El último aliento
MÉXICO, DF. 14 de abril de 2014 (Quadratín).-No nos cabe duda de que en la medida que se confirme la viabilidad y todo el potencial de las reformas estructurales de carácter económico que se están logrando, mediante una legislación secundaria a la altura, las perspectivas económicas para México en el mediano plazo son muy favorables y promisorias en adelante.
Sin embargo, en lo inmediato, no se ve el repunte que hace falta, y no parece fácil que este año podamos tener un crecimiento superior al 3.3 por ciento, a menos de que redoblemos esfuerzos de fomento, tanto en el sector público como en el privado.
Aunque los efectos positivos de las reformas en el crecimiento y el empleo se sentirán de manera más concreta a partir del 2015, la aprobación de los cambios a leyes secundarias que deben procesarse en el Congreso son un factor crítico de reactivación, en la medida en que generen certidumbre sobre múltiples detalles involucrados, y sobre todo, en términos de inversiones, respecto al alcance de las reformas.
Sin embargo, es claro que para acceder a una nueva fase en la que crezcamos, de manera sostenida, a tasas superiores al cinco por ciento, no podemos y debemos confiarnos sólo en las reformas. Es imperativo trabajar de manera estratégica para fortalecer al mercado interno; ahí está gran parte de las causas del bajo desempeño de México no sólo en este año, sino en las últimas décadas.
Como lo reconoce el propio Gobierno, la seguridad pública es fundamental, y en este sentido, resulta crítico emprender con energía y compromiso un enorme esfuerzo de fortalecimiento y renovación institucional del Estado mexicano. De la capacidad de avanzar en este frente depende también el éxito pleno de las reformas.
Del mismo modo, urge trabajar con mayor sentido de oportunidad en un nuevo marco de política industrial, alineado con las reformas. Recordar que otros países que han logrado un desarrollo sostenido para abatir la pobreza e instalarse en un nivel superior de competitividad, han diseñado planes y estrategias claras de fomento económico, con una alianza entre el sector público y el privado para determinar prioridades y necesidades.
Consideramos que las perspectivas de sectores clave, como la construcción y la vivienda, deben mejorar paulatinamente, con un escenario favorable en el resto del año debido a condiciones como el adelanto que se haga de licitaciones y un ejercicio oportuno del presupuesto, como se viene dando.
Hay un monto relevante de recursos públicos para la inversión, ventajas derivadas de la implementación de las APPs, así como mayor acceso a financiamiento con la reforma financiera.
Se pueden detonar aún más planes de inversión si como nación, apostamos con seriedad a proyectos de alto impacto, como el desarrollo del corredor logístico multimodal del Istmo de Tehuantepec.
Es una oportunidad histórica para que México se sitúe en el epicentro del flujo comercial más importante del mundo, e incluso se convierta en una alternativa al Canal de Panamá y a otros proyectos interoceánicos en Nicaragua y Guatemala.
Este proyecto está en línea con la estrategia internacional que incluye nuestra participación en el TPP, lo mismo que con la necesidad de reducir brechas de desarrollo regional, a favor del Sureste del país. Sería un gran motor de crecimiento, no sólo por las inversiones en infraestructura, que podrían rondar los tres mil millones de dólares, sino también por la activación de cadenas productivas a todo lo largo del corredor y en parques industriales y recintos fiscales, que aporten valor agregado a exportaciones o a mercancías en tránsito.
México podría aumentar su exportación a China y a los países asiáticos de alimentos no perecederos, empacados al alto vacío, productos pecuarios y otros diversos que puedan producirse o empacarse en el Istmo.
Se trata de oportunidades de desarrollo que no debemos dejar pasar, como la que también se tiene para impulsar un gran proceso de reindustrialización en el centro y el norte del país, con mayor integración productiva con Estados Unidos y aprovechando la competitividad que tendremos en materia de abasto de insumos energéticos.
Desde luego, el crecimiento sostenido y la creación masiva de empleos que necesitamos descansa en gran parte de la capacidad de que se desarrollen y multipliquen las pequeñas y medianas empresas.
En este campo, hay varias estrategias de alto impacto que podemos propulsar en conjunto, gobiernos y empresas.
Vemos un área de oportunidad muy importante, por ejemplo, en el desarrollo de la industria del capital emprendedor en México.
Se trata de generar fondos o canales de intermediación financiera que inviertan directamente en nuevas empresas privadas para encauzar su crecimiento, jugando un rol activo en el monitoreo, gobierno corporativo y gestoría del desarrollo formal de estos negocios.
En la actualidad, el capital emprendedor o semilla en nuestro país representa menos del uno por ciento del capital total al que tienen acceso las empresas, mientras que en Estados Unidos es seis por ciento y en Israel, líder en este ramo, aproximadamente del 35 por ciento.
Este financiamiento, en esos países, se canaliza mayormente a nuevas compañías, más que a grandes empresas y proyectos públicos.
Para detonar este motor de crecimiento se requiere de una sinergia entre Gobierno, operadores de fondos y emprendedores, aprovechando las experiencias de países como Brasil, Colombia y Uruguay o de las mejores prácticas que se dan en Estados Unidos, España, Reino Unido o el propio Israel.
En Estados Unidos, el Capital Emprendedor es al principal activo que más trabajos ha generado; el 50 por ciento de todas las empresas listadas en bolsa de ese país tuvieron una inversión de Capital Emprendedor.
Por su puesto, la reforma fiscal que hoy nos rige no debería ser un tema cerrado a la evaluación y los cambios que procedan si existen efectos que contraigan el consumo interno, la inversión productiva el empleo y el crecimiento.
En síntesis, como lo han señalado reiteradamente diversos economistas, México necesita mantener lo que han llamado una obsesión activa con el crecimiento económico.
Las condiciones están dadas para que por fin superemos la inercia de un bajo dinamismo interno, que se ha prolongado por muchos años y está en la base de muchos de los problemas más acuciantes de nuestra nación.
Es tiempo de transformar, es tiempo de corregir lo que no funciona.
En el sector empresarial estamos trabajando con esa directriz, comprometidos con un México que se mueve al progreso.