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Oaxaca, Oax. 21 de julio de 2010 (Quadratín).- ¿Cuál va a ser el papel que el PRI, sus dirigentes, diputados federales y locales, presidentes municipales y particularmente el gobernador hasta el 30 de noviembre, van a jugar en el proceso de transición en Oaxaca?
¿Tendrá el PRI y su aún gobernador la claridad para entender que únicamente tienen dos opciones: sentarse a dialogar para transitar a su nueva condición de partido opositor o continuar con su estrategia de escalar la confrontación en aras de obstaculizar el proceso de entrega recepción y la conducción política del nuevo gobierno?
Por lo que se observa a la distancia, a casi dos semanas de haber perdido la elección, la ruta trazada por Ulises Ruiz para enfrentar su nueva condición de político derrotado es el de la confrontación estéril, la imposición de obstáculos y la necedad política para iniciar a través de una comisión de gobierno el proceso de acercamiento con el candidato y con el equipo de transición por él conformado para el inminente proceso de entrega-recepción de la administración pública.
Ulises Ruiz vuelve otra vez a errar en su estrategia, se equivoca al haber optado por el camino de la confrontación; la polarización por él encabezada tendrá consecuencias para su partido, para su gobierno, para sus amigos funcionarios y para su partido.
Con la decisión política de obstaculizar el proceso de entrega-recepción, de iniciar un acercamiento político, Ulises Ruiz está construyendo el camino que lo lleve a que, llegado el día esperado, den inicio las investigaciones a su gobierno, a su gestión y al desempeño que varios de sus colaboradores tuvieron como servidores públicos.
El PRI y sus dirigentes, la mayor parte cercanos al gobernador están apostando mal, no todos gozan de fuero en su calidad de legisladores federales y locales, no todos contarán con el respaldo del exgobernador Ruiz Ortiz cuando este deje el gobierno la noche del 30 de noviembre, no todos contarán con los recursos económicos y apoyos políticos para responder, en su caso, al necesario proceso de revisión que habrá de iniciar la nueva administración de la gestión de cada funcionario (así sean funcionarios menores) durante estos últimos años.
El PRI en Oaxaca está apostando mal al optar por el camino de la negativa al diálogo; bajo el supuesto de que jugarán un papel prominente en la negociación presupuestal del próximo año en la Cámara de Diputados y que esta situación les permitirá obstaculizar e incidir en el presupuesto que requerirá la próxima administración para echar andar proyectos importantes de carácter social prometidos a lo largo de la campaña, no miden que su desempeño estará sujeto al escrutinio público y que los medios de comunicación, que el poder del nuevo gobernador, su capacidad de influencia, los acuerdos construidos y su fortaleza política por los votos obtenidos, los desnudará frente a la opinión pública y los exhibirá frente a los ciudadanos.
El PRI está apostando mal en esta transición y el gobernador sigue ofuscado por la derrota, no la digiere y eso en política conduce a la perdición.
Obvio que esta estrategia en el corto plazo no beneficia al gobernador electo ni a su equipo de campaña, pero a largo plazo, iniciada la nueva administración tendrá el poder de la ley, de la fuerza y de la razón de estado para iniciar lo que los funcionarios y exfuncionarios temen, la evaluación de su gestión, esa que el pueblo demandó en las urnas y que exigen a gritos para poder lapidarlos en la plaza pública.
¿O creen los priistas que el bono democrático que los ciudadanos le otorgaron a Gabino no pasa por la demanda de exigir qué hicieron con los recursos públicos que no llegaron nunca al pueblo que el 4 de julio les retiró su apoyo?
Hay muchas áreas, obras y funcionarios que deberán ser auditados. ¿En serio el PRI y su estratega mayor consideran que la opción de la confronta política es el camino? Allá él, allá ellos.
Foto: Archivo / Quadratín