
¿Aliados involuntarios?
Oaxaca, Oax. 09 de mayo 2012 (Quadratín).-Los comerciantes son como las mujeres, sólo piensan en el dinero. Lo demás no les interesa: en la tranquilidad de su trabajo miran pasar la vida en el barrio; son como las mujeres, tienen todo el tiempo del mundo para dedicarse al chisme con la comodidad de que no tienen que salir de su casa para enterarse de la vida de la gente.
Saben la vida de la gente de todos los niveles. Cuando llega la autoridad municipal a revisar los documentos del pago de impuestos, el inspector le cuenta los problemas y las irregularidades en el cumplimiento de la ordenanza por parte de sus competidores, los ricos.
Por la gente del ayuntamiento se entera si han pagado los impuestos o si las deudas de amor o de juego les hacen incurrir en irregularidades. En cuanto sale de la tienda el representante de la hacienda municipal, cuentan el chisme a su mujer y al primer cliente que llega a pedir una lata de pomada de La Campana. Para levantar el interés de quien lo escucha le agregan datos sobre la situación del comerciante en quiebra, ubica la falta de pagos de impuestos en el contexto temporal adecuado. Saca el historial de muchos años del comerciante competidor.
Cuando el comerciante establecido quiebra por los impuestos y cobros municipales, sale a ganarse la vida en el mercado del barrio. Pone a su mujer a hacer atole y tamales; comida. Alquila un puesto semifijo en el mercado y se gana la vida con su comercio.
No pueden hacer otra cosa para llevar de comer a sus hijos. Sólo saben del incremento de los productos, de la actualización de precios, de los porcentajes de ganancia. Nunca han utilizado las manos para otra cosa que no sea para arrastrar el lápiz y hacer cuentas.
No utilizan sus manos ni para acariciar a su mujer. Sus manos sólo saben hacer sumas, multiplicaciones y obtener porcentajes de ganancias más allá de lo que obtendría un buen cristiano, el treinta por ciento. Si algo les cuesta un peso, ellos tratan de venderlo a diez. Su cabeza está llena de números y del deseo de hacerse de un buen capital sin sudar la camisa.
No les gusta sudar ni en la cama con su mujer. Por eso muchos de ellos tienen fama de maricones.
Los que se defienden de los comerciantes del barrio son los campesinos. Algunos de ellos les hacen la competencia leal y ponen a su mujer a vender los productos del campo en el mercado. No les va bien en los negocios, son hombres que aprendieron a vivir del sudor de su frente.