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México, D.F., 25 de septiembre de 2011 (Quadratín).- Si bien es cierto que acaba de comenzar el proceso de competencia entre precandidatos de cada partido para definir el próximo febrero el candidato presidencial, de todos modos el contexto de la realidad exhibe los contornos de crisis que requieren definiciones concretas de los aspirantes como para que la ciudadanía se aleje del dominio sicológico de las encuestas o del conclusionismo mediático que perfila preferencias ya ni siquiera por simpatías sino tan sólo por identificación por su presencia en la televisión.
El mundo asiste a cuando menos tres finales de modelos: el sistema de representación, el sistema capitalista y el sistema hegemónico de los Estados Unidos. Y ahí México aparece ajeno a esos problemas y a estos debates de fondo, agobiado por el corto plazo del número de muertos por la violencia y por las quejas cuando los muertos ya no son significativos.
Hasta ahora, los aspirantes presidenciales se mueven con tiento en las burocracias internas de sus propios partidos y sin abrir sus ideas o propuestas al ciudadanía; la razón radica en el hecho de que las candidaturas son decisiones de las élites partidistas, pero que los partidos deben de tener un pulso del sentir de la sociedad y de los aspirantes frente a las crisis como para saber por qué razón van a optar por uno de los precandidatos sobre los otros.
De todos modos, la sociedad también se ha visto arrastrada a la parafernalia de las precandidaturas pero sin encontrar los espacios de atención en las élites preocupadas por sus propios intereses. El problema que enfrentan los partidos es que los candidatos salgan de las pugnas internas y no de los intereses de la sociedad.
Por lo pronto, se pueden delinea los diez puntos principales que todo precandidato presidencial debiera saber, aunque le dé miedo preguntar:
1.- La crisis de Obama. Forjado en el atractivo mediático del color de su piel, en el hartazgo de los ciudadanos contra el stablishment de los poderes reales en los EU y con un discurso demagógico frente a la realidad, Obama no ha podido sacar al país de la crisis y la economía estadunidense es un lastre para la economía internacional. El camino que le queda a Obama es el de la polarización política, pero en el entendido de que los republicanos están buscando una opción de centro y no radical de derecha. Obama sería el primer presidente de los EU sin un proyecto hacia el mundo y responsable ya de una crisis económica de largo aliento 2008-2012.
2.- La crisis económica internacional. A diferencia de otras crisis, la actual no es de coyuntura sino de política económica. El colapso fue provocado por las corporaciones, pero sometió al mundo a salidas de emergencia –como el aumento en el gasto público– que hoy son otra parte del problema. Los bancos internacionales van a ser la próxima fase de la crisis porque prestaron irresponsablemente a gobiernos también irresponsables y la falta de pago podría llevar a bancos a la quiebra o a rescates costosos.
3.- La crisis de la geopolítica tiene a los EU en el centro del debate. Obama no ha sabido salirse de Irak y Afganistán y ya se metió en problemas en el medio oriente con el Estado Palestino. También ha ofrecido la imagen de impericia en el manejo de las relaciones políticas con Europa y no ha sabido dar soluciones a la crisis económica. El problema no es que el imperialismo estadunidense esté en crisis, sino que el asunto se localiza en un Obama sin geopolítica.
4.- La crisis económica en Europa tiene en jaque al euro. España, Italia, Portugal y Grecia se dedicaron a gastar dinero sin equilibrar ingresos y hoy no saben cómo tapar los hoyos financieros. La salida no es difícil de suponer: ajustes financieros que suponen bajas en el crecimiento económico y recorte de programas sociales que carecen de financiamiento presupuestal sano. Grecia es el ejemplo: manipuló las estadísticas y hoy puede quebrar y de paso arrastrar a bancos. Lo de menos es que Alemania acepte el rescate; lo grave es que Europa ve sólo el corto plazo y carece de una propuesta de redefinición política.
