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México no se arrodilla ante EU, ya está postrado ante el narco
Oaxaca, Oax., 16 de diciembre de 2011 (Quadratín).- La renuncia de los secretarios del Trabajo y Previsión Social, Javier Lozano Alarcón, y de la Función Pública, Salvador Vega Casillas, así como del secretario particular del presidente Felipe Calderón, Roberto Gil, para postularse (los 3) como candidatos a Senadores deja en claro que el objetivo es que todo siga igual, aunque con ello pueda garantizarse que el país irá a peor.
La carrera típica de un burócrata mexicano dedicado a la política es saltar de un puesto a otro. No valen especialidad o habilidad técnica del funcionario, en los últimos tiempos importa la sumisión disfrazada de lealtad, aunque la experiencia o especialización no existan.
Por ejemplo, el hoy precandidato a Senador Lozano Alarcón es un reconocido abogado que se especializó en telecomunicaciones por su paso áreas de comunicación social y varias oficinas de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, de la que se creyó sería su destino al inicio del gobierno calderonista. Terminó en el área de los litigios laborales y en un sinnúmero de querellas mediático-políticas. Se le reconoce habilidad de sobra para el pleito. Su capacidad mediática le permitió, inclusive, apuntarse en el grupo de precandidatos a la Presidencia de la República por el PAN. Se conformará con una Senaduría.
Adicto al twitter, lo que no lo obligó a una eficiente comunicación política, el ex secretario del Trabajo, dejó ver la amargura y frustración: No puedo dejar de expresar mi profundo pesar, al ver que hayan podido más la mezquindad y el cálculo político, que la razón y la más elemental justicia social, al estar congelado un proyecto de reforma laboral en la Cámara de Diputados, a pesar de los cientos y cientos de diagnósticos e iniciativas que se han presentado.
Quizá sentimiento y pensamientos similares le ocasiona la no conclusión de los problemas laborales de Mexicana de Aviación, el Sindicato Mexicano de Electricistas y los miles de litigios en los que los trabajadores no hallan justicia. En su nuevo proyecto político, si las condiciones electorales lo permiten, podrá impulsar desde el Senado todo aquello que como secretario del Trabajo, el Congreso le impidió concretar.
Cualquier cambio alienta o abre la esperanza, se presenta la expectativa que los problemas serán enfrentados de forma diferente y se resuelvan. El cambio, dicen los que gustan de frases, siempre es para bien. En teoría así es, pero en esta dinámica la consecuencia es totalmente diferente a la que se espera.
Los funcionarios brincan de un puesto a otro, de una secretaría a otra, de un organismo descentralizado a una dependencia centralizada; del Poder Ejecutivo al Legislativo o al Judicial o viceversa. Como las abejas saltan de una a otra flor para extraerle la miel. Al final, el único resultado que consiguen es que todo ¡se mantenga igual!.
Desde hace muchos años, pero con énfasis singular en la administración foxista, se dio impulso a lo que pomposamente se llamó Servicio Civil de Carrera, es decir la profesionalización del servicio público como ocurre en países más adelantados o civilizados, especialmente el caso de Francia.
Hubo miles de mexicanos que se creyeron el cuento, hicieron los exámenes para ganar por oposición los puestos de gobierno. Su desmantelamiento ha sido, además de injusto, arbitrario pues se han hecho despidos masivos para colocar personas de confianza, cuando que se trata en realidad de incondicionales.
El sistema político mexicano se mantiene sobre la estructura de los partidos políticos y éstos controlan los principales órganos de gobierno, así como los llamados organismos autónomos como la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, el Instituto Federal Electoral y el Banco de México.
En realidad, el control político nacional se ejerce desde los partidos, quienes han hecho un trabajo eficiente para mantener alejados a los ciudadanos.
El cambio de los funcionarios federales, estatales y municipales obedece, estrictamente, a esta lógica política. Los partidos iniciaron el registro de precandidatos a los puestos de elección popular que se decidirán el primero de julio próximo. Los funcionarios escogidos por la cúpula son invitados a postularse, lo que les garantiza el apoyo de recursos para las campañas correspondientes. Quienes pretendan hacerlo de otra forma saben que, lo más probable, es que sus aspiraciones se frustren.
En los gobiernos federal, estatales y municipales decenas de funcionarios presentan sus renuncias para contender por las candidaturas, primero, y luego por los escaños o puestos en el gobierno. Saltan de un puesto al otro, lo importante es mantenerse en la política, como en el beisbol, estar en el bullpen, aunque no se juegue, o en el futbol, estar en la banca, que también juega.
Las ceremonias de los cambios han adquirido un ritual cívico que termina allí mismo: no obliga a ningún cambio, se llenan con palabras huecas tanto a los que se despiden como a los que llegan, quienes saben que su permanencia es cada vez más fugaz. Cambios y más cambios para que todo quede exactamente igual. Lo seguro es que se vaya a peor.