Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
MÉXICO, DF. 4 de enero de 2014 (Quadratín).- Luego de que Andrés Manuel López Obrador ha llamado a varias campañas de desobediencia civil, Cuauhtémoc Cárdenas acaba de convocar a la propia en contra de la reforma energética.
Pero si se esperaba cuando menos la unión de grupos y dirigentes en contra de la reforma, el resentimiento en las élites neopopulistas ha llevado a que cada quien haga su particular desobediencia marginal.
Los grupos opositores a la reforma –una curiosa mezcla de tendencias a lo más disímbolas– ya han amenazado con tres reacciones sociales: la desobediencia, la resistencia y la insurgencia, las tres con el apellido de civil.
Sin embargo, las lecciones históricas señalan que esas acciones tienen repercusiones cuando participan unidas, con una bandera de irritación social y con un liderazgo único.
El fracaso de López Obrador en sus varios llamados a la desobediencia civil ilustra que los opositores ya perdieron la batalla legal y van rumbo a la derrota social. Frente a la corrupción en el sector petrolero, la defensa del status quo no ha logrado el consenso social. Y ahí han fallado Cárdenas y López Obrador: carecen de una alternativa petrolera y todo se va en la defensa del simbolismo de Lázaro Cárdenas como el último gran héroe de la historia oficial.
La desobediencia civil es una movilización social antisistémica que no busca defender un proyecto sino imponer una causa. Existen 198 propuestas de desobediencia civil englobadas bajo el concepto de “acción directa”, al margen de las instituciones.
Por tanto, son grupos minoritarios o en casos excepcionales mayoritarios pero bajo una bandera de unión social como la independencia de la India con Gandhi. Entre esas acciones se encuentra la “inactividad sexual”, basada en la obra Lisístrata, de Aristófanes, que es la huelga sexual, una propuesta por cierto que hizo la candidata presidencial panista Josefina Vázquez Mota en el 2012 para que las mujeres llevaran a sus maridos a votar por el PAN “o no habría cuchi cuchi”.
Formalizada por Thoreau, la desobediencia civil es una insurrección social de carácter masivo, aunque anarquista individual. En México fue estrategia del PAN en los setenta contra el avasallamiento del PRI, pero sin ningún efecto concreto.
Hoy Cárdenas y López Obrador aparecen con estrategias panistas pero llegan tarde a su uso, sin orden ni supervisión y más como amenaza de ruptura institucional que tampoco intimida a nadie.
Las protestas contra la reforma energética comenzaron su declinación el viernes pasado: con el apoyo de académicos, disidentes, grupos antisistémicos y ahora actores, la protesta amenazó con sacar a un millón de personas a las calles aunque apenas convocó a menos de quince mil personas. Lo malo para el sector opositor a la reforma es que ya se quedaron sin instrumentos de protesta, porque además la consulta no está regulada por errores parlamentarios del PRD.
La única posibilidad de organizar la protesta pasaba antes por el diseño de un proyecto nacional cardenista, pero la figura de Cárdenas fue abandonada por los cardenistas desde el interior del PRI y luego en el PRD, como se documenta en el ensayo “Lázaro Cárdenas, la izquierda, el petróleo y la última muerte de la Revolución Mexicana”, publicado por el autor de Indicador Político en http://noticiastransicion.mx/images/PDF/periodico-transicion/2014/transicion-19.pdf.
Al final, la protesta contra la reforma energética está formada por tres corrientes: la de Cuauhtémoc Cárdenas que quiere la reivindicación histórica de su padre, la de López Obrador que la usa como un elemento de cohesión de su partido y la del PRD de Los Chuchos que perdió el rumbo político y ya no sabe cómo justificar su papel en el Pacto por México y las reformas estructurales.
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@carlosramirezh