempre fue un mexicano de visita que nos honra, nos enorgullece y nos da lustre. Pero eso, no quiere decir que no se entienda el mensaje de que ni muerto, Fuentes quiso regresar a vivir a México.
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