Temazcales, comunidad ejidal que resurgió de su desgracia

México, D.F. 02 de mayo 2012 (Quadratín).-Temazcales es una pequeña comunidad de cuatro mil 100 habitantes, ubicada a las faldas de una montaña, en el municipio de Contepec, al noreste de Michoacán, dedicado a la siembra de maíz criollo, que se sumió en la ruina y desesperación al desaparecer su principal comprador, la Comisión Nacional de Subsistencias Populares (Conasupo).
El ejidatario Ángel Martínez recuerda que al comercializar directamente sus granos, se toparon con muchos acaparadores, quienes regateaban los precios o compraban cuando el producto estaba por echarse a perder.
Un grupo de ejidatarios decidió organizarse para comercializar el maíz criollo, para lo cual integraron la Comercializadora Campesina de Michoacán, con 151 socios.
Entonces, encontraron que el mercado para su producto en la región era inexistente, al grado que a la fecha se vende a menos de dos pesos el kilogramo, por ser de baja calidad e inapropiado para el consumo humano.
Nuevamente se enfrentaban a la adversidad y buscaron otra forma de vender su mercancía. Solicitaron recursos a los gobiernos federal y estatal, y en 2008 pudieron construir una nave para almacenar el maíz, así como comprar una máquina rotadora, que permitió convertir el maíz en hojuelas y, posteriormente, mezclarlo con melaza y otros nutrientes.
Aún faltaba consolidar la empresa, por lo que presentaron un proyecto al Programa Opciones Productivas, de la Secretaria de Desarrollo Social (Sedesol), que les autorizó 3.7 millones de pesos para la construcción de dos bodegas -de 1,600 y 1,300 toneladas-, actualmente en proceso de ampliación. Compraron, además, una báscula de 90 toneladas y camiones para mover el grano.
Hoy, los ejidatarios de Temazcales producen alimentos balanceados y su maíz se transforma en alimento, que distribuyen entre los ganaderos de la región, quienes cada vez lo compran más por su calidad y precio.
Irma Castillo, socia fundadora de la empresa, tiene tres hijos: dos hombres de 17 y 18 años, y una niña de 15. Todos trabajan en la planta y se sienten orgullosos de lo que ha logrado la comunidad al haberse unido en un proyecto común. “Así, todo es más fácil”, dice.