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Oaxaca, Oax., 20 de enero de 2012 (Quadratín).-Nadie en su sano juicio puede estar en contra del decreto que firmó el presidente Felipe Calderón para que se reforme el reglamento de la Ley Federal de Salud y se ponga fin a los llamados productos milagro que engañan a la gente, juegan con su salud y son un auténtico fraude.
Si esa modificación se aplicara a la publicidad electoral (que no propaganda política), toda la publicidad electoral de los partidos políticos y de sus candidatos tendría que ser cancelada pues en los resultados se comprueba que engañan a la gente, juegan con su salud (mental y emocional) y son un auténtico fraude.
El candidato perredista a la presidencia de la República, Andrés Manuel López Obrador, pidió que se cancelen los millones de spots publicitarios se transmitirán durante las pre y las campañas electorales. No existen estudios al respecto pero puede afirmarse sin temor a equivocarse que la retahíla de spots carentes de contenido, superficiales, retóricos, engañosos, repetitivos y machacones ocasionan daño visual, mental y provocan el desaliento de los ciudadanos. Con esos productos no es posible construir una auténtica, genuina democracia.
Al igual que la comida chatarra que llenan pero no alimentan, las campañas político-electorales saturan, pero no forman ciudadanos ni hacen posible la democracia. No invitan a la reflexión, no provocan el cuestionamiento, sino que buscan impactar la emoción y que el elector (¿emocionado?) apoye al figurín que se le presente.
En la preparación de un spot, se cuida la imagen, el contenido es aleatorio. Los aspirantes buscan verse bien y nunca pasa por su cabeza el provocar que el elector compruebe que tienen ideas, compromisos serios y no solo promesas vanas o afirmaciones que impresionen aunque nunca se cumplan en materia de salud, educación, empleo o cualquier otro de los temas realmente importantes para el desarrollo del país.
La cascada de mensajes de buenos deseos para el año nuevo que endilgaron todos los partidos a la ciudadanía, además de empalagosos y superficiales adolecían de ver todo bonito, en vez de que se expusiera cómo el aspirante o el gobernante en turno va a trabajar para lograr que el año que todavía inicia sea mejor que el 2011.
En los meses por venir, el electorado deberá tragarse por lo menos 6 millones de spots de buenos propósitos, amplias promesas, mucho glamour y maquillaje que haga ver a candidatos y candidatas su mejor cara, no tanto su mejor programa.
Por eso si es posible clasificar a las campañas electorales entre los productos milagro que dañan a la población. El decreto expedido por el presidente Calderón obliga a que todo producto que se anuncie en radio y televisión (los spots partidistas, por ejemplo) obtenga un certificado de la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios, de lo contrario la autoridad sanitaria ordenará al medio de comunicación retirar el comercial en un plazo máximo de 24 horas. El anunciante que pretenda publicitar un producto o servicio sujeto a control sanitario por parte de la secretaría de Salud, deberá presentar al medio copia certificada de la carátula de registro sanitario y el permiso correspondiente.
López Obrador, sin proponerse estar de acuerdo con el presidente Calderón respecto a los productos milagro pide que en vez de spots los candidatos y los partidos políticos organicen debates. Pidió al consejo General del IFE realizar 12 debates temáticos entre los candidatos presidenciales en vez de los spots en radio y televisión
Se ahorraría dinero y no se atormentaría con la publicidad de gente mentirosa
No somos una mercancías que se puede introducir al mercado a través de la televisión. Se tienen que presentar ideas, propuestas.
López Obrador propuso que se discuta como enfrentar el desempleo, la inseguridad y la violencia, como combatir la corrupción y el rezago educativo, en los primeros cuatro encuentros entre los candidatos presidenciales. El resto podrían destinarse a propuestas económicas, rescate del campo, petróleo y electricidad, ciencia y tecnología, infraestructura y comunicación, política fiscal, monopolios, democracia, legalidad, desarrollo urbano y vivienda, salud y seguridad social, indígenas, migrantes, jóvenes, mujeres, adultos mayores, derechos humanos, medio ambiente, deporte, cultura, política exterior, entre otros.
En el fondo, Calderón y López Obrador, sin proponérselo están de acuerdo en poner un alto a los productos milagro, los que sean.