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De la misma manada
Democracia liberal y democracia comunitaria
Oaxaca, Oax. 06 de mayo 2012 (Quadratín).- En este capítulo, un espíritu irradia la totalidad de los datos y es el espíritu de la comunidad. Hoy más que nunca necesitamos de un renacimiento de los principios y valores comunitarios, ante la grave crisis en que se desenvuelven las sociedades modernas.
Como lo ha mostrado el filósofo alemán Jürgen Habermas, las sociedades modernas se encuentran, en forma permanente, con dos tipos de crisis: la de racionalidad y la de legitimación. El déficit de racionalidad se debe a que el sistema político-administrativo no puede satisfacer a los imperativos funcionales del sistema económico, tal como lo estamos viviendo hoy en el mundo. Asimismo, a consecuencia del déficit de racionalidad, el sistema político no es capaz de mantener en un nivel aceptable la lealtad de las masas.
Las crisis de racionalidad y de legitimación traen, como consecuencia, la abstención de los ciudadanos en los asuntos públicos y, por ende, el desarrollo de un proceso de despolitización de las masas modernas. En este sentido, la democracia se reduce a un proceso de elección del cuerpo dirigente de las sociedades o a una cuestión meramente técnica. Esto significa, en última instancia, la crisis de la política.
El renacimiento comunitario, por llamarlo de alguna manera, significa la reivindicación de la política, no como una comunidad moral de índole religioso, ni como una técnica de gestión y equilibrio de lo social, sino como arte de reconocerse en el otro, de entenderse y de soportarse, sin la necesidad del principio bíblico de amarse los unos y los otros.
Así entendida la política, las comunidades de los pueblos originarios de Oaxaca son comunidades altamente politizadas, en donde la decisión pública de los asuntos públicos es la norma. En el 96% de las comunidades oaxaqueñas, la Asamblea General Comunitaria, es el medio de costumbre para la decisión de los asuntos públicos, lo cual quiere decir, asuntos de la política (2008 Survey of Oaxaca, Mexico. Cusotmary Law Municipalities) Este dato muestra la plena vigencia de la política y de la democracia, ésta entendida no como procedimiento de elección de dirigentes, sino como la búsqueda del orden racional y ético.
Es evidente que existen diferencias fundamentales entre sociedad y comunidad. Se han hecho esfuerzos en este sentido; el sociólogo alemán Ferdinand Tönnies, en su clásico libro Comunidad y Sociedad, que fue publicado el año de 1887, estableció algunas diferencias derivadas de la investigación que hoy estamos comentando.
Partamos por determinar el carácter de la Asamblea General Comunitaria.
En primer lugar, la Asamblea es una institución y no sólo un procedimiento de toma de decisiones, esto es, elemento constitutivo del Estado y no sólo una norma reconocida y practicada por la comunidad; en ella, la comunidad expresa su autonomía y su autodeterminación en cuanto a concreción de origen y destino.
La asamblea es reconocida y aceptada como institución de convivencia y cohesión social; la ausencia de ella es, para la comunidad, una posibilidad de desaprobación, o de transformar el asentamiento humano es una masa amorfa sin ligación alguna. La fuerza de la comunidad se encuentra en la asamblea.
Hemos dicho que la asamblea no es la simple reunión de ciudadanos e individuos para la toma de decisiones; por ello, la propia comunidad los diferencia con los términos: la junta no es lo mismo que la asamblea, la reunión no lo es tampoco. La junta y la reunión son mecanismos de toma de decisiones secundarias, en cambio la asamblea es el pueblo dialogando, pensando, reflexionando. Es la voluntad del poder del pueblo en términos de Nietzsche.
En ese sentido, en la asamblea existe una libertad de espíritu. Cuestiona seriamente las ataduras habituales de la vida; en la asamblea no hay temor, hay abandono de la fe y de las certezas; se sabe que se está en la cuerda floja, y se tensan las posibilidades de existencia de la propia comunidad.
La asamblea es, por tanto, la expresión política de la comunidad. En donde las asambleas existen como razón y como práctica, se demuestra la buena salud de la comunidad, en caso contrario, se demuestra la terrible enfermedad del hombre: la soledad y la indiferencia.
El segundo rescate de este renacimiento, debe de ser adquirir la conciencia y la necesidad de vivir en comunidad. No pugnamos por la asociación de santos ni la asociación de lobos, sino solamente por la construcción de la comunidad de bienestar común, que, desde luego, debe tener como base un imperativo ético.
La comunidad cívica es característica de los pueblos oaxaqueños, que se expresa en la constante participación en los asuntos públicos; es contraria a la ausencia de participación de los ciudadanos, como ocurre en las sociedades modernas.
El desempeño de un cargo municipal no es el parámetro correcto para medir la salud de la democracia en los pueblos originarios de Oaxaca. Por ello, simplemente estaríamos midiendo la calidad de la representación en 418 cabeceras y no en las restantes comunidades1. La calidad de la vida cívica haced referencia, en gran parte, a las comunidades centrales, y, en menor medida, al conjunto de localidades que forman a un municipio.
Es común la aceptación de la idea de que el municipio le es sustancial sólo en la cabecera, la cual no deja de ser una comunidad. La comunidad cívica es, por ende, una condición para que los ciudadanos sean realmente hombres.
Es evidente que, al partir de la comunidad, se deja de lado la idea de vivir en una asociación de necesidades, que no deja de ser, en última instancia, una asociación bárbara.
Es incuestionable que en las comunidades existen fuerzas integradoras y fuerzas desintegradoras, una de las fuerzas desintegradoras es la existencia del individualismo, el egoísmo, del afán del ejercicio de dominio. Aquí la política aparece como un conflicto, como una lucha. Se reclama la voluntad individual y personal por encima de la voluntad general.
También se manifiesta la fuerza desintegradora en la idea de que el poder municipal es un espacio de dominación y de enriquecimiento ilícito; de ahí la pugna por traspasar los límites de la comunidad en el ámbito de los procesos electorales.
La reivindicación de la comunidad parte de contraponer naturaleza y comunidad. La comunidad implica cierto orden, ciertas limitaciones de los deseos innatos del hombre. También que este orden es precario, que es menester alcanzarlo a diario, en cambio la naturaleza es pasión, deseo, desenfreno, desorden. La comunidad es un triunfo sobre la naturaleza y no el Estado como la había pensado Hobbes.
La comunidad se construye sobre la naturaleza; la comunidad no es la tribu que la política no es la selva, que el ciudadano no es el individuo, que lo común es la razón y no lo natural.
La comunidad es mi realización como persona y como ciudadano. Este, de ser particular se vuelve universal en la comunidad. Lo extraño es otra comunidad y no el otro individuo. El gran triunfo y mi realización como persona es el reconocimiento de mi comunidad.
Entre comunidad y asamblea existe una simbiosis difícil de destruir. Si una de las partes pierde algunas de sus características, la simetría se va perdiendo por tales cambios y esto implica una adecuación. Este rodeo y datos que provienen de la encuesta de Actualización del sistema de usos y costumbres de Oaxaca, que se realizó durante 2008, y en que participaron las siguientes instituciones: American University (AU), Instituto Estatal para la Educación de Adultos de Oaxaca (IEEA), y la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (UABJO).