
Oaxaca, invitado de honor en la FIL de Palacio de Minería
OAXACA, Oax. 22 de septiembre de 2013 (Quadratín).- Levanten la mano a quienes les haya cambiado la vida el danzón pide el conductor del Campeonato Nacional de la especialidad que se realiza en el teatro Macedonio Alcalá.
Es media tarde de sábado. El público, formado en su mayoría por personas mayores, asistentes de todas partes de la república al octavo Congreso Nacional de Danzón, levanta la mano. Ellas, con el abanico apretado en el puño; ellos, con el puño blanco de la guayabera.
En el escenario, las parejas concursantes sólo miran a quien tienen enfrente. Mirada coqueta. Movimientos sensuales. La mayoría tienen de 50 a 60 años. Nada de tirar polilla, ¡Qué va! Lo que tiran son suspiros.
Porque, como bien lo escribió el poeta Gonzalo Celorio, bailar danzón es “apretar con la sabia mano derecha, contra el pecho jadeante y orgulloso, a la pareja preciosa y ligera, como para comunicarle el ritmo rotundo de la sangre”.
La mirada del público va de una a otra pareja. Todas tienen lo suyo: ritmo, estilo, cadencia; unas más coreográficas que otras, pero lo que definitivamente desbordan es sensualidad.
Concepción Esquivel e Ignacio Muñoz, de 55 y 61 años, declaran que en su caso el danzón no sólo les cambió la vida, literalmente les dio una nueva vida: ella, trabajadora social en el IMSS y él, jubilado como jefe del taller de impresiones de la Universidad Autónoma Metropolitana, se conocieron en la academia de danzón La Estrella, en el D.F. Hoy viven juntos, a plenitud, bailando danzón.
“Me atrevo a dar un consejo: No tienen por qué dejar un trabajo sin saber qué van a hacer en el futuro para tener una vida digna, con salud y alegría. Antes de jubilarme diseñé en 14 puntos mi nueva vida entre los cuales incluí aprender a bailar danzón”, relata Ignacio Muñoz.
“Para mí el danzón es una experiencia de vida; demostrar y dar a los demás algo muy personal, con mayor razón bailando con una persona la que amo”, expresa Concepción Esquivel, alumna del maestro Juan Daniel Rodríguez Carrera, en la famosa academia La Estrella, donde ensayan tres días a la semana.
“Realmente yo disfruto a mi pareja. Cuando bailo, diseño en mi mente cómo voy a mover los pies, qué le voy a proponer a mi pareja, cómo la voy a enamorar. Como pareja lo que hacemos es recrearnos y ponerle mucho caché al asunto. El danzón nos revive totalmente”, agrega él.
-¿Salen sobrando los estimulantes azules?
-No hay necesidad de estimulantes azules. El danzón lo da y la mujer lo da. Ella me estimula bastante bien, Jajaja.
El poeta mexicano Gonzalo Celorio advertía ya en sus “Instrucciones para bailar danzón” sobre la experiencia de este baile de salón que suele desbordarse más allá de la pista.
«Asentar la cadera serena y vertical, con firmeza y quietud de hierro macho. Echar la mano zurda que es la del sentimiento, arriba, muy arriba, como para pescar en el mar del humo enrarecido invisibles soplos de lumbre. Apretar con la sabia mano derecha, contra el pecho jadeante y orgulloso, a la pareja preciosa y ligera, como para comunicarle el ritmo rotundo de la sangre. Y soltar por fin los pies sedeños, en desliz corto, emocionado y grave, siguiendo sin equivocaciones el son del corazón profundo. Eso es bailar danzón.»
El octavo Congreso Nacional de Danzón, organizado del 19 al 22 de septiembre por el Centro Nacional de Investigación y Difusión del Danzón A.C., concluye la tarde de este domingo con una comida baile con “Acerina y su Danzonera”, en el salón Partenón, colonia Reforma de la capital oaxaqueña.