Día 23. Por oportunismo, crisis en Ciencias Políticas de la UNAM
+ Izquierda: ni dirigencia ni hegemonía
+ AMLO-Chuchos: costo de la disputa
OAXACA, Oax. 11 de marzo de 2014 (Quadratín).- La reorganización del amplio sector centro-progresismo-neopopulismo-izquierda se está dando no sólo a costa de la fragmentación de grupos sino de pérdida de la unidad de propuesta político-ideológica. Pero como siempre ha ocurrido, la lucha de egos será costosa para el equilibrio nacional.
El problema de esa amplia corriente ha radicado en los caudillismos como herencia priísta. Cuauhtémoc Cárdenas construyó su liderazgo en el corto periodo 1985-1989 pero no supo mantener la unidad en el PRD y le benefició la ausencia de otras figuras relevantes. López Obrador nació a la lucha disidente en 1988 pero se consolidó en el 2000 desde la jefatura de gobierno.
La disputa Cárdenas-López Obrador por la dirección política del centro-izquierda ya fracturó a ese amplio segmento ideológico. Como el PRD fue tomado por Los Chuchos, López Obrador se salió del partido que ayudó a fundar y del que fue presidente nacional para crear su propio partido. Ahora la oposición de centro-izquierda –con sus segmentos intermedios– tiene dos cabezas imposibles de Si Cárdenas llega a la dirección nacional del PRD, la división en el centro-izquierda tendrá altos costos electorales. Aunque no se descarta que el PRD y el partido-movimiento de López Obrador puedan tener un mismo candidato o un candidato de unidad, en realidad el asunto está más enredado porque hasta hoy López Obrador será candidato presidencial en el 2018 y por tanto el PRD no iría en alianza.
Lo malo de los caudillismos es que se alimentan de rencores. La personalización del poder ha demostrado en la historia de México que las diferencias se arreglan con rupturas. Los acuerdos entre figuras con caracteres fuertes han sido imposibles. De ahí que el ascenso de Cárdenas al PRD dividiría irremediablemente al centro-izquierda y lo alejaría de cualquier posibilidad mínima de ganar la presidencia de la república.
Si bien el PRD no va a desaparecer por el partido-movimiento de López Obrador, de hecho habrá un efecto inmediato; la destrucción de una hegemonía progresista –alianza de élites– que se construyó desde la primera fusión de grupos de izquierda en 1981 con el Partido Comunista Mexicano. Los caudillismos actuales han revertido el proceso y la izquierda y sus aliados del centro han regresado a la fragmentación.
Dos han sido las causas: el enfoque de la crisis nacional y por tanto las acciones a tomar y la conquista de posiciones de poder. Cárdenas y López Obrador –y ahora Marcelo Ebrard en las orillas de la coalición progresista– perdieron sentido histórico cuando se obsesionaron con la presidencia de la república y convirtieron la candidatura presidencial en una meta en sí misma:
Cárdenas fue candidato presidencial en tres ocasiones (1988, 1994 y 2000) y compitió por la cuarta en el 2006 pero no la sacó y López Obrador ya lleva dos candidaturas en su haber: 2006 y 20012 y ya anunció que será candidato en el 2018.
El problema de las candidaturas presidenciales radica en el hecho de que distorsiona los acuerdos internos entre los grupos por el reparto de candidaturas intermedias entre seguidores. Los grupos de centro-izquierda no se han atrevido a aplicar el método de las elecciones primarias para quitarles a los líderes las facultades de designar candidatos. Al final se cumple la maldición de Robert Michels de principios del siglo XX: las dirigencias partidistas derivan en oligarquías dominantes que inhiben las prácticas democráticas.
El fondo de la lucha Cárdenas-López Obrador que se prevé para el 2018 radica en el reparto de candidaturas a legisladores federales, estatales y capitalinos en el 2015. Ahí se encuentra, inclusive, una de las diferencias que ha retrasado la candidatura única de Cárdenas a la presidencia del PRD: el número de candidaturas asignadas directamente por el nuevo líder del PRI, lo que significaría una disminución en las candidaturas del grupo de Los Chuchos.
Pero por ganar lo poco en el corto plazo, el centro-izquierda puede perder lo mucho: con todas las divisiones sobre la marcha, esa coalición progresista había construido una hegemonía o acuerdo político dominante. Ahora, sin embargo, López Obrador ya dijo que nunca tendría acuerdos con el PRD y éste tendrá que ir sin López Obrador a elecciones de todo tipo. Lo más grave de todo es que al final del día existe una coincidencia política e ideológica entre el PRD y el partido-movimiento del tabasqueño, pero las rencillas personales han dividido el posicionamiento ideológico progresista.
Y como si hiciera falta, Marcelo Ebrard surgió como líder intermedio pero decidió no operar como el cohesionador de los diversos grupos progresistas sino reclamar su condición de aspirante a nuevo caudillo con todas las contradicciones inherentes y ahora la corriente progresista de centro-progresismo-neopopulismo-izquierda tiene ya tres caudillos en pugna.
Lo grave para el progresismo es que no existe en esta disputa ninguna redefinición ideológica o de partido sino simple y llanamente la ambición de caudillos por tener un espacio de poder partidista.
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@carlosramirezh