Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
MÉXICO, DF. 2 de febrero de 2014 (Quadratín).- Como en los últimos años, las reuniones del Foro Económico en Davós, Suiza, han carecido de expectativas económicas. El punto de referencia más importante radica en el hecho de que los grandes economistas, las grandes potencias y el sistema financiero carecen aún de salidas de la crisis de la globalización de 2008 y que la economía funciona por inercia.
Los operadores del sistema capitalista internacional han querido explicar la crisis y diseñar salidas sin explicar las razones del colapso de 2008. Y ya van seis años sin que el mundo encuentre la puerta de salida de la crisis, dando la impresión de que los líderes del capitalismo se encuentran en un cuarto oscuro son paredes negras y sin ventanas, chocando unos con otros. El punto de partida de la crisis que se ha querido ignorar es el hecho de que el mundo carece de un nuevo paradigma económico.
Después de la segunda guerra el mundo capitalista ha visto cuando menos tres decisiones fundamentales para el reordenamiento de la economía mundial: los acuerdos de Bretton Woods en 1944 que fundaron el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial como organismos reguladores, el fin del patró0n oro decretado por Nixon en 1971 y el Consenso de Washington de noviembre de 1989. Los tres potenciaron el poderío del dólar y el dominio de la economía estadunidense.
Del otro lado, las economías capitalistas medias y bajas han buscado algunas salidas para no depender del poderío del dólar. Sobre todo en América Latina, la búsqueda de nuevos paradigmas ha sido rica en reflexiones y propuestas, entre las que destacan las que tuvieron que ver con el nacionalismo económico. La propuesta más intensa que ha experimentado América Latina ha sido la del populismo que se inició en los años cuarenta y que experimentaron Lázaro Cárdenas y Luis Echeverría en México, Juan Domingo Perón en Argentina, Getulio Vargas en Brasil, Carlos Andrés Pérez en Venezuela, además de Fidel castro en Cuba con radicalización comunista. A diferencia de las propuestas capitalistas, las populistas se basaron en mayor acción del Estado, el compromiso de disminuir la pobreza y usar el gasto público como factor de dinamismo económico.
Mientras los modelos capitalistas consolidaron la concentración de la riqueza, los populistas multiplicaron la crisis. En ambos casos, paradójicamente, los detonadores de crisis han sido los mismos: manejar la economía a partir de objetivos finales –riqueza y pobreza, respectivamente–, pero sin un aparato de técnica económica. La concentración de la riqueza disminuyó el dinero en circulación y la multiplicación de la pobreza redujo la demanda; en ambos, el Estado careció de voluntad para administrar las políticas económicas. Así, la especulación y el déficit consolidaron una política económica de ciclos de crisis.
Las reuniones en Davós no han sido, en toda su historia, un espacio para buscar soluciones sino más bien se han convertido en un escaparate de personalidades. De hecho, y a pesar de las limitaciones, las salidas a la crisis debieran ser nuevas políticas económicas diseñadas en el FMI y el Banco Mundial y aplicadas a los demás países. Pero en lugar de operar como instituciones de lucha contra la crisis, las dos cumplen funciones de policías económicas internacionales dedicadas a obligar a los países socios –todos en el mundo capitalista y algunos con régimen socialista laxo– a someterse a la ideología del capitalismo.
Ante la crisis de 2008 el FMI llegó al punto de coquetear con nuevas posibilidades en el pensamiento económico. La recesión brutal por la quiebra de intermediarios financieros colocó al mundo capitalista –sobre todo al desarrollado y especialmente a los Estados Unidos– ante la necesidad de encontrar urgentes puertas de escape. El pensamiento tradicional del FMI se basaba en exigir periodos de enfriamiento económico y por tanto de recesión y el Banco Mundial imponía reformas estructurales de apertura económica y comercial.
La crisis en los EU –el motor del capitalismo– obligó al FMI y al BM a ser más audaces en las recetas de corto plazo. Por primera vez el FMI enfocó la economía como una relación de demanda-oferta y el BM entendió que las reformas no servían para activar la economía porque los EU ya las habían aplicado todas. En consecuencia, el FMI autorizó enfocar el problema como de demanda-oferta y que el gasto público era el motor de la reactivación. Por tanto, autorizó usar el déficit presupuestal como estímulo vía gasto sin financiar, llevándolo del 2% hasta el 7%. Esta decisión fue histórica porque finalmente el capitalismo reconocía que el gasto privado era incapaz de dinamizar la economía y que el Estado podía cumplir con esa tarea. En el pasado, lo primero que exigía el FMI era bajar el déficit a tasas menores a 25%.
La decisión apenas estimuló el crecimiento económico y evito una mayor caída, pero el FMI decidió un par de años después regresar a las políticas estabilizadoras macroeconómicas. Por eso se ha tardado la recuperación. Y otra razón ha radicado en la desconfianza del consumidor: en los EU las políticas fiscales de Obama han estimulado recursos al consumidor, pero éste ha preferido el ahorro al gasto y la economía sigue sin poder recuperar su dinamismo. Ello se ha decido al hecho de que los medios de comunicación y el pensamiento económico capitalista se ha negado a reconocer una nueva fase en la teoría económica que descansa en el papel del estímulo público.
Los economistas han estado por debajo del desafío de teorizar sobre la crisis y sus posibles salidas. De los economistas del mundo capitalista se puede entender todo, pero el déficit de teoría de los países subdesarrollados en peor porque han perdido la oportunidad teórica para profundizar sus reflexiones. Los premios nobel de economía han perdido su poder de abrir el reconocimiento a nuevos pensamientos: el del año pasado galardonó a dos economistas que trabajaron una misma teoría en sentido contrario y Paul Krugman fue premiado por difundir la economía en medios y no por proponer una teoría.
La crisis de 2008 a la fecha ha carecido de reflexiones, ha descansado en expectativas y se ha negado en buscar nuevos caminos teóricos. Por eso reuniones como la de Davós no tienen ninguna utilidad, de no ser como escaparate para nuevas personalidades. La reunión de días pasados terminó sin decisiones de fondo, con pobres expectativas de crecimiento y con los países capitalistas sumidos en crisis sin solución.
www.noticiastransicion.mx
[email protected]
@carlosramirezh