
Elección judicial: Entre la degradación y la plenitud democrática
Oaxaca, Oax. 17 de marzo del 2012 (Quadratín).- En las sociedades modernas o si se quiere las sociedades contemporáneas, la preponderancia de los individuos sobre el bienestar común o sobre los intereses colectivos es más que evidente, la consecuencia más visible de este hecho es la pérdida cada vez más pronunciada de la autoridad del Estado Nacional. A la vez de la preeminencia del individuo conlleva su debilidad por la ausencia de seguridad de su propia vida y existencia. Esto no es más que el reflejo de la dicotomía que existe entre la seguridad y la libertad, a mayor seguridad menos libertad y a mayor libertad menos seguridad.
En este contexto, podemos insertar el tema de la obligación política, a menos seguridad es menos la obligación política y a mayor seguridad aumenta, indudablemente, la obligación. De lo que si se debe estar seguro es que para la sobrevivencia del orden social debe de existir una mínima obligación política de los miembros de una sociedad, so pena de entrar en una etapa de inseguridad, anarquía social y política.
Es interesante repasar cómo se ha explicado la obligación política a través de las diversas teorías a partir de la época llamada de la ilustración. De manera general se pueden mencionar las siguientes: la teoría el contrato social; la teoría del consentimiento y de la promesa; la teoría de la voluntad general; la teoría de la utilidad y la teoría de la justicia.
De acuerdo a la teoría del contrato social el ciudadano tiene la obligación política porque celebró un contrato con la asociación política llamada también Estado, poder público simplemente o poder. En este contrato el ciudadano renunció a ciertas libertades en aras del bienestar común, que incluye necesariamente el bienestar del propio ciudadano en particular, en este sentido, para evitar su propia destrucción, la persona cede parte de su autonomía para la formación del poder público, al que se sujetará y obedecerá en vista de su propia seguridad.
En la dedicatoria al señor Mr. Francis Godolphin, Thomas Hobbes en su gran obra Leviatán (Hobbes, Thomas. Leviatán, F.C.E. México 2001.), nos dice que: en un camino amenazado por quienes de una parte luchan por un exceso de de libertad, y de otra por un exceso de autoridad, resulta difícil pasar indemne entre los dos bandos (P.1).
Hobbes nos reafirma, por tanto, la contradicción que existe entre dos necesidades: de la libertad y de la seguridad que solamente la puede traer la autoridad.
A partir del contrato se crea el poder público que nos puede garantizar la seguridad y también, de acuerdo a las teorías positivas, la propia libertad. El poder público, es por tanto, fruto de la creación humana, en cuanto tal le deberemos de tener obediencia y tendremos obligación para con él.
El poder público formado o compuesto de esta manera lleva en su seno también una contradicción; pues por un lado, es constituido por voluntad y para el bien común, por el otro, es deseado y querido por el propio hombre para su provecho personal. La creación del hombre será objeto de disputa que producirá graves conflictos que pondrán en peligro a la propia sociedad, pues está en la naturaleza del propio hombre sus ansias de poder que solamente se termina con la muerte según el propio Hobbes: De este modo señalo en primer lugar, como inclinación general de la humanidad entera, un perpetuo e incesante afán de poder, que cesa solamente con la muerte (P.79).
La vivencia en común no es algo natural en el hombre, que me perdone Aristóteles por esta aseveración; no es la sociabilidad del hombre que crea el poder público o el Estado, sino que en el Estado el que hace posible la sociabilidad del hombre. Esto se puede derivar de la afirmación de hobbes: Además, los hombres no experimentan placer ninguno (sino, por el contrario, un gran desagrado) reuniéndose, cuando no existe un poder capaz de imponerse a todo ellos (P.102).
Esto es además así porque la asociación produce en el hombre la competencia, la desconfianza y la gloria. Las tres causas de discordia sólo las puede conducir, administrar, controlar y moderar el Estado que nace de la voluntad de cada ciudadano por contrato.