Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
OAXACA, Oax. 20 de septiembre de 2013 (Quadratín).- El dinamismo de la actividad económica, los cambios de la globalización y las crisis fiscales y financieras mundiales, hacen necesario revisar los sistemas tributarios y las políticas de gasto público de los países, respecto de las insatisfechas demandas sociales y necesidades de desarrollo y mantenimiento de infraestructura.
Los impuestos son contribuciones obligatorias sin contraprestación directa, ya que los rubros de gasto más importantes (seguridad, educación, salud, procuración de justicia, infraestructura, seguridad nacional) son difíciles de focalizar y su medición entre el que los paga y el que los recibe es imposible. Por ello, el principio sustantivo de los impuestos es de la capacidad contributiva.
No existe un solo país con un impuesto único que resuelva la interrogante de la distribución de la carga tributaria. Existen por el contrario sistemas tributarios con una gama amplia de impuestos, los cuales se pueden clasificar fundamentalmente en directos o indirectos. Los directos afectan manifestaciones inmediatas de capacidad contributiva y los indirectos las mediatas como consumo y ventas. Los primeros no pueden trasladarse a los consumidores por la vía fiscal y los segundos sí, incrementando de hecho el precio de los bienes y servicios.
Entre los impuestos directos están el ISR de las personas físicas y morales, las contribuciones a la seguridad social, los impuestos sobre la nómina y sobre la propiedad y el patrimonio. Entre los impuestos indirectos, el IVA, los impuestos a las ventas, especiales al consumo de determinados bienes y al comercio internacional.
Según la opinión vigente, durante varios decenios, los impuestos directos son instrumentos de distribución progresiva (o por lo menos proporcional) de la carga tributaria, y los indirectos son de distribución regresiva.
Según Claudio Napolioni, estos gravitan directamente sobre los consumidores y frecuentemente han sido transferidos, y aunque afectasen igualmente a todos los consumos, favorecerían a las rentas superiores destinadas al ahorro en cantidad mayor que las rentas bajas; pero además tienden (por razones de eficacia o por determinación política) a afectar sobre todo los artículos de gran consumo con mayor peso en el presupuesto de los más pobres.
La relación entre impuestos directos e indirectos está vinculada al grado de desarrollo, como señala Musgrave en los Sistemas Fiscales, en el sentido de que “mucho mayor importancia se atribuye al ISR personal, y a otros impuestos directos, tales como el tributo de los beneficios de las sociedades. Al menos es cada vez más frecuente que esta sea la estructura impositiva cuando una nación alcanza altos niveles de renta per-cápita”. Precisa también que “se ha desarrollado en todos los países occidentales la tributación progresiva sobre la renta y la riqueza, así como la financiación impositiva elevada de la seguridad social” (Musgrave: 1973).
El abandono de los impuestos directos como mecanismos de recaudación, ha avanzado más de lo deseable en América Latina. En la OCDE, el 65% de la recaudación corresponde a impuestos directos (4/5 partes por impuestos a la renta personal), en tanto en América Latina los impuestos directos suman el 25% de la recaudación (la mayor parte por renta de las empresas).
En México, los impuestos que aportan las empresas son más importantes que los de las personas físicas debido a que la estructura de la distribución del ingreso es desigual que en el resto de los países de la OCDE.
Interesante este comentario de Jeremy Rifkin, en El fin del trabajo, quien considera como salida conseguir los fondos necesarios a fin de proporcionar ingresos a los millones de trabajadores desempleados en el Mundo, analiza las desventajas que tendría la aplicación en Estados Unidos del IVA: “la principal desventaja del impuesto sobre el valor añadido es su naturaleza regresiva. Un impuesto sobre los productos básicos como los de alimentación, ropa, vivienda y cuidados médicos. El IVA también aplica mayores cargas impositivas sobre los pequeños negocios que son menos capaces de absorber y amortizar los costos. Muchos países han reducido sustancialmente e incluso eliminado la naturaleza regresiva del impuesto sobre valor añadido, no aplicándolo sobre productos básicos y pequeños negocios”.