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Con Trump: no es campañita; entre la CIA y Boinas Verdes
México, D.F., 5 de noviembre 2011 (Quadratín).- Tanto en el sector privado como en las organizaciones políticas, los activos humanos o materiales su principal valor. Cuando dejan de serlo pasan a la condición de pasivo, en las empresas; y carga, de lastre o rémora, en el caso de los partidos políticos.
Humberto Moreira fue un activo aparentemente irremplazable cuando, hace unos pocos meses, asumió la presidencia del PRI en medio de prometedores augurios de triunfos garantizados y éxito seguro.
Sin embargo hoy (como se diría en España), va aupado en los hombros de su protector, el ex gobernador mexiquense, Enrique Peña Nieto, y del coordinador de los senadores priistas, Manlio Fabio Beltrones. No se sabe, bien a bien, si va en calidad de vivo, como se montan los niños en el cuello de sus papás, o de plano va como fardo, bien muerto.
El posicionamiento que se creyó podía dar Moreira al PRI no se logró, por esa razón que los políticos y los sabios saben muy bien: para tener la lengua larga, debe tenerse la cola corta. Este no fue el caso, pues se han perdido todas esas promesas que llegaron con su designación y hasta la sonrisa y la agresividad que le caracterizó en su paso por Coahuila y en las primeras semanas de su efímero liderazgo.
Efímero porque no pudo desplegar sus posibilidades de combate y ha estado a la defensiva, sino porque sus propios correligionarios ya le han perdido el respeto y la confianza.
De marzo a la fecha el PRI ha perdido posicionamiento, aunque no haya encuestas que lo avalen. Su principal activo, el precandidato presidencial Enrique Peña Nieto, tiene en su partido más un estigma o un factor negativo o debilidad, que una fortaleza.
Los ataques a Moreira han logrado revivir en un buen sector de la opinión pública y de la ciudadanía en general, las razones por las que el electorado se cansó del priismo: corrupción.
La ventaja que en marzo llevaba el tricolor respecto a la elección presidencial se ha achicado, encogido, porque el liderazgo de Moreira y las grandes expectativas se volvieron humo. Habrá que esperar el resultado de los comicios en Michoacán para comprobar el efecto Moreira, más allá de las condiciones locales.
En Jalisco, el gobernador Emilio González apantalló y recuperó posición personal y para su partido con miras al proceso de sucesión estatal. Falta poco tiempo y los priistas se preguntan cuál será el mayor costo, llevar a hombros el ataúd de Moreira hasta las elecciones de julio o esperar que, como Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, gane batallas atado a su caballo, aún cuando va totalmente muerto.
Foto:Archivo