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México, D.F. 16 de marzo 2011 (Quadratín).- Para que la economía mexicana compita con los mercados mundiales, debe superar el lastre insuperable que significan los 85 millones de ciudadanos pobres, pues esto deriva en una baja productividad de la mano de obra y un mercado interno anémico, lo que nos pone a merced del mercado mundial, señaló el Secretario General del Movimiento Nacional Antorchista, Aquiles Córdova Morán.
En entrevista, el dirigente añadió que el merado internacional no hace concesiones a los débiles, por lo que se debe atender urgentemente la condición de los salarios en los trabajadores, pues aunque en principio parezca desigual la ganancia, se forjarían trabajadores más productivos, reforzamos la demanda interna y se recupera el control de esa decisiva variable económica.
Además, continua, este modelo nos desligaría de los asares de la economía norteamericana cuyos desastrosos efectos todos padecemos. Las ventajas sociales vendrían por añadidura.
El líder de la organización social, se refirió a la situación económica que vive el país y la vieja idea centenaria de que pronto nos colocaremos entre los países ricos de la tierra, pero sin que hasta el momento se haya logrado pues está claro que, o estamos atascados o vamos para atrás.
Explicó, de manera sucinta, como al hablar sobre el crecimiento económico de nuestro país, siempre se subraya la baja inversión, la obsesión de los gobiernos por traer capital extranjero, pero se olvidan de que, como lo subrayó Keynes, la inversión productiva responde siempre al tamaño y a la seguridad del mercado de la demanda solvente.
Y es ahí, dice el también ingeniero agrónomo, donde se explica cómo la extensión sostenida de una economía depende del control de la misma sobre sus variables fundamentales, entre ellas, precisamente, el mercado interno.
En ese contexto, critica que la política económica de nuestro país apueste todo a las exportaciones, lo que para un país subdesarrollado como el nuestro significa salir a librar una guerra para la que se está poco o nada preparado, un verdadero suicidio.
Por ello, y como una alternativa de solución a este atolladero económico, al final señala que es imperativo elevar sustancialmente los salarios de los trabajadores, no por razones humanitarias ni de justicia social, valores lejanos a la idiosincracia del inversionista, sino por estricta racionalidad económica.