La Constitución de 1854 y la crisis de México
MÉXICO, DF. 28 de febrero de 2014 (Quadratín).-“Fallan las predicciones que hablaban de mi muerte política”, afirma Josefina Vázquez Mota al anunciar su retiro de la contienda por la dirigencia del Partido Acción Nacional.
“No me marchito, no me voy de la política, no me cierro las puertas, (…) me quedo al lado de los militantes, de los ciudadanos… trabajando por un partido que no comienza ni termina con la dirigencia…”
Su decisión responde a tres razones.
La primera, una peligrosa polarización de la contienda que amenaza con llevar al partido a una crisis irreconciliable.
La segunda, porque no hay un mínimo acuerdo de civilidad política entre Gustavo Madero y Ernesto Cordero, de tal suerte que las descalificaciones entre ambos resultan ruidosos denuestos de orden personal los cuales impiden mostrar agendas y propuestas.
«Cuando las polarizaciones entran al terreno personal es difícil regresar; cuando los agravios rebasan el límite, es difícil construir.»
La tercera, por la dominancia de estructuras corporativas que anulan el valor del voto militante… el cual por primera vez en 75 años debería decidir esta elección. Tales grupos –denuncia Fina– operan en sentido contrario al espíritu y la historia del panismo.
«Nuestra responsabilidad es tener un partido unido y fuerte para servir a los ciudadanos, en torno a una agenda propia… para ser un gobierno ejemplar y efectivo; para ser una oposición constructiva, no un partido unido a persona o caudillo alguno.”
En los hechos –aunque no lo reconozca– Fina corta camino una vez más; renuncia a pelear por el liderazgo debido a lo abrupto del conflicto, donde la ganancia de votos se impone a la vocación cívica de un partido cuyos principios de doctrina fueron jubilados por el foxismo… cuando la política neo-panista desplazó a la caridad para dejarla en manos de curas… y monjas.
Desafortunadamente su mala decisión es marca de la casa.
En 2012 prefirió la ignominia de tragar sapos sin hacer gestos en vez de denunciar los bloqueos y sabotajes de su propio partido, lo cual derivó en el feminicidio de su propia candidatura presidencial.
Esta vez, si algo podría haber hecho –metida en la contienda– era enfriar la iras de Madero y Cordero; su presencia como una tercera vía alejada de la rijosidad de ambos adversarios le otorgaba una posición ventajosa por su neutralidad. Lástima.
El abandono de Fina libera de obstáculos el camino pavimentado por y para Gustavo Madero. Al excluirse pierde poder, y sobre todo influencia… y el sol no calienta en la sombra.
Ahora, sin más oposición que la de Cordero, Madero cabalga seguro a la reelección; juega con sus propias reglas, su propio balón, en su propia cancha, y con su propia afición… aunque Cordero denuncie a Madero, por ventajoso, chapucero, ratero y chimiscolero.
Madero frente a Cordero es de otro tamaño por su audacia pragmática y eficacia política. Es el único jefe nacional que ha logrado dos reformas electorales consecutivas.
La primera –adentro del PAN– al sacudirse el poder electoral a los delegados cooptados por el calderonismo para otorgarlo a la militancia. La segunda, al presionar al Gobierno para desaparecer al IFE… y de paso darle un manazo –y ponérsela más difícil– a los gobernadores seducidos por la tentación de entrometerse en los procesos electorales… ¿como el que barrió al PAN del poder, precisamente?.
MORALEJA: La historia la escriben los perdedores… y la venganza es plato que se sirve frío y se come despacio.
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