Obispos de México: Un nuevo horizonte
Oaxaca, Oax. 9 de enero de 2010 (Quadratín).- Fue el teórico militar prusiano Carl Von Clausewitz quien escribió que la guerra es la continuación de la política por otros medios.
Y eso es lo que ahora empezamos a presenciar en Oaxaca a propósito de la disputa por el poder político en donde estará en juego la permanencia del PRI en la gubernatura, el control del poder legislativo y su condición de partido mayoritario en 152 municipios.
Dentro y fuera del PRI la disputa cobra diversas formas, pero hasta ahora en donde más se ha evidenciado es en la guerra mediática, tanto a nivel local como nacional.
Dos de los casos más recientes: en su edición del 3 de enero, la revista Proceso publica un reportaje de Patricia Dávila titulado Una fortuna sobre las ruinas del estado. Se aportan cifras y datos, muchos de estos imprecisos, sobre el contraste de Oaxaca: pobreza y marginación, por un lado, y enriquecimiento de la clase gobernante, por el otro. Información en donde se combinan fuentes de diverso tipo, desde las que ya en otra ocasión había hecho referencia el mismo medio, como es el caso del hospital Sedna, hasta la aportada por un semanario local cuyo director está estrechamente vinculado al exgobernador José Murat. Periodísticamente, el reportaje tiene toda la manufactura de un trabajo realizado a partir de fuentes secundarias con todos los riesgos que esto puede acarrear en cuanto a crediblidad y solidez.
Como suele suceder en cada fin de sexenio, es hasta el quinto o sexto año, y en este caso con el proceso electoral ya en marcha, cuando un medio nacional se ocupa de un fenómeno que se agravó en Oaxaca desde el sexenio muratista y que a nivel nacional no ha sido exclusivo de gobiernos priístas: la corrupción, el derroche, el abuso de poder y el enriquecimiento de sus gobernantes.
Tres días después de la publicación de este reportaje, el periodista oaxaqueño Carlos Ramírez, columnista del diario El Financiero y excolaborador de Proceso, comenta en su columna Indicador Político que Gabino Cué, a quien en forma despectiva llama Juanito Cué, compró diez mil ejemplares de la revista Proceso de esta semana donde se incluye un reportaje contra el gobernador Ulises Ruiz para usarlo como campaña de guerra sucia.
Y continúa: Lo interesante del asunto es que la versión de Proceso confirma la otra vertiente de los compromisos de Juanito Cué como representante de los intereses del cacicazgo político del priísta-panista exgobernador Diódoro Carrasco. La esposa de Carrasco es sobrina de Julio Scherer, dueño de Proceso, por lo que el reportaje tenía el sello familiar de la casa. (El Financiero, enero 6 del 2009).
Lo de Proceso es el inicio, como también lo escrito por Carlos Ramírez y lo que en las siguientes semanas y meses escribirán las plumas que estarán con Ulises Ruiz y en contra de Gabino Cué, o con éste último y en contra de URO, con el PRI y en contra de la alianza opositora, etc. Es y será parte de la ríspida lucha por el poder político en Oaxaca en donde solo habrá de dos: continuismo o alternancia.
La otra cara de esta disputa es la que se libra dentro del PRI. Una guerra intestina que tiene dividida y desconcertada a la clase política priísta y que también se refleja en los posicionamientos de los medios locales y en las columnas políticas.
Una sucesión interna que primero parecía ya decidida a favor de Jorge Franco, pero que después de las elecciones federales del 2009 cambia de rumbo y se orienta hacia el diputado federal Eviel Pérez Magaña. Sin embargo, a partir de diciembre el proceso observa signos de descomposición ante el febril activismo del presidente del CDE del PRI, Jorge Franco, quien pone en juego todo su poder acumulado en el sexenio para intentar cerrarle el paso a Pérez Magaña y jugar con un tercero en discordia. Diestro en las malas artes de la política, Franco Vargas alienta la disidencia entre los otros aspirantes y consigue conformar un bloque antievielista con José Antonio Hernández Fraguas y Adolfo Toledo Infanzón. Es la terna del presidente del PRI, pero no la del gobernador.
Y con una sucesión aparentemente fuera de control, lo que ahora se observa es una guerra interna en donde los que ayer presumían de unidad y disciplina no solo se dividen sino entran al terreno de la confrontación. Miden fuerzas en todos los terrenos: en las encuestas, en los medios y con la estructura territorial del PRI. Fraguas exige un proceso democrático, olvidando que en su partido no hay elección sino designación de candidatos, trátese de diputados, presidentes municipales, senadores y gobernadores. En su partido la regla es el dedazo y la consulta a la base la excepción.Y él mismo ha sido producto de esa cultura. Es un juego sin reglas escritas, discrecional, antidemocrático por definición, en donde la última palabra la tiene el Gran Elector.
Y será este el factor, y no la convocatoria ni mucho menos la opinión de la militancia, el que termine por imponerse para así restablecer la disciplina y lealtad hacia el gobernante en turno, ahora puesta en duda por quienes ni se irán del PRI ni renunciarán a sus fueros y privilegios.
Este artículo también fue publicado en Noticias, enero 9 del 2010