Día 23. Por oportunismo, crisis en Ciencias Políticas de la UNAM
MÉXICO, DF. 27 de octubre de 2013 (Quadratín).- Cuando se firmó el Pacto por México entre los tres principales partidos, el escenario de corto plazo era el de los acuerdos para reformas negociadas. Aún en esos momentos había la duda de si eran reformas estructurales o sólo la conciliación de puntos más o menos comunes de las agendas legislativas de esas organizaciones. Del 2 de diciembre de 2012 a la aprobación parcial de la reforma hacendaria el 17 de octubre de 2013, el Pacto pasó de la idea de la reforma del modelo de desarrollo a reformitas de corto plazo.
El Pacto se fijó tres metas ambiciosas:
-El fortalecimiento del Estado Mexicano.
-La democratización de la economía y la política, así como la ampliación y aplicación eficaz de los derechos sociales.
-La participación de los ciudadanos como actores fundamentales en el diseño, la ejecución y la evaluación de políticas públicas.
Las reformas aprobadas hasta ahora -telecomunicaciones y educativa, sobre todo- lograron tocar la estructura de poderes fácticos que fortalecían efectivamente al Estado mexicano. A la distancia se puede apreciar que esas reformas tocaban intereses fuera del círculo del poder político: las televisoras y las secciones sindicales radicales, ninguna de ellos articulados estructuralmente al sistema de poder o a los partidos políticos.
Las reformas energética y hacendaria sí afectaba algunos de los hilos de intereses de los partidos: el petróleo al PRD por la figura dominante de Cuauhtémoc Cárdenas, hijo y heredero del legado del presidente Lázaro Cárdenas que expropió el petróleo. Lo extraño del caso del PAN es que la reforma fiscal que subía impuestos a la zona fronteriza y a algunos productos en realidad no afectaba a algunas redes de poder panistas, pero la bandera contra las modificaciones fiscales fue tomada por grupos al interior del PAN para fortalecerse ante el cambio de dirección nacional.
Al margen de las razones que pudieran explicar intereses políticos y redes de poder, las dificultades que está enfrentando el Pacto por México para avanzar en otras reformas se localiza en el punto uno de los objetivo: el fortalecimiento del Estado mexicano, pues el PAN ha sido reacio a la hegemonía del Estado y el PRD quisiera regresar al modelo cardenista del Estado corporativo como eje de la organización de masas. Y en este escenario, el PRI fue el fundador del Estado actual y de las reformas neoliberales que afectaron algunas de las cargas presupuestales del Estado pero que dejaron el sistema presidencialista como hilo conductor del Estado.
Ninguna de las tres fuerzas política más importantes está pensando en reformar al Estado para democratizarlo y en consecuencia construir un sistema político democrático, con un Estado sometido a control social. Ahí se ha localizado el punto sensible de la transición de México a la democracia, de la construcción de un sistema democrático con nuevas reglas, nuevas tradiciones y sobre todo nuevas funciones sociales. En las experiencias de las transiciones se ha partido del hecho de que el Estado promotor de la transición conduce su democratización en aras de la sociedad.
La instauración de la democracia implica, de suyo, una redistribución del poder político en tres niveles:
-Hacia el interior del Estado y sus organizaciones.
-Entre el sistema de partidos.
-Y en una sociedad más organizada.
La transición electoral del corto periodo 1997-2000 –la pérdida del PRI primero de la mayoría absoluta en el Congreso y luego la presidencia de la república– no consolidó la nueva correlación de fuerzas políticas y sociales porque el PAN se paralizó y el PRD se radicalizó, mientras que el PRI se afianzó en los niveles regionales y en su primera posición en las dos cámaras. En el 2000 sólo una alianza transformadora entre el PAN y el PRD hubiera podido construir la democracia sobre las cenizas del presidencialismo priísta electoral, pero Vicente Fox no tuvo la más remota idea de los procesos políticos y el PRD cayó en las manos fundamentalistas de Andrés Manuel López Obrador.
En este escenario, el regreso del PRI a Palacio Nacional era cuestión de tiempo: el PAN y el PRD han sido responsables históricos del fracaso de la transición democrática al arrinconarla en lo electoral y no en la reforma del viejo régimen político. El PRI en realidad no va a restaurar el viejo orden social, tratará de impulsar algunas reformas que le permitan dinamizar un poco el desarrollo pero seguirá manteniendo el Estado y sus instituciones. Y lo peor de todo es que pese al regreso presidencial del PRI, el PAN y el PRD siguen sin encontrar la fórmula del acuerdo político para la instauración de una nueva democracia: el primero regreso a sus orígenes elitistas y de confrontación y el segundo se fracturó en tribus que luchan entre sí por el poder interno.
Luego del regreso del PRI a la presidencia de la república, el Pacto prefiguró la posibilidad del acuerdo PAN-PRD para la instauración democrática pero sus liderazgos han sido incapaces de racionalizar el momento político de México, además de verse metidos en disputas entre grupos internos. Como lo mostró la reforma fiscal, el PRI a la larga sale ganando aún con las reformas limitadas por la sencilla razón de que sí sabe manejar los espacios de las reformas y también sabe aprovechar los avances limitados.
En este contexto el Pacto se redujo a acuerdos de agendas legislativas, con la circunstancia agravante de que con el PAN ni siquiera a eso podrá aspirarse; el pleito entre los grupos por la renovación de la dirección nacional disminuyó aún más las posibilidades del PAN para influir en el rumbo del país. Con los comportamientos del PAN y del PRD en la reforma hacendaria reducida a reforma minimalista de tipo fiscal es posible prever desde ahora la reducción de los alcances de la reforma energética.
Lo que viene ahora es identificar el escenario de corto plazo: sin reformas estructurales y ante el desafío de crecer más y mejor para atender rezagos, el corto y mediano plazo de México se ve mediocre. Los partidos tuvieron la oportunidad de consolidar la transición con la instauración de una nueva democracia, pero se ahogaron en sus propios cortos plazos y perdieron la oportunidad de oro que quizá no puedan tener otra vez en treinta años.
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