Mantiene SSPO activo el Plan de Apoyo a la Población en el Istmo
CIUDAD IXTEPEC, Oax. 24 de diciembre de 2013 (Quadratín).-El reggaeton rompe con la tranquilidad que caracteriza a la casa del migrante “Hermanos en el camino” de Ciudad Ixtepec.
La música se escucha de un bafle nuevo colocado en el comedor del refugio. Muy pocos migrantes en este día de Nochebuena.
La mayoría concentrados en la cocina destazan un pequeño cerdo que los propios centroamericanos, que pasaron durante el año en el refugio, alimentaron en el corral de la casa.
La alegría se nota este 24 de diciembre.
Alejandro Solalinde Guerra, el controvertido clérigo fundador del hogar, no puede contener la felicidad de hallarse en su casa, con los suyos, sus hermanos, los migrantes, después de meses de viajes.
Baila. Juguetea con un par de niñas hondureñas que lo colman de abrazos y besos, ese amigo que les da motivos para celebrar lejos de la patria.
Jesús Fernando Gómez y Daniel Villalobos, salvadoreños refugiados desde hace un mes en la casa de San Jerónimo Doctor (Ciudad Ixtepec), sonríen con los pasos de baile del cura mientras picotean la carne destazada.
La petición de Nochebuena para estos migrantes es lograr que el gobierno mexicano les otorgue un permiso provisional de trabajo en el Istmo de Tehuantepec, sur de Oaxaca.
Autorización que les borraría el mal sabor de boca que les dejó dos asaltos en el estado de Chiapas, cuando cruzaron la frontera, cuando se atrevieron a soñar con llegar a la Unión Americana.
-A punta de pistola nos quitaron todo; el dinero, las mochilas y los ánimos de continuar. Los tiempos han cambiado.
Antes era muy fácil, ahora no. Ahora hasta nos matan.
El primer asalto fue en la Arrocera, luego en Tres Picos.
Llegamos como pudimos hasta Oaxaca, comenta Jesús sin quitar la mirada de la destazada.
Los dos amigos salieron del Departamento Usulután hace un mes y La Bestia los llevó hasta el refugio.
Desean esta Nochebuena estar con sus esposas e hijos, pero no pueden volver los pies al sur, perderían los avances de la solicitud ante las autoridades migratorias mexicanas.
La nostalgia la reprimen, se la guardan para otra ocasión, para otra noche, para otro espacio.
A unos metros, otra pareja acomoda en un recipiente de plástico los ingredientes que aderezará la carne destazada.
Dos jóvenes universitarios de 22 años, Mayté Juliet Ortiz y Juan Israel Méndez, recién casados.
Cuatro meses de casados y pasan la luna de miel en un pequeño camastro cubierto por un mosquetero azul en el área de visitantes.
Desde Nueva York, donde viven estos jóvenes de origen ecuatoriano, supieron del trabajo humanitario de Solalinde Guerra en el sur de México a favor de los migrantes y sin pensarlo dos veces llegaron a brindar un poco de ayuda.
Junto a ellos varios voluntarios que se sumaron a la labor de preparar la cena para los que descansan sus sueños en tierras zapotecas.
A pesar de ser un año difícil para Alejandro Solalinde Guerra en materia de defensa de los derechos de miles de migrantes que son humillados, asesinados y secuestrados en territorio nacional, la esperanza de mejores días le dan ánimo para celebrar una Nochebuena con los inquilinos que habitan por unos días en el albergue.