Día 23. Por oportunismo, crisis en Ciencias Políticas de la UNAM
Oaxaca, Oax. 12 de noviembre de 2010 (Qudratín).- Este sábado será histórico en la vida política de Oaxaca. Se instalará la LXI Legislatura sin el predominio de la mayoría priista. Con 16 legisladores, de un total de 42 integrantes de la Cámara de Diputados de Oaxaca, el PRI ya no podrá avasallar a la oposición.
Frente a esa nueva realidad política, la fracción parlamentaria del PRI dio a conocer lo que llamó Agenda legislativa, que más que ideas y propuestas es un compendio de buenas intenciones que con voluntad política debieron haberse convertido en leyes durante el régimen priista.
A lo largo de los últimos 30 años, donde está el origen y desarrollo de la actual clase política de Oaxaca, el régimen priista tuvo la oportunidad histórica de convertirse desde el Congreso local en el motor del cambio democrático de la entidad, pero su labor legislativa se redujo al papel de dique.
De acuerdo con el documento Agenda legislativa del PRI, este partido, en apariencia, muestra su vocación democrática, pero en el fondo se engaña y pretende engañar a la sociedad oaxaqueña porque no admite su derrota como respuesta social ante el hastío por la corrupción, el autoritarismo, la represión, el amiguismo, el compadrazgo, la opacidad, el abandono, el despilfarro, las imposiciones y el surgimiento de una élite de nuevos ricos.
En el diagnóstico de las razones de su derrota, el PRI que llegará al Congreso local no admite ese hastío ciudadano. Le echa la culpa a la confabulación y la arbitrariedad de Estado. Mal diagnóstico y por ende, mal será su política legislativa porque parte de una mentira o verdad a medias. Si la Agenda Legislativa del PRI asumiera el reconocimiento de su derrota a partir del cansancio ciudadano, enfocaría sus políticas a la atención de la ciudadanía, pero no lo hace así.
Y en esa sucesión de yerros, la fracción parlamentaria del PRI simula que será, ahora sí, el paladín de la democracia, el desarrollo social y la convivencia pacífica, cuando en 80 años de régimen priista, las legislaturas del PRI actuaron en sentido contrario.
Resulta saludable que los nuevos legisladores priistas y su coordinador, el diputado Martín Vásquez Villanueva, tengan como premisa en sus tareas legislativas, el debate para lograr consensos. No les queda de otra porque carecen de la mayoría para planchar acuerdos y ya no disponen del Ejecutivo para doblegar o cooptar opositores.
Es sano que los diputados del PRI piensen en el fortalecimiento del Poder Legislativo y que se encaminen hacia el acotamiento del poder discrecional de Gabino Cué, como gobernador, pero resulta sospechoso que no lo hayan hecho en los tiempos del PRI/Gobierno, cuando el Legislativo no jugó el papel de contrapeso y se negó a transitar por la ruta de la independencia y el equilibrio de poderes.
Encarrilados para mostrarse como los adalides de la democracia, la fracción parlamentaria del PRI propuso que el Programa Estatal de Desarrollo no sirva solo como culto a la personalidad o propaganda del gobernador en turno, adelantó que no avalará ningún nuevo impuesto estatal y anunció que buscará acotar la discrecionalidad de los funcionarios y del Poder Ejecutivo. Muy buenos razonamientos, pero ¿por qué tuvieron que esperar a convertirse en minoría y perder el poder para legislar sobre esos temas inherentes a la consolidación de la vida democrática de Oaxaca?
Los diputados del PRI que formarán parte de la nueva realidad política de Oaxaca, tienen el derecho de la duda, pero la historia del PRI desde el poder desalienta la credibilidad. Tendrán, al igual que el resto de legisladores, un nuevo desafío: impulsar los cambios democráticos en Oaxaca o extraviarse en los laberintos del gatopardismo. En tres años más, la sociedad hará su propia evaluación, donde también quedará al descubierto la cultura democrática de todas las fuerzas políticas: si buscaron el poder por el poder y llegaron con el quítate tú para que me siente yo o si trascendieron a su cortedad de miras.
Tufo xenofóbico
En el contexto de la llamada Agenda Legislativa del PRI, llamó la atención el diagnóstico y la propuesta legislativa sobre el fenómeno de la migración.
Ante un tema tan complejo, que tiene que ver con la economía globalizada y las políticas militares de contención en las fronteras, el diagnóstico es insuficiente y la propuesta de ley sobre el tema resultó una baratija con el tufo de la xenofobia porque olvidó a los migrantes de Centroamérica que, en su periplo hacia Estados Unidos, transitan por el territorio oaxaqueño bajo condiciones de alto riesgo.
Oaxaca, en efecto, es una entidad expulsora de mano de obra. A diferencia de otros años, el flujo migratorio, principalmente hacia el norte del país y a Estados Unidos, es un fenómeno que abarca todas las regiones del estado.
Hay jornaleros oaxaqueños bajo la condición de migrantes temporales que anualmente se trasladan a Sonora, Sinaloa, Baja California y Chihuahua, otros a Nayarit, Veracruz y Chiapas. Todos bajo condiciones de alta vulnerabilidad e indefensión.
De acuerdo con datos oficiales, el fenómeno de la migración oaxaqueña se registra en por lo menos 313 municipios de los 570 con que cuenta la entidad, sin incluir la migración local o interna, como la que realizan los cortadores de caña en la región de Tuxtepec.
Sin embargo, Oaxaca no sólo es tierra de origen y destino de migrantes. También es tierra de tránsito, principalmente de centroamericanos que como los salvadoreños van a Estados Unidos en busca de la reconciliación familiar tras 12 años de guerra civil que vivió ese país a partir de 1980.
Cada tercer día, el ferrocarril procedente de Arriaga, Chiapas, que antes estaba bajo la administración de la empresa chilena Chiapas/Mayab y que ahora administra el Ferrocarril del Istmo de Tehuantepec (FIT), llega a Ciudad Ixtepec y con él y sobre él, llegan unos 300 centroamericanos sin papeles que siguen la ruta a Medias Aguas, Veracruz y de ahí al norte del país.
A lo largo de su tránsito por Oaxaca, los migrantes centroamericanos son víctimas de toda clase de fechorías: comúnmente y con el pretexto de alertarlos ante la presencia de grupos delictivos, son asaltados en pleno viaje a la altura de Chahuites. Las denuncias señalan a personas vestidas con el uniforme de la Policía Federal (PF), como responsables de esos asaltos.
Sometidos por el terror, los migrantes centroamericanos saltan del tren en la oscuridad, se internan entre matorrales, se pierden en los caminos vecinales y enfrentan, a la luz del día, el rostro de la violencia común y son asaltados, extorsionados cuando tienen suerte y cuando no, son víctimas del secuestro.
En Chiapas se creó, recientemente, la Fiscalía para la atención de migrantes centroamericanos. En Oaxaca, la política migratoria va de la mano con la de la delincuencia y hace falta salvaguardar los derechos humanos de los centroamericanos.