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Ebrard hará todo ante Trump, diplomacia y comercio
Oaxaca, Oax., 4 de marzo de 2012 (Quadratín).- La sobrevaloración del ciudadano es un fenómeno de las democracias representativas más recientes, el ciudadano es el nuevo dios al que habría que venerar sin reservas. A mi parecer es una nueva ideología contemporánea.
Cuando Carlos Marx nos dice que el hombre moderno tiene una doble vida, esto es, una vida privada y una vida pública, está sentando la base teórica para comprender el concepto de ciudadano o ciudadanía. Esta dualidad del hombre moderno no existía ni en la época medieval, como tampoco en la época esclavista, porque el concepto tiene su fundamento en el término que hemos estudiado en estas páginas, el de la libertad. Así, la libertad en cuanto tal le es consustancial a la aparición del ciudadano.
El hombre concreto, el hombre real, el hombre de carne y hueso es evidentemente el hombre privado, y este hombre es el ser más natural que podemos conocer. El hombre público, el hombre que pertenece a una comunidad política se le conoce como ciudadano. Este fenómeno es más comprensible cuando se diferencian los derechos: los derechos naturales en cuanto ser concreto y los derechos del ciudadano en cuanto perteneciente a una comunidad política.
Mientras no hubiese una separación entre lo público y lo privado es imposible la concepción del ciudadano en cuanto tal, de esta manera, se es ciudadano al tener las características de pertenencia, de derechos y participación en una comunidad política, llamado comúnmente Estado, luego entonces, el ciudadano pertenece a la entidad llamada Estado, por ello, tal ciudadano sólo tiene existencia en cuanto pertenece a dicha institución, luego entonces, si la entidad Estado no existiera no podría existir la identidad ciudadana.
En un contexto casi metafísico el ciudadano, si sólo si, existe si pertenece a dicho Estado y en virtud de ello tiene derechos y deberes correspondientes, por lo tanto, el ciudadano existe en cuanto entidad jurídica, por esa razón todos los hombres que son ciudadanos se igualan ante la ley y en cambio en la vida privada los hombres aparecen por decirlo en toda su carnalidad en cuanto seres muy concretos y bien diferenciados. Por tanto, la ciudadanía iguala, mientras que la particularidad o lo privado diferencia.
Un segundo momento de la ciudadanía que va más allá de lo jurídico, es la ciudadanía política en cuanto participante en el gobierno de los asuntos públicos, así, legalmente el ciudadano tiene derechos y en cuanto ser político puede tomar decisiones públicas. Por otro lado, podemos identificar un tercer tipo de ciudadanía pertenece a una nación determinada.
En cuanto ser estatal, el ciudadano tiene una serie de derechos en cuanto miembro del Estado, así tendrá derechos civiles como son la libertad personal, de pensamiento, de expresión o de propiedad; los derechos políticos que se refieren a la posibilidad de participar en el ejercicio del poder político como miembro de un cuerpo investido de autoridad o como simple elector de alguno de sus miembros; y también tendrá derechos sociales como los derechos a la seguridad, al bienestar económico, etc.
La formulación de la ciudadanía se convierte en un instrumento de dominación de una clase sobre las otras porque permite crear la ideología de cierta igualdad ante el Estado. La transformación del hombre privado en hombre público permite desvanecer las grandes diferencias sociales que existen en la sociedad. Este fenómeno trae consigo una serie de injusticias, que tarde que temprano los gobernantes deben de atender, así sucedió con nuestros pueblos indígenas cuando al inicio del Estado Mexicano no fueron reconocidos en cuanto pueblos y si en cuanto ciudadanos, lo que permitió su dominación y explotación a través de la historia, fue hasta 1992 en donde se reconoce plenamente en el ámbito jurídico la existencia de estos pueblos como una realidad concreta y a partir del movimiento zapatista de 1994 se inicia una ampliación de reconocimiento de sus derechos en cuanto sujetos históricos, sin embargo, la trampa había funcionado 500 años.
En los momentos actuales hay un proceso de reconocimiento de las particularidades sociales, más vale tarde que nunca, así se están reconociendo los derechos de los indígenas, los derechos específicos de las mujeres, de los homosexuales, de los inmigrantes, es decir, se está reconociendo la existencia de las diferencias sociales, incluso en el ámbito representativo en los congresos y que se refiere a la ciudadanía nacional, esto es, aquél ente que parlamentos se exige las cuotas para las mujeres, jóvenes, indígenas, etc.
En un esfuerzo de división de la propia ciudadanía, podemos decir que existe una ciudadanía liberal, que le da prioridad a los derechos individuales sobre los derechos sociales. También existe el ciudadano comunitario, propio de las comunidades indígenas en donde se es tal ciudadano en cuanto que tiene una actividad altamente participativa en las asociación política, hace suyo los problemas de la comunidad, también podemos decir que existe un modelo de ciudadano republicano en donde se privilegian las virtudes que deberán de tener los seres pertenecientes a una asociación política. En la ciudadanía republicana el hombre se realiza en cuanto ser genérico o ser perteneciente a la asociación política.
La dualidad del hombre aquí expresado en cuanto ser público y ser privado nos permite entender sobre las características de la democracia representativa, pues esta busca la representación ciudadana y no de los hombres concretos, por esa razón se puede entender que en la asociación política se observa difícil desaparecer las grandes diferencias sociales que existen de por sí en nuestra realidad. La ficción ciudadana nos oculta esta realidad y nos ofrece un mundo aparentemente igual y nada diferenciado.