
De 8 años otra vez
Oaxaca, Oax., 30 de diciembre de 2011 (Quadratín).-Un año más llega a su fin, coincide con el ocaso de un sexenio turbulento caracterizado por la violencia, la incertidumbre, el conflicto y la parálisis.
La mejor demostración de que el reloj político se detuvo es la presencia, con amplias posibilidades de triunfo, de Andrés Manuel López Obrador, quien tiene buenas posibilidades de reivindicarse, rehacer su imagen, que no su proyecto de gobierno, y producirle un serio dolor de cabeza a su adversario eterno, el hoy presidente Felipe Calderón Hinojosa.
Muy pocos politólogos pudieron imaginarse hace seis años un escenario como el que se vive en la actualidad. El dominio y crecimiento mediático inimaginable de Enrique Peña Nieto, a partir de buenas negociaciones publicitarias y un trabajo político correcto; tampoco que el Partido Acción Nacional perdiera el proyecto que, desde el primer día del sexenio concibió el presidente panista, formar a Juan Camilo Mouriño, tal y como Arturo Montiel Rosas hizo, aunque hoy se le prefiera a la distancia y en lo oscurito, con Peña Nieto.
El PAN está en desventaja porque no define a su corredor o corredora, mientras ya se dio la señal de arranque y los otros competidores ya van con distancia y encarrerados.
Año difícil el 2011, pues las principales regiones económicas del mundo están en una aguda crisis que arrastrará a las economías, como la mexicana, dependientes y sin margen de operación propio.
No obstante las complicaciones, los desafíos, los retos, a pesar del miedo por el clima de violencia que ha producido ya más de 65 mil muertos, el final del 2011 es momento de avivar sentimientos de gratitud, porque con todo somos un país viable, con una población que mayoritariamente trabaja, tiene sueños, anhelos y esperanza.
Ojalá que 2012 se convierta en el Año del verdadero cambio, independientemente de quien resulte ganador o ganadora de las elecciones presidenciales, que sepa comprometerse más allá de las obligaciones partidistas, de clase o de coyuntura, que haya lugar a la reflexión, a la meditación de los problemas que requieren auténtica solución y pueden no producir altos índices de aceptación hechos por encuestas que lo único que logran es atrapar la atención y la pérdida de sentido común de quienes están más preocupados por el aplauso que por la solución de los problemas.
El fondo de la esperanza es la educación, el desintegrar los vicios de corrupción que corren por todo el sistema social, encontrar los mecanismos para lograr una nueva moral cívica junto con un sistema de justicia que sea igualitario y no tolerante con los poderosos e intransigente con las clases bajas.
Pero lo más importante, es que a pesar de los problemas, los desafíos, fracasos, sinsabores, estemos dispuestos a decir directamente, desde el fondo del corazón, un sencillo ¡Gracias!
Con esto iniciaremos, sin duda, el primer mejor día del mejor año de nuestras vidas.