5.- La deuda y los bancos. El problema no es nuevo. Se vio con claridad en los setenta y ochenta en América Latina cuando los bancos prestaron sin normas a los países por el petróleo y luego no pudieron cobrar esos pasivos. La salida no es otra que bajar el creci8miento y hacer sacrificios presupuestales para pagar deudas, pero los países europeos quieren la salida fácil de tapar sus hoyos y no bajar el PIB por las protestas sociales. México y América Latina fueron obligados a programas recesivos que sanearon sus finanzas pero Grecia y España no quieren sacrificarse. De ahí que la salida de la crisis económica no sea fácil para la arrogancia de una Europa que se ve como país tercermundista.
6.- La crisis del pensamiento económico. En el fondo, el capitalismo de la codicia y la especulación llegó a su fin. No fue gratuito que la crisis del 2008 tuviera sus detonadores en los bancos que regalaron hipotecas o en el consorcio especulativo de Lehman Brothers. El capitalismo ya no puede basarse en la acumulación, la especulación y la codicia porque los marginados ya están en las calles. La salida de la crisis del 2008 fue aumentar el gasto público y el endeudamiento, pero ello provocó un colapso en las finanzas públicas. Hoy se tiene que pagar socialmente la negativa de las grandes potencias a aceptar que el capitalismo tiene que reformarse.
7.- El PIB y el desempleo. El capitalismo es especulación bursátil que no genera desarrollo sino acumulación de riqueza en pocas manos. Las protestas sociales de los marginados han revelado que importantes sectores sociales están al margen del desarrollo, el desempleo es el recordatorio de los sacrificados y la falta de gasto público ha colapsado las posibilidades del Estado de bienestar. Lo que ha tronado con esta crisis es el modelo de desarrollo; y en países como México se percibe este hecho cuando las posibilidades de crecimiento económico son bajas y apenas satisfacen el bienestar de menos del 50% de la población.
8.- La inseguridad y la violencia. En México, la alternancia partidista en la presidencia de la república rompió con los acuerdos con los sectores invisibles del sistema priista, entre ellos el de las relaciones perversas con el crimen organizado. La estrategia de seguridad del gobierno de Calderón ha exhibido la permanencia de esos lazos, pero con el agravante de que la sociedad mexicana prefiere pactar con criminales que limpiar las calles de delincuentes. El tema de inseguridad será sin duda el más importante en las elecciones presidenciales del 2012: ¿seguir la estrategia de combate o pactar con los criminales?
9.- Las protestas sociales callejeras. La sociedad que ha quedado fuera del desarrollo y del bienestar ha salido indignada a las calles a protestar, pero es incapaz de presentar opciones. España. Grecia, el medio oriente, Chile y ahora los estadunidenses neoyorkinos quieren plantarse en las calles para exigir el fin del sistema capitalista de la codicia y demandar programas de bienestar. Pero el problema es más de fondo: la estructura del gasto público y el financiamiento del desarrollo. En Chile, por ejemplo, grupos socialistas y comunistas han organizado protestas por el financiamiento de la educación, pero el problema es mayor: educación para qué modelo de desarrollo. El punto central radica en el hecho de que los ingresos fiscales de los gobiernos no alcanzan para financiar programas de bienestar social.
10.- Y la crisis de crisis: la crisis del modelo de representación política. La exigencia de una democracia real no alcanza a fijar con claridad los objetivos de adecuación de las reglas procedimentales de la democracia. La democracia existe, el problema radica en que la democracia no garantiza la representación social. España es el ejemplo de la crisis en la representación porque una parte de la sociedad está indignada con los representantes pero no ofrece nuevas formas de garantizar una verdadera representación de la sociedad. La crisis de representación sólo ha confirmado lo que decía desde 1912 Robert Michels, especialista en partidos políticos: los partidos conforman una oligarquía, un pequeño grupo que decide quién va en la lista de candidatos.
Los debates deben atender los problemas de la crisis del modelo de democracia representativa y de los modelos de desarrollo capitalistas. Pero en México la lucha por la candidatura presidencial se basa en la decisión de las oligarquías en los partidos y no de políticos que pudieran ofrecer algunas salidas al estancamiento económico, político y social.
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