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Celestino Robles (Colaboración)
Oaxaca, Oax., 22 de julio del 2011(Quadratín).- El oaxaqueño se caracteriza por ser y sentirse orgulloso de su tierra, de sus orígenes y de su cultura; de hecho no se exagera cuando, al ritmo de la canción mixteca muchos se ponen de pie para sentir ese impulso casi natural que circula en sus venas y que se transforma en sensaciones indescriptibles, a su folclor y a sus milenarias culturas. Es el sentido de pertenencia a sus raíces.
Oaxaca es uno de los Estados que posee el mayor número de tradiciones y costumbres, es el lugar donde todavía se le tiende la mano al más necesitados y entre toda la comunidad asisten a los tequios, a los festejos y porque no, también se siente la hermandad cuando por azares del destino alguien muere. La organización comunitaria pues, en Oaxaca aun es palpable.
El colorido que posee es único, además de ser maravilloso, pues si alguien no se ha dado cuenta, cuando el sol de la Mixteca se esconde, brilla en la costa, o cuando en la montañosa sierra norte el viento sopla fuerte, las apacibles copas de los arboles de la selva de la región del Istmo refresca aquella región. Total, Oaxaca tiene de todo y para todos los gustos.
Oaxaca no es solamente son los grandes baches que proliferan en sus calles, tampoco son las manifestaciones diarias en las que se sataniza al gobierno del cambio por no encontrar la salida a un estado que vale tanto por su cultura, por sus olores y por lo bello que resulta, si lo recorres desde todas las vértices. Oaxaca también tiene sus grandes encantos.
Y como no va a sentirse orgulloso el oaxaqueño de lo que tiene, si ha sido parte fundamental de ese proceso histórico del folclor; el sabor de su gastronomía incomparable con otros, ha puesto a este lastimado estado en la punta de cualquier platillo internacional, esa mezcla de lo prehispánico con lo contemporáneo y además de la autenticidad de ellos, sobresale ante todo, solo es cuestión de comprobarlo, tan deliciosa la comida del Istmo, como de los Valles Centrales, la Sierra Sur, la costa y la Cañada. Vaya olores y sabores de Oaxaca.
Los legados culturales de los oaxaqueños los hacen de esa manera, (orgullosos de lo que poseen), detestan un auditorio techado, porque no ha sido parte de su vida; crecieron, y vivieron aquellas grandes reuniones familiares que se acostumbraban en los lunes del cerro, y el hecho de ser parte de la verbena popular era lo mas importante, recibir el sol y estar en contacto con el pueblo que cada año venia a la fiesta mas grande de Oaxaca. Creo que ya no es así.
Es posible encontrar todos los defectos posibles en quienes rodean a este gran estado, pero no deja de ser bello, no deja de tener el clima más agradable, tampoco deja de tener el talento que muestra su gente, sus artesanos, y sus músicos de Tlahuitoltepec, que desde que nacen saben que los compases, sus composiciones son parte de esa región de músicos. En Oaxaca se forman también grandes personajes.
Si hacer alarde de ningún tipo, Oaxaca es un lugar mágico, con un pasado lleno de historia, tapizado de cantera verde. Quizá suenen redundante esta opinión, pero puede convertirse en una reflexión, para quienes se les ha olvidado de lo que tienen, y evitar que Oaxaca se transforme, o se siga transformando en una mancha indeleble, como la que se empieza a formar por sus malos gobiernos y por el saqueo desmedido de sus recursos.