Exhiben multipremiada cinta La Soledad de María Conchita Díaz en FIC
Oaxaca, Oax. 9 de marzo del 2012 (Quadratín).- La cotidianidad apacible de la ciudad reflejada en los cafés y bares del zócalo: sus árboles centenarios, el atrio cundido de globos de gas neón; mujeres y hombres que deambulan al mediodía junto a una parvada de ebrios consuetudinarios que crece en una esquina mientras las ardillas consentidas vuelan de un árbol a otro.
La imagen como si fuera la obra de un pintor donde todo se registra desde una
perspectiva cotidiana; en esta obra plástica todo está incluido. Incluso el paso del
tiempo, reflejado en el viejo reloj con números romanos de la catedral centenaria.
___ ¿Billetes de lotería, joven? Juega para mañana._
_La vieja mujer se acerca a los
clientes del café para ofrecer la fortuna.
Guillermo Olguín Mitchell (D.F. 1969) lee el periódico en una mesa del café en este
marzo con sus calores y sus prisas. En un costado un grupo de personas protesta
a la entrada de palacio de gobierno. Frente a su alargada persona, casi dos metros
de altura, pasan pasa la gente y la vida: las formas. Nada se escapa al registro de su
mirada.
En un tiempo el maestro Francisco Toledo aseguró que sería Guillermo Olguín quien
lo sucedería en la pintura. Cuando alguien le comenta lo dicho por Toledo, sonríe este
artista cordial y generoso.
___ Aquí está su sopa. ¿No pidió sopa? _ La pequeña mujer que atiende su mesa pide
disculpas por su equivocación y se marcha.
Aunado a la pintura, a su trabajo con su quehacer estético Olguín, como se le conoce,
trabaja en muchos otros proyectos. Hará cerca de 10 años encabezó a un grupo de
artistas para abrir un espacio que hiciera las veces de un cine club y bar. El Central.
El lugar tuvo buena acogida y es ya referente obligado para el visitante que llega a
Oaxaca.
Otro de los quehaceres que ocupa su tiempo es el compromiso social, su actividad
política en defensa de los movimientos populares y ecologistas.
Como buena parte de los artistas oaxaqueños de su generación Guillermo Olguín viaja
al extranjero con frecuencia. Recorre galerías y talleres de pintores contemporáneos.
Hace años descubrió que en Nueva York había mal mezcal. Y ahí comenzó su interés
por dar a conocer la bebida oaxaqueña en una de las capitales más importantes del
mundo.
___ Se siente bien el terminar cosas que uno se propone afirma complacido con todo
lo que le sucede en la vida.
Con alegría habla de su empresa neoyorkina: se llama la Casa del Mezcal Nueva York,
se ofrecen bebidas de distintas regiones de Oaxaca, la obra de distintos maestros
palenqueros.
___ Al principio costó mucho trabajo levantarla, como todo lo que importa en esta
vida. Costó mucho dinero. Pero ya tenemos un espacio en Manhattan que ofrece
tragos de mezcal, libros de arte mexicano y cine. Es una muestra de toda la variedad
cultural nuestra.
___ ¿El mezcal ya es popular en todo el mundo?
___ Creo que está en un momento de auge, no sólo fuera del país sino dentro de la
república. Conozco a personas del Distrito Federal que ya tienen su marca de mezcal
y ya lo ofrecen en lugares selectos, alternativos, más allá de cantinas y restaurantes.
Lugares que son frecuentados por artistas y mujeres y hombres de empresas,
negocios, con poder de adquisición.
___ ¿El mezcal ya será una moda?
___ Ese es mi miedo, que en la intención de llevar la comercialización del mezcal a
todas partes lo convirtamos en una moda del mundo industrial. Y ese temor es lo que a
veces me detiene en mi trabajo de difundir en todas partes la generosidad y grandeza
de nuestra bebida.
Para darle vida a su espacio en Nueva York, Guillermo Olguín dejó de pintar en los
últimos tres años. Pero ahora ya con su nueva empresa encarrilada y funcionando
regresa entusiasmado a la pintura.
___ ¿Si vive el mezcal un auge dentro y fuera de nuestras fronteras, por qué los
productores siguen viviendo en la más absoluta pobreza?
___ Porque sembrar el maguey y producir el mezcal sigue siendo para el oaxaqueño
una especie de manifestación espiritual. En algunos pueblos de la mixteca los
productores apartan cierta cantidad de mezcal para sus fiestas y celebraciones
religiosas. No lo venden. Si lo hicieran perderían la cosmovisión que guía sus vidas, su
espíritu.
Frente a la mesa del pintor pasan turistas, y mujeres y hombres con rostros
acentuadamente indígenas:
___ No lo alcanzo a explicar dice Olguín-, no lo alcanzo a comprender. No puedo llegar a esa espiritualidad del hombre que vive alejado del mundo profano, consumista, y se reduce a una existencia espiritual cargada de ofrendas y tradiciones milenarias donde la pobreza y la marginación campean.