Día 22. Palacio perdió dominio de la agenda de la crisis
Oaxaca, Oax., 13 de agosto de 2009 (Quadratín).- En una entidad plagada de violencia política, abusos e impunidad como la nuestra, la cultura de los derechos humanos es inexistente y se reduce a un ejercicio de manipulación ideológica, escudo de delincuentes profesionales y un pretexto burocrático para darle trabajo a los recomendados oficiales.
La sociedad civil no organizada de Oaxaca se encuentra indefensa, desorganizada y sin representación real frente al juego de intereses y simulaciones que practican las instituciones y las organizaciones independientes de derechos humanos.
Durante décadas el poder centralista del partido único y la práctica de los cacicazgos violentos dejó una larga estela de asesinatos, encarcelamientos injustificados, persecución política, hostigamiento y represión.
La falta de respeto a los derechos humanos en México incluido nuestro estado se convirtieron en un escándalo internacional que obligó al gobierno federal a crear en 1999 a la Comisión Nacional de Derechos Humanos que desde su creación hasta nuestros días ha registrado un incremento de 300 por ciento en sus recursos hasta acumular un presupuesto de casi mil millones de pesos al año. Lo que la convierte en una de las oficinas más costosas de todo el mundo. Solo como ejemplo citaríamos que el titular de esa oficina, José Luis Soberanes, gana más que el presidente de la República.
Tanto dinero no ha sido capaz de modificar las conductas, prácticas y vicios de la sociedad sus autoridades y organizaciones políticas.
El trabajo de la CNDH se convirtió en un asunto de rentabilidad política, sus recomendaciones e investigaciones muchas veces carecen de sustento en evidencias legales y en reiteradas ocasiones sus resoluciones son un ejercicio para cuidar la imagen de la institución y no la vida y los intereses de los ciudadanos.
Frente a la inoperancia de la CNDH en el país surgieron cientos de oficinas regionales de Derechos humanos y salvo sus honrosas excepciones parece que nos salió junto con pegado.
Muchas de las organizaciones civiles abandonaron la imparcialidad que les exige esta materia y se convirtieron en un apéndice de intereses políticos al constituirse solo en voceros de de las organizaciones sociales y políticas a las que defienden.
Las organizaciones independientes, la mayoría de ellas con financiamiento internacional y los partidos políticos que tienen como práctica el abuso de la protesta como forma de expresión se convierten en el principal obstáculo para la defensa de los derechos civiles más elementales.
De esta manera los abusos policíacos, la práctica de los usos y costumbres de algunas autoridades municipales, el excesivo burocratismo, los bloqueos de carreteras, toma violenta de oficinas públicas y el secuestro del personal, los actos vandálicos y los asesinatos derivados de conflictos políticos, son una de las expresiones más brutal de violencia política que debilita el respeto a los derechos básicos de la sociedad.