Día 23. Por oportunismo, crisis en Ciencias Políticas de la UNAM
ENTRE PEJISTAS Y CALDERONIANOS
El martes pasado tuvimos la oportunidad de compartir espacio con el hombre más rico del mundo. Su halo es simplemente eso, el de el hombre más rico del mundo, el que defiende exaltado pero con coherencia sus razones cuando se le habla de monopolios, el que la mayor parte de las veces prefiere guardar un bajo perfil cuando de actos multitudinarios se trata.
Carlos Slim no tiene hambre de reflectores, no los necesita. Rehúye las entrevistas y rara vez aparece en los noticieros. La suya es una omnipresencia imperceptible.
Cada año la Fundación Telmex, la más importante de América Latina, organiza un encuentro de jóvenes de todo el país denominado México Siglo XXI, personalidades de la política, el arte, los deportes, la ciencia y el espectáculo acuden al Auditorio Nacional en la ciudad de México a compartir sus experiencias de vida ante un auditorio repleto y ávido por escucharles.
En primera fila, sin ser nunca presentado, Slim escuchaba pacientemente cada una de las peroraciones. Es un líder sin aplausos, no se si sea desdén o excesiva modestia. Esta ocasión el hombre que pagó todo no recibió uno solo.
Nunca se le presentó y los conferenciantes le mencionaban con discreción. Tal vez gran parte o la totalidad del gasto ejercido por su fundación sea deducible de impuestos, pero la gente y en especial los jóvenes sienten un beneficio real.
Yo no sé de otra fundación que entregue becas de estudio a jóvenes de todo el país año con año ininterrumpidamente. Que pague fianzas para liberación de presos indígenas sentenciados por delitos menores y sin posibilidades de pagarlas ellos mismos, de hacer trabajo social en comunidades marginadas o azotadas por fenómenos naturales o de desarrollar de deportistas de alto rendimiento competitivos a nivel mundial y campeones olímpicos.
El martes escuchamos a Mario Molina, nuestro premio Nóbel de Química, abordar el tema urgente del calentamiento global; conocimos la faceta ambientalista de Jesús Emmanuel Acha Martínez, conocido intérprete mexicano que sólo identificamos cuando cantó la séptima luna; recibimos el mensaje de Jane Fonda, conocida actriz hollywoodense de la década de los 60 que decidió cambiar el estereotipo de que la belleza está reñida con el intelecto y el entendimiento, férrea opositora a la guerra de Vietnam y decidida activista social y política, defensora de los derechos de la mujer; abrevamos de la historia de vida de Mario Andretti, la única persona en la historia que ha ganado las 500 millas de Indianápolis, las 500 millas de Daytona y el campeonato mundial de la Fórmula Uno, hoy exitoso empresario.
Más tarde aparecieron María del Rosario Espinoza y Guillermo Pérez, medallistas olímpicos becarios de Fundación Telmex, Eduardo Nájera, jugador de la NBA formado también bajo el auspicio del grupo CARSO.
Y ya casi al cierre de la jornada apareció Colin Powell ex secretario de estado de los Estados Unidos y hoy líder de un centro de estudios políticos que lleva su nombre.
Conocer a los hombres y las mujeres más influyentes del mundo, escuchar su mensaje y poder compartir espacio con ellos es gratificante. Algo se aprende siempre.
Independientemente de su actuar político o sus yerros personales, son mentes lúcidas que han logrado trascender con éxito e integridad esa difícil aduana que la globalización comunicacional representa para la vida pública.
De no ser por esta fundación tal vez nuca les hubiésemos tenido tan cerca. Más de 14 mil jóvenes de todo el país, confluimos en un mismo punto geográfico. Dejamos los nuestros en el árbol de los deseos que consignaban lo mismo imágenes de un país sin corrupción, que la caída del ilegítimo Calderón, pensamientos que se dejaban en cuarterones de papel y que reflejaban en su multiplicidad lo diverso y hasta polarizado de la juventud.
Desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha, pejistas y calderonianos y tangenciales, aquellos para quienes la política no representa referente alguno. Todos caben dentro de la Fundación.
Y con ejemplos como este se da una muestra más de que la juventud sí sabe convivir por encima de las naturales diferencias. Varias cosas reaprendimos: la importancia de la perseverancia, de la constancia, de la paciencia, de ser proactivo, de saber escuchar, de tolerar la verdad ajena, de aprender a dar antes de esperar recibir, de no torcer las convicciones, en una palabra: de ser mujeres y hombres de una sola pieza, que es presupuesto esencial del éxito en la vida.
Una cosa me quedó muy presente, la dijo Andreti, el corredor de autos: cuando todo está bajo control, es que no vas demasiado rápido. Este país necesita nuestra urgencia.