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Los Chimalapas, una vieja herida en el corazón
Sólo el acuerdo y la legalidad la sanarán
Oaxaca, Oax., 5 de diciembre de 2011 (Quadratín).- Nuevamente, mis queridos lectores, nos encontramos en este Consultorio, donde hemos convenido tomarnos el trabajo de analizar los temas de actualidad, que nos permitan auscultar al enfermo y asumir nuestro papel en los procesos sociales; reflexionar sobre nuestro papel en el acontecer diario y preocuparnos por la búsqueda de soluciones conjuntas, en un espíritu de corresponsabilidad.
Y hoy los invito a revisar un tema que nos duele mucho, el cual involucra a numerosas instancias y que requerirá de análisis, voluntad, esfuerzo, paciencia y trabajo de equipo, jalando todos para el mismo lado, para ser resuelto.
Hablo, por supuesto, de los Chimalapas. Problema antiguo, espinoso, producto del tiempo y del conflicto de intereses, dejado dormir con la infundada esperanza de que se resolviera solo, sin la intervención activa y pacífica de los gobiernos y las comunidades.
Pero como sucede con todas las enfermedades no atendidas: una mañana, cada cierto tiempo y de manera recurrente, amanecemos con un dolor agudo y la noticia de que la vieja herida se ha vuelto a enconar, y de pronto amenaza con la gangrena.
Voy a ahorrarles explicaciones; bastante se ha tratado en estos días de la historia y desarrollo de un problema que, dejado dormir, hoy nos está estallando en las manos. En esencia, el conflicto se resume en que las comunidades de Santa María y San Miguel Chimalapa, habitadas por indígenas oaxaqueños zoques, mantienen un litigio con ejidatarios chiapanecos (tzotziles), por la posesión de 47 mil hectáreas de selva y bosques fuentes de la mitad de los recursos hidrológicos que alimentan los ríos del país, en la zona limítrofe de Oaxaca y Chiapas, donde campean intereses de ganaderos y talamontes que no viven en el área y se aprovechan de las necesidades de los ejidatarios chiapanecos que al igual que los comuneros oaxaqueños, viven en la insultante pobreza y marginación.
Problemática e intereses imbricados confusamente, donde los asuntos limítrofes y agrarios; la explotación maderera; el saqueo de especies animales en riesgo de extinción y la lucha por la conservación del medio ambiente, junto con las ambiciones de recién llegados y sobrada torpeza por parte de diversas, múltiples y recurrentes autoridades durante más de 60 años, especialmente los últimos 40, han provocado una situación que, de no resolverse, puede llevar a repetir tristes episodios del pasado, llenos de violencia, injusticias, abusos y represión, cuando no de muertos y desaparecidos.
Esto es precisamente lo que se debe evitar, y esa es una responsabilidad en primer lugar del gobierno federal y de los gobiernos de Oaxaca y Chiapas: crear condiciones para dar una solución pacífica a la controversia y no dejar espacio alguno para el derramamiento de sangre.
Se ha dado un importante paso adelante con el encuentro que sostendrán este lunes las autoridades comunales de San Miguel y Santa María Chimalapas con las autoridades de la SRA y de Segob, con el respaldo del gobierno de Oaxaca, sin embargo, el esfuerzo de conciliación tiene que ser más profundo y arrojar resultados que den satisfacción a las partes, especialmente a los indígenas zoques, a quienes les asiste el derecho, pues ellos compraron las tierras a la Corona Española en 1687 y cuya posesión fue reconocida por el gobierno Independiente y titulados con resolución presidencial de 1967, donde Gustavo Díaz Ordaz les dotó de casi 600 mil hectáreas entre ambas localidades.
Los pueblos zoques oaxaqueños, en efecto, tienen títulos que los respaldan.
Sin embargo, sin demérito del ejercicio del derecho, hay que buscar una solución negociada que ponga fin a las hostilidades y que elimine cualquier manifestación de fuerza y de violencia. Si el diálogo no prospera, tendremos en los Chimalapas nuevos episodios de discordia y confrontación.
No se trata de tomar partido por razones de sentimiento localista, de paisanaje o de conmiseración. Lo que requerimos es una visión de Estado que se enfoque al futuro, que actúe con base en la Ley y al mismo tiempo tome en cuenta derechos originales de propiedad, derechos de antigüedad y usos y costumbres de los verdaderos dueños, que son los zoques.
Se requieren soluciones profundas y con miras altas, innovadoras, distintas a las dadas hasta hoy que solo han administrado el conflicto desde el periodo contemporáneo de 1986, cuando se creó la primera Comisión Interinstitucional a raíz de la retención de Ernesto Castellanos Domínguez, hermano del entonces gobernador chiapaneco, el general Absalón Castellanos; que sean confiables, realistas e incluyentes, ahora que se necesitan y donde se requieren, y no cuando la herida vuelva a enconarse, ni tomadas desde los escritorios de funcionarios que ni siquiera conocen la zona.
Ello supone actuar con ética política, con alcance social y no por intereses privados, espurios en muchos casos; con responsabilidad compartida, corresponsabilidad como yo le llamo, para que al final se construya la mejor solución para todos.
Es tiempo de construir una solución sustentada, definitiva, no una salida emergente para salir simplemente al paso del enfrentamiento que viven hoy pueblos hermanos, lastimados por la desatención oficial, el olvido y la pobreza extrema, una situación aprovechada por grupos económicos que explotan irracional e ilegalmente la principal riqueza de la zona, sus bosques.
Es hora de que el gobierno federal, a través de la SRA y la SEMARNAT, dé una respuesta al reclamo de seguridad en la tenencia de la tierra y preservación de la riqueza forestal, ante la depredación que sufre la selva oaxaqueña por parte de talamontes y ganaderos chiapanecos. Es hora de que los derechos de los pueblos indígenas, los pueblos zoques de los Chimalapas sean la prioridad institucional y ello implica, además del aprovechamiento sustentable de la selva, como lo hacen los zoques con el aprovechamiento de la resina, la urgente respuesta gubernamental para revertir las condiciones de pobreza y marginación que no pueden ni deben ser el sino de los chimalapas.
